Cuando empieces con el entrenamiento, lo primero que debes tener en cuenta es la posición, que tiene que ser lo más hidrodinámica posible, es decir, que puedas disminuir tu resistencia al avance y mejorar tu propulsión de brazos. Si te fijas en los nadadores profesionales que compiten en mundiales o competiciones grandes, verás que cada uno tiene su estilo, pero todos son hidrodinámicos. Analiza cuál es la postura que te va más cómoda a ti para nadar más rápido, pero piensa que, si al principio no te encuentras cómodo con ninguna, deberás acostumbrarte.
Ponte una rutina de entrenamiento que combine el nado rápido con el nado lento. Por ejemplo, puedes hacer lo siguiente (o con pequeñas variaciones):
- Nado continuo intensivo: sube un peldaño la intensidad de tu nado pero no mucho, porque debes mantenerlo durante un tiempo prolongado, más o menos de unos 30 minutos.
- Nado continuo variable: haz cambios de ritmo de tu nado para mejorar tu velocidad explosiva, fundamental tanto en los primeros metros de la carrera como en los últimos. Esta técnica introdúcela en tu entrenamiento poco a poco, es decir, al principio cambia de velocidad a cada pocos minutos. Ten en cuenta que los cambios de velocidad deben ser lo más radicales y explosivos posibles.
- Nado en repeticiones largas: haz repeticiones de unos 2 o 3 minutos nadando a 160 o 170 pulsaciones por minuto y siempre con descanso de entre 20 y 30 segundos.
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Mírate en vídeo y analízate. Desde el agua es difícil comprobar, por ejemplo, si estamos bien colocados en el agua o si las brazadas son cortas o largas. Si te grabas o vas guardando tus vídeos, verás qué puedes mejorar y si lo estás haciendo mejor con el paso del tiempo. Ya sabes que todo es ponerse y querer.
