Mikis Theodorakis, el destacado compositor que alcanzó renombre mundial a partir de la creación de la canción insignia de la película «Zorba, el griego», popularizada además por el baile efectuado por el actor Anthony Queen, murió a los 96 años en su casa de Atenas, tras varios años de lucha contra una enfermedad cardíaca, informó la televisión estatal de ese país.
Theodorakis también dejó su sello en filmes como «Serpico», de Sidney Lumet, de 1973, y «Z», de 1969, lo cual lo ligó a la obra del director Costa Gavras, acaso coincidente con su historia de activismo político, que incluyó la lucha contra la ocupación nazi en plena Segunda Guerra Mundial y su oposición a la dictadura militar en país -entre 1967 y 1974-, que le valió detenciones, torturas y años de exilio.
A lo largo de su trayectoria, el músico griego construyó un puente fundamental entre los ritmos tradicionales de su país y la música clásica, algo que se reflejó tanto en sus creaciones más populares como en sus sinfonías.
Theodorakis había nacido en la isla de Quíos en 1925 y desde muy pequeño recibió educación musical a partir de la facilidad demostrada para ejecutar instrumentos y su gusto por los ritmos populares.
Sin embargo, su juventud quedaría marcada por su activa participación en la resistencia, primero al fascismo italiano y luego a las fuerzas de ocupación nazi, etapa en la que ayudó a muchas familia judías a escapar de los campos de concentración, por lo cual sufrió capturas y torturas.
Al finalizar la guerra, Mikis Theodorakis se radicó en París para continuar sus estudios musicales, en un período marcado por la composición de sus primeras bandas sonoras y de algunas sinfonías que lo convirtieron en un nombre conocido y respetado dentro del ambiente.
A principio de los ’60 regresó a Grecia, donde volvió a tomar contacto con el folclore local para fusionarlo con la música clásica, una amalgama que alcanzó su forma definitiva cuando en 1963 compuso la famosa pieza para la película «Zorba, el griego», que se convertiría en una de las canciones más emblemáticas a nivel mundial de los ritmos característicos de ese país.
El artista mantuvo una intensa actividad musical en aquellos años, aunque «la junta de coroneles», como se llamó a la dictadura que se impuso en 1967, volvió a ponerlo en la mira y convertirlo en blanco de persecuciones, detenciones y torturas que lo obligaron a regresar a París, aunque esta vez en carácter de exiliado.
Más allá de su activismo, Theodorakis escribió en aquellos años otras bandas sonoras fundamentales en su carrera, entre ellas para los films «Z», «Serpico» y «Estado de sitio», también de Costa Gavras, y también musicalizó los poemas de «Canto general», de Pablo Neruda, una de sus composiciones más relevantes.
Hacia mediados de los ’70, una vez concluida la dictadura griega, regresó a su país y continuó con su impresionante andar artístico, además de su compromiso con la realidad política y social , aunque en muchos casos no exento de polémicas.
En tal sentido, su acercamiento a la centroderecha y algunas declaraciones en los primeros años del actual siglo contra los judíos provocaron que fuera tildado de traidor desde los círculos intelectuales de izquierda.
Pese a eso, el músico emprendió diversas campañas en favor de los derechos humanos y en contra del desarrollo de la energía nuclear, sobre todo luego de la explosión de la central rusa de Chernobyl, en 1986.
En los últimos años, Theodorakis comenzó a padecer problemas cardíacos que lo hicieron pasar largas estadías en hospitales.Sin embargo, eso no evitó que siguiera participando de diversas manifestaciones populares contra el gobierno de su país.
Sin embargo, más allá de su inconmensurable aporte al enriquecimiento y difusión de la música popular griega, y de su visible activismo, su obra quedará por siempre ligada al elegante baile ‘in crescendo’ de Anthony Queen. (https://www.telam.com.ar)