Cuando en 1979 nació la aventura llamada París-Dakar, probablemente pocos creerían que terminaría siendo la carrera más exigente del mundo durante tanto tiempo. Sin embargo, el espíritu desafiante del hombre lo hizo posible, y en poco tiempo, ese grupo de locos del desierto ya tenía cientos de participantes, atrayendo además a las principales marcas de motos y autos del mundo.
En 1984, el ex piloto de Fórmula 1, Jacky Ickx, convenció a Porsche, con quienes corría en el Mundial de Endurance, y la marca alemana fue la primera en poner un equipo oficial con autos desarrollados especialmente para esta carrera. Aquel primer modelo fue el Porsche 953, que era un 911 en versión 4×4, y fue el antecesor del Porsche 959, desarrollado especialmente para el Dakar, vencedor de la edición de 1986.
Pero la carrera de ese año no quedó en el recuerdo solo por el dominio de René Metge y Jacky Ickx con los autos alemanes, sino porque en un accidente aéreo, falleció el creador de la carrera, el francés Thierry Sabine. El Dakar tambaleó, pero no cayó. La empresa que había creado Sabine pudo seguir adelante, y la apuesta de más marcas como Peugeot, le dieron una visibilidad mayor al evento. Contemporáneamente con lo sucedido con Sabine, en ese año 86, el Campeonato Mundial de Rally había sufrido una tragedia quizás más fuerte. La muerte del campeón Henri Toivonen en Córcega, había decidido a la FIA a desactivar los autos de Grupo B, esos prototipos impresionantes de 600 CV que parecían indomables.
Sin saberlo, una tragedia se solapó a la otra, y las marcas, que tanto dinero habían invertido en el Grupo B, encontraron en el Dakar, un lugar donde seguir compitiendo con esos desarrollos, e incluso seguir evolucionándolos.
Las noticias de la carrera que llegaban a Argentina eran muy escasas. Apenas una mención en los diarios con una foto de teletipo de mala calidad y eventualmente algún reporte en los noticieros internacionales. Sino, había que esperar a las revistas especializadas nacionales y un mes más tarde a las europeas, donde realmente se apreciaba el valor que tenía la carrera.
Un grupo de argentinos, sin embargo, quiso animarse al Dakar. No eran pilotos ni ingenieros o preparadores. No eran personajes del automovilismo argentino. Y eso le ponía una dosis mayor de locura a la idea. Los integrantes eran Daniel Buteler, un economista de 31 años, Carlos Sarthe, consultor de 33 años, Oscar Safar uno de los mecánicos del grupo que tenía 31 años, Oscar Gómez Comelli, un contador de 34 años, José Bordas, el otro mecánico y el más joven del grupo con apenas 22 años, el Dr Alberto González Virgili, médico de 43 años, el empresario Daniel Gil, con 32 años, y Luis Romero, un radiólogo de 44 años de edad.
Por esa misma escasa información que se tenía de la carrera, porque no existía internet sino Telex y los fax estaban recién apareciendo, las comunicaciones para coordinar una aventura semejante eran todo un problema. Teléfono y correo postal eran el modo de averiguar todo lo que fuera necesario, y de enviar la documentación que requerían los organizadores. Quizás esa haya sido la principal razón por la que una de las opciones iniciales, que era alquilar autos en Europa, se dejó de lado, y en cambio, se decidió construir los autos de carrera en Argentina.
El auto elegido fue el recientemente lanzado Renault 18 GTX II 4×4 en versión Break, del que se habían fabricado solo 1.500 unidades con un motor 2 litros. El auto era una revolución para la época, porque los vehículos doble tracción eran solamente las pick-up y algún importado como los Subaru que ya lucían el logo de 4WD en sus carrocerías. Consiguieron comprar dos autos usados, uno de 1986 y el otro de 1985, ambos con pocos kilómetros y un excelente estado de conservación. Si bien eran autos nuevos, el tratamiento de un 4×4 de estas características podía haber dejado huella y por eso era importante encontrar autos que estuvieran enteros.
Por esos años, todavía existía Vefra (Vehículos Especiales de Fabricación Renault Argentina), que había producido modelos históricos como el Renault 12 Alpine. Dos hombres claves de la empresa eran Osvaldo De Simone y Antonio Martino, quienes lidereraron el proyecto Dakar, acompañados por los dos mecánicos del grupo, Oscar Safar y José Bordas. No había mucho tiempo, sino más bien poco. En menos de un año, los dos R-18 argentinos tenían que estar largando desde la rampa de París, rumbo a Senegal.
Por la profesión y contactos de algunos de ellos, se consiguieron buenos sponsors, entre ellos los Supermercados Carrefour, que hacía apenas cuatro años que estaban en el país, y que por ser de origen francés, encontraron una buena vidriera en el Dakar para ser más conocidos en Argentina. Pero los montos no eran suficientes, y todos los integrantes del equipo debieron vender autos particulares y hasta empeñar valores personales para alcanzar el presupuesto que permitiera comprar y preparar los autos, trasladarlos a Francia, correr la carrera y regresar.