Por Ernesto Edwards Filósofo y periodista @FILOROCKER
En esta misma Columna adelantamos la influencia del mito de Fausto en numerosos y diversos objetos culturales, especialmente con la excelente e incomparable versión literaria del alemán Johann Wolfgang Goethe. Recordemos que Fausto es un hombre ya entrado en años que, decepcionado de sus propios conocimientos y de las posibilidades de la ciencia, hará un pacto con el Príncipe de las Tinieblas a los fines de recuperar su juventud por un tiempo determinado y de tener acceso a todos sus deseos, además de resolver sus necesidades amatorias, a cambio de entregarle su alma vencido el plazo otorgado. Como ya vimos oportunamente, este tratamiento temático dio pie a la construcción de la leyenda del blusero Robert Johnson.
En 1974 un joven Brian De Palma (Newark, EE. UU., 1940) se manifestaba como una revelación en el mundo de la realización cinematográfica. Admirador confeso de Alfred Hitchcock, contaba por entonces con pocos títulos en su haber: “The Wedding Party” (1969), “Hi, Mom!” (1970), “Sisters” (1972), y no muchas más. Con el tiempo vendrían películas consagratorias como “Carrie” (1976), “Vestida para matar” (1980), “Caracortada” (1983) y “Los intocables” (1987). Pero el ´74 sería el año de una película bisagra en su carrera, aquella que no sería un éxito de taquilla pero sí de crítica, y que el tiempo la convertiría en una cult movie: “El Fantasma del Paraíso”.
En esta producción de nuevo podemos ver a la obra de arte como metáfora epistemológica, exhibiendo en su metraje por qué momento tecnológico atravesaba la industria musical, y qué sucedía con el gran negocio del espectáculo. También, el entrecruzamiento de diversos objetos culturales como la literatura, el cine y el rock, con su consecuente intertextualidad, dando forma con sus distintivos códigos y lenguajes a un título que permitiría y propiciaría numerosas lecturas e interpretaciones, y la posibilidad de advertir cómo hicieron su involuntario aporte no sólo el citado Goethe con su “Fausto” sino también Oscar Wilde (1854 – 1900) con “El retrato de Dorian Grey” y en menor medida Mary Shelley (1797 – 1851) con “Frankenstein”. También, si prestamos atención, percibiremos algo del clásico tono gótico de Edgar Allan Poe (1809 – 1849).
¿Pero de qué va “El Fantasma…”? Un músico ignoto que compone una maravillosa Ópera Rock inspirada en el “Fausto” de Göethe, firmará, ingenuamente y con su propia sangre, un contrato leonino con un perverso y poderosísimo productor discográfico, cediendo todo, incluso su alma, a cambio de ser producido por éste para hacer una grabación que le daría fama y trascendencia mundial. Pero estas ofertas, como generalmente sucede, suelen ser engañosas, escondiendo una peligrosa trampa.
El productor es Swan, un personaje legendario del que poco se conoce, salvo algunos detalles de su temprano éxito discográfico. Después, su biografía se hunde en el misterio, sólo conociéndose que es un hacedor de figuras pasajeras de su propia grabadora, Death Records, además de un lujurioso abusador de aquellas jovencitas a las que pretenderá prostituir a cambio de un lugar en sus elencos musicales. Un día, en medio de un casting, Swan descubrirá a Winslow, un aspirante a la fama, autor en ciernes de una obra inconclusa de la que se advierte puede llegar a ser maravillosa. En la misma ocasión, Winslow conocerá a Phoenix, una muchachita de cautivante voz, de la que se enamorará. Mediante engaños, será despojado de su opus, acusado injustamente de un delito, condenado y encarcelado, y privado de toda dignidad personal. Logrará escapar de su prisión, aunque se lo dará por muerto. Su único objetivo será concretar su peor venganza. Pero nada resultará bien, sufrirá un grave accidente que le desfigurará el rostro y le hará perder su voz. Y puesto otra vez frente a Swan, nuevamente será timado, aunque desconoce un gran secreto: que el productor firmó, en su momento, su propio esclavizante contrato. En este punto del filme parece anticiparse lo que sería la puesta y la escenografía de Roger Waters a la hora de presentar teatralmente “The Wall”. Y veremos también un público ávido de sangre, que de sus artistas lo pretende todo.
Winslow cree que la obra que está terminando de componer, para inaugurar el teatro The Paradise, será interpretada por su amada, pero Swan ya había decidido traicionarlo y dejarla en manos de otro cantante, un ridículo personaje que aún así se ganará el favor de los asistentes. Será de ese modo que Winslow, ya convertido en todo un Fantasma de la Ópera, eliminará al impostor de una manera espectacular, dando lugar a que Phoenix se haga cargo del papel estelar, convirtiéndose así en una estrella instantánea que la hará tributaria sexualmente de Swan, para horror del Fantasma, que presenciará tal escena. Y el final no conviene contarlo, porque “El Fantasma del Paraíso” invita a verla una vez más, en razón de que parece no haber envejecido. Ya que continúa siendo una satisfactoria mezcla de drama musical y comedia negra, con una lógica estética setentista, oscilando entre el glam y el punk, entre escenas al mismo tiempo siniestras y grotescas, y un desarrollo vertiginoso y frenético. Mostrando, asimismo, que muchas veces las canciones son compuestas para ser cantadas por el propio autor, y que otro intérprete, al versionarlas, las arruinan. Los ejemplos sobran, a la vuelta de cualquier esquina.
“El Fantasma…” nos deja, entre varias perlas, una hermosa cancioncita, en clave de balada rockera, que revela en buena medida el espíritu de la historia: “Nuestro amor es un amor antiguo. Es más viejo que todos nuestros años. He visto en ojos desconocidos y jóvenes, lágrimas familiares. Somos almas viejas en una vida nueva. Nos dieron una vida nueva, para vivir y aprender. Tiempo para conmover a viejos amigos, y regresar. Nuestros caminos se cruzaron y se separaron. Este romance comenzó hace mucho, mucho tiempo. En su historia yacen nuestras páginas. Llénalas, y que pasen despacio”.
También nos lleva a que nos preguntemos hasta qué extremo podríamos llegar con tal de conseguir nuestros objetivos y concretar nuestras ambiciones. ¿A cambio de qué? ¿Cuál es el precio? ¿Toda persona lo tiene? ¿Esto se modifica con el tiempo? ¿Se atenúa o se intensifica? ¿Cambiar es traicionarse, o significa evolucionar? ¿Aprendimos a negociar o la jugada es a todo o nada? ¿Buscamos tranquilidad, o nos hicimos adictos a la adrenalina? Y, finalmente, ¿cuánto vale nuestra libertad? Son interrogantes que deberá contestarse cada uno. Quizás una buena orientación sea la de apuntar a mirarnos al espejo y poder reconocernos en la imagen que nos devuelve. Y otra, que vayamos en la dirección de que cada noche podamos conciliar el sueño con facilidad. Para algunos no será sencillo.
FICHA TÉCNICA:
“El Fantasma del Paraíso” (EE. UU., 1974)
Escrita y dirigida por Brian De Palma
Canciones: música y letras de Paul Williams
Con William Finley, Jessica Harper y Paul Williams
Género: Drama musical – Duración: 91´
Calificación: muy buena