El candidato de la ultraderecha, José Antonio Katz, tiene su baño de masas en Santiago; el izquierdista Gabriel Boric convoca a un pequeño mitin cerca de Valparaíso
La campaña presidencial en Chile ha terminado. El país ha iniciado este jueves por la noche el período de veda electoral hasta el domingo, cuando celebrará la primera vuelta de las elecciones presidenciales más polarizadas de su historia. Los cierres de los candidatos han estado a tono con la particularidad del momento político que vive Chile. Hubo mitines masivos, actos pequeños en plazas de pueblo y hasta la siembra de madrugada, sin público, de cientos de molinos de papel en el epicentro de las revueltas de octubre de 2019.
Los dos candidatos que lideran las encuestas están en las antípodas del espectro político: José Antonio Kast en la ultraderecha y Gabriel Boric en la extrema izquierda. Ninguno alcanzará el 50% -compiten contra otros cinco candidatos-, y deberán participar de una segunda vuelta el 19 de diciembre. Este jueves se despidieron de sus votantes. El primero lo hizo con un acto en Santiago. Juntó a unas 3.500 personas en una comuna de clase alta. El segundo decidió salir de la capital. Eligió un pequeño pueblo a 80 kilómetros llamado Casablanca para un mitin sin estridencias. Lo escucharon apenas unas 400 personas.
“¿Qué le pasa a Chile?”, se preguntó el candidato Kast, que a diferencia de otros líderes de la derecha extrema como Donald Trump, Jair Bolsonaro o Javier Milei de Argentina, no usa un tono violento. “¿Por qué hemos abandonado nuestras poblaciones a la dictadura del narcotráfico? ¿Por qué hemos dejado que la delincuencia avance sin control? ¿Por qué hemos permitido al populismo penetrar en la política?”, continuó el líder del Partido Republicano. “Hoy los chilenos no tienen libertad, porque los únicos que andan impunes por las calles son los delincuentes, son los vándalos, son los terroristas”, aseguró Kast, que repitió 11 veces la palabra libertad y en siete ocasiones la palabra justicia.
Los adherentes de Kast fueron convocados en un parque del municipio de Las Condes, en la zona acomodada de Santiago, donde llegaron unas 3.500 personas –según los organizadores–, de diferentes zonas de la ciudad. Porque a la concentración del candidato conservador no solo arribaron familias numerosas ligadas a las corrientes ultra católicas o a las clases altas, sino un mundo complejo y diverso: gente de diferentes edades, parejas con sus hijos, familias completas, habitantes de zonas humildes, inmigrantes, mujeres de edad media a favor del aborto (que Kast rechaza), jóvenes y hasta algún nostálgico pinochetista que en solitario gritaba a favor del dictador –”viva Chile, Pinochet”, como se escuchaba a fines de los años ochenta–, pero que no era replicado por el resto de los asistentes.
Tampoco había solo votantes históricos de la derecha. Es el caso de Antonio –pidió presentarlo solo con su primer nombre–, de un municipio de grupos medios de Santiago de Chile, Macul, que hasta las revueltas sociales de octubre de 2019 tenía un pequeño almacén en la misma comuna. “Lo quemaron y perdimos todo y ¿para qué levantarlo si lo volverán a destruir? Tenemos una esperanza con Kast y su proyecto. Progresar, trabajar, emprender”, asegura el hombre de 58 años que ahora solo vive de los bonos del Gobierno y de algún trabajo esporádico.
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Entre los adherentes también hubo inmigrantes, aunque parte del discurso de Kast apunta al control de la inmigración. Linda Cáceres, de 37 años, colombiana, lleva 12 años en Chile. Acompañada de su hermana, de 51, interrumpe su baile para explicar por qué votará el domingo por Kast: “No se opone a los extranjeros, sino a los extranjeros que llegan a hacer el mal, con malas prácticas”, dice la asesora inmobiliaria nacida en Barranquilla.
En su discurso, el postulante a La Moneda remarcó las diferencias con su principal adversario, Boric. “Este domingo Chile enfrenta dos modelos de país. Uno, el nuestro, que defiende la libertad y la justicia. Otro, el del Partido Comunista que lidera Gabriel Boric, que es nuestro pasaje seguro al caos, el hambre y la violencia”, aseguró antes de hacer subir al escenario a su esposa y a parte de sus nueve hijos.
A 80 kilómetros de la plaza de Kast, Boric cerraba su propia campaña. Apenas levantó pasiones en Casablanca, una zona de viñedos ubicada a 80 kilómetros de Santiago, en la carretera que conduce hacia Valparaíso. El candidato que aspira a ser el presidente de Chile por una alianza de izquierda heterogénea, entre los que están el Partido Comunista, habló ante unas 400 personas en la plaza de armas del pueblo. Sobre un escenario móvil, reivindicó su pasado como dirigente estudiantil y se proclamó heredero de las demandas de los jóvenes que en octubre de 2019 manifestaron su descontento con marchas y protestas, algunas de ellas muy violentas. “Que no se contagie esa estrategia de que todo tiene que seguir igual porque sino viene el desastre”, dijo Boric, en referencia al fantasma del caos que agita su principal rival.
En el público había grupos con banderas de los partidos Socialista y Comunista, dirigentes estudiantiles y algunos vecinos que se acercaron hasta la plaza. Un marioneta gigante daba algo de color a un acto más pensado para las cámaras que para las masas. Boric concentró su discurso en las promesas de cambios estructurales en Chile, lo contrario de su rival Kast. Dijo que acabaría con el sistema privado de pensiones “para hacerlo más justo” y prometió educación gratuita de calidad, el principal reclamo de los más jóvenes, que hoy deben endeudarse de por vida para pagar la universidad. “Mi hijo de 40 años dice que espera terminar de pagar su crédito antes de que su hijo cumpla los 18, porque así podrá endeudarse de nuevo”, dice Patricia Rodríguez, una profesora de religión jubilada que se declara comunista.
El resto de los candidatos con alguna posibilidad de pasar a la segunda vuelta también tuvieron su cierre. Yasna Provoste, de la Democracia Cristiana y única candidata mujer, representa los valores de la Concertación de centroizquierda que lideró la transición democrática tras la salida de Pinochet, en 1990. Provoste organizó un mitin en Concepción, 500 kilómetros al sur de Santiago, desde donde prometió reconstruir Chile “después del peor Gobierno”, en referencia al del presidente Sebastián Piñera.
El cierre más atípico fue, sin duda, el del candidato del centro derecha, Sebastián Sichel, exministro de Desarrollo Social de Piñera. De madrugada, sus equipos de campaña plantaron cientos de molinos de papel amarillos en la plaza Baquedano, epicentro de las revueltas de 2019 y aún hoy escenario de violentos enfrentamientos. Sichel no avisó siquiera a la prensa y le bastó publicar las fotos de la instalación en sus redes sociales. “Cuando sea presidente, esta plaza va a volver a estar llena de colores y va a brillar para todos los chilenos”, dijo desde el lugar, adonde llegó a las siete de la mañana. Tres horas después, los molinos fueron retirados.
Fuente:elpais.com