Por Ernesto Edwards / Filósofo y periodista @FILOROCKER
“Cobra Kai” es más que una comedia televisiva para adolescentes sobre artes marciales. Propone otras lecturas e interpretar su vínculo con el rock
Con el mismo comienzo de estos dos últimos años los que nos dedicamos a analizar y decodificar objetos culturales hemos aguardado con singular expectativa el estreno de la tercera y cuarta temporadas de “Cobra Kai”, un programa televisivo que tuvo su origen como web serie en 2018, con las dos primeras sesiones que no consiguieran demasiada repercusión, pero que al pasar a la plataforma Netflix, justo en el contexto de la pandemia, se convirtió en un éxito instantáneo, con una masividad poco vista, y con seguidores incondicionales que van desde los que vieron al momento de su estreno, en los lejanos ochentas, el inicio de “Karate Kid” (1984), una saga cinematográfica de culto, que tuvo tres largometrajes con el mismo elenco protagónico (Ralph Macchio, Pat Morita, William Zabka, Martin Kove y Elizabeth Shue), y una cuarta entrega estelarizada por la laureada Hilary Suank en sus mismos inicios como actriz, hasta los que recién descubrieron la particular historia seminal de dos hombres que cuarenta años después se reencontrarán en la vida para reanudar una rivalidad enmarcada en años de cruces e inquinas.
Uno, parecería que triunfó. El otro, podríamos creer que fracasó. Pero sería sólo una mirada superficial acerca de lo que entendemos como éxito. Y requeriría que nos preguntemos quién fue, genuinamente, el “Karate Kid” de esta historia, por lo menos para cada uno de nosotros. Quién fue el héroe, quién fue el villano. Porque al cabo de tantos años ya deberíamos tener una respuesta que vaya más allá de lo que podría haber sugerido el guión original. La respuesta, claro, implica un posicionamiento filosófico, por el que deberíamos focalizar, quizás, en qué valores encarna cada uno. Y ello haría pensar que nuestro héroe debería ser Daniel LaRusso, pero el tiempo puede que nos haya llevado a considerar que posiblemente Johnny Lawrence sea el personaje en cuestión. Toda vez que comprenderemos que Johnny fue la verdadera víctima, tal como en alguna ocasión lo explicaran, con esto de la intertextualidad, en otra serie como “How I Met Your Mother”. Y que, además, está atravesando por un período de redención, aunque todavía siga anidando el rencor.
No es la intención hacer en esta nota un desarrollo ideológico exhaustivo de los motivos que llevarían a esa conclusión. Quizás porque los estereotipos están bastante claros. Uno, Daniel, es un satisfecho hombre de familia, tradicionalista y comercialmente exitoso, con un toque de jactancia, y un presente económico que le aporta tranquilidad y solidez. Johnny es un hombre conflictivo, rebelde, algo machista, violento, padre distante, antisistema, casi desempleado y un exadicto con problemas de alcoholismo. Todo, quizás, como consecuencia de malas decisiones, y del perjuicio que le provocó ser el gran perdedor de la historia que los relacionó a ambos. Tal vez ello explique, o justifique, que uno escuche música melódica y un pop complaciente, y el otro se defina e identifique con el rock.
Ya sabemos que para entender algunas de las claves de cada temporada es conveniente revisar alguna de las películas, hoy convertidas en clásico. En principio, la versión del 2010 no contaría para este objetivo. Recordemos que todo comienza cuando Daniel, siendo adolescente, se instala en un suburbio de Los Ángeles y conoce al Sr. Miyagi, un anciano japonés que, siendo su vecino, se convertirá en su sensei. Mientras, LaRusso conocerá a la bella Ali, de quien se enamorará. En dicho encuentro irrumpirá violentamente Johnny, su exnovio, quien agredirá a Daniel con una brutal paliza. Ese será el motivo por el que concurrirá a “Cobra Kai”, un dojo de karate, en el que descubrirá que el maestro de dicho local es quien alimenta y estimula la violencia de sus discípulos, y que Johnny es su alumno más destacado y antiguo. Daniel se irá ante este descubrimiento, y en un nuevo desencuentro, será otra vez agredido. Ya con la intención de volverse a su anterior ciudad, será Miyagi quien se ofrecerá a entrenarlo en artes marciales, con métodos y técnicas (y pensamientos) muy particulares. Lo demás es demasiado conocido, incluso la icónica y hasta ventajera patada de “la grulla”.
Podría parecer que “Cobra Kai” tiene un guión muy simplista, maniqueo, donde los buenos son muy buenos y los malos muy malos, sin matices en el medio y con perfiles esquemáticos y previsibles. Sin embargo, como espectadores sus guionistas nos ofrecen lo que esperamos y estamos dispuestos a aceptar y creer, por más fantasioso que parezca. El desfile de antiguos antagonistas y las luchas interiores de cada personaje darán el tono y el rumbo de la historia, que parece no agotarse. Y si tenemos la sensación de que los dos principales no maduraron nunca, no nos estaríamos equivocando. Las personas tienden a reproducir hasta el hartazgo las mismas conductas con las que interactuaban siendo adolescentes. Y las emociones de entonces, reaparecerán. Es como una manifestación del inconsciente, donde la secuencia temporal no tiene lugar porque nos encontraremos en un presente continuo. Y lo que sentimos antes, lo volveremos a experimentar con similar intensidad. Por eso casi nadie se salva del ridículo cada vez que de adultos se vuelven a reunir los excompañeros de escuela.
Lo precedente quizás explique por qué a lo largo de nuestras vidas sostenemos elecciones de todo tipo realizadas en períodos más tempranos de nuestras existencias. Ello sucede, especialmente, con las definiciones musicales. Algunos creen que se puede cambiar de partido político y, los más extremos, hasta de afición futbolística. Pero la música que alguna vez elegimos y nos acompañó siempre como banda sonora propia, siempre será el fondo imaginario de cada una de nuestras escenas. De otro modo sería casi una traición a nuestra identidad.
“Cobra Kai” es una gran setlist de música rock. Y aunque es sabido que la serie no tiene todos los temas clásicos que sus creadores desean, el hard rock se destaca en su musicalización, por sobre todos los demás ritmos y géneros. Hasta ahora serán Bon Jovi y los de AC/DC y Guns N´Roses quienes no aceptaron ceder algunas canciones debido a sus exigencias económicas. Rockers, al fin. Pero igualmente el listado es envidiable. Sobresalen, en esta cuarta temporada, “Breakin’ Outta Hell” de los australianos de Airbourne. Lo propio fue “Girls, Girls, Girls” de Mötley Crüe. Y quizás lo más destacado fue “You´ve Got Another Thing Comin’” de Judas Priest. También merecen mención Poison, Alan Parsons Projet y Queen, anteriormente utilizadas.
“Cobra Kai” es de esas series que reclaman toda tu atención cuando te ubicás frente a una pantalla, en el sentido de que no se puede hacer otra cosa que ver todos sus capítulos de corrido. Diez episodios de treinta minutos cada uno que te insumirán cinco horas de aislamiento bien gastadas, si lo que buscás es buen entretenimiento.
La quinta temporada ya está grabada completa, y se esperan varias sorpresas y reapariciones, pero para verla tendremos que aguardar pacientemente otro año. Cuando confirmemos, como postula esta historia -y su filosofía-, que en la vida siempre hay algo más para aprender.