Por Ernesto Edwards/Filósofo y periodista @FILORORCKER
Con el inicio de diciembre, y a punto de cerrarse 2022, es momento para una reflexión. También desde el rock
Comenzó diciembre, y como generalmente sucede ello nos lleva a cavilar acerca del paso del tiempo, de su percepción subjetiva y de la necesidad cognoscitiva que habitualmente experimentamos.
Abordemos la cuestión, asociada a diciembre y al rock, en unas cuantas historias a través de unas canciones que aluden al tema. Pero también desde situaciones diversas que en el mundo del rock sucedieron marcando una reflexión acerca de la vida y la muerte a partir de algunos hechos sobresalientes protagonizados por indiscutibles íconos de este sector.
Este 3 de diciembre pasado fue el cumple número 74 de Ozzy Osbourne. La historia del rock registra muy pocos personajes en cuanto a nivel de exposición y de situaciones extremas vividas, en el escenario y en la vida privada, como Ozzy Osbourne (Birmingham, Reino Unido, 1948), el otrora vocalista líder de la legendaria Black Sabbath y luego exitoso solista. Y el conocimiento masivo del rocker sucede hasta tal punto que el gran público lo conoce más por sus anécdotas que por su vasta y rica producción como el notable compositor e intérprete que es. Desde su medianamente prolongado paso por la cárcel tras robarle a una vecina, pasando por el murciélago mordido y escupido en plena función, las palomas descabezadas a puras dentelladas en una reunión con su discográfica, orinar en público un monumento nacional, y la inhalación de líneas de hormigas, hasta el intento de asesinato a su esposa, estrangulándola. Capítulo aparte son sus demenciales excesos con drogas de todo tipo y calibre. La historia sería incompleta e injusta si no se mencionara la verdadera dimensión de este monstruo sagrado del rock. Recordemos, por caso, que Black Sabbath le disputa a Led Zeppelin haber sido el grupo iniciador de ese gran subgénero rockero que se conocería como Heavy Metal. Y que tenía características especiales en cuanto a su temática y tratamiento, con letras oscuras y siniestras de referencias ocultistas y una música de corte ominoso. No por nada “Black Sabath” alude a aquelarres y misas negras.
En el universo rockero de Argentina el 4 de diciembre de 2009 será recordado para siempre como el día en que el filósofo místico del rock Luis Alberto Spinetta recorrió durante cinco horas y cuarenta y ocho canciones -en el estadio de Vélez Sarsfield en Buenos Aires-, con el nombre de “Spinetta y las Bandas Eternas”, a modo de tácita despedida personal, cuatro décadas de exitosa y prestigiosa carrera artística, exhibiendo junto a sus compañeros de cada formación el vasto catálogo de bandas legendarias como Almendra, Pescado Rabioso, Invisible, Spinetta Jade y Los Socios del Desierto, además de aquellos que lo acompañaron de alguna u otra manera en su carrera solista, como Charly García, Gustavo Cerati, Ricardo Mollo, Juanse y Fito Páez. Con invitados como Javier Malosetti y Leo Sujatovich. Con parte de su familia, como sus hijos Dante y Valentino, y su hermano Gustavo. Y permitiéndose versionar a Pappo, Litto Nebbia y Manal. Que alguien pueda acreditar en su catálogo, y en una sola noche, canciones como “Alma de Diamante”, “Maribel Se Durmió”, “Rezo por Vos”, “Durazno Sangrando”, “Despiértate Nena”, “Me Gusta Ese Tajo”, “Post Crucifixión”, “Muchacha Ojos de Papel” y “No Te Alejes Tanto de Mí”, es demasiado. “Bandas Eternas” fue el show que marcó por voluntad propia de Luis Alberto el cierre de la totalidad de sus etapas musicales, y también el recorrido por toda la evolución filosófica de su pensamiento.
Y este viernes 8 podremos evocar algunas situaciones contrastantes acerca de dos referentes del máximo nivel en cuanto a lo artístico y filosófico. Dos creadores que de tan conocidos, estudiados, analizados e interpretados en esta Columna de Opinión, sobran las palabras. Por un lado, en 1980, en el portón de entrada del Dakota Building -frente al Central Park neoyorkino-, el asesinato de John Lennon, uno de los Cuatro Fabulosos de Liverpool y encumbrado pensador contemporáneo que revolucionó con su actitud y con sus letras el campo de la cultura popular. Y por otro, en 1943, el nacimiento de James Douglas Morrison, el Rey Lagarto, el mítico creador, poeta, líder y frontman de The Doors, que también se destacara como un original adaptador de William Blake y Friedrich Nietzsche. Un hecho no menor, ese mismo día 8 de diciembre, pero en 2004, fue el asesinato del fundador de Pantera, Dimebag Darrell, en un concierto de su propia banda de entonces, Damageplan.
En nuestro país la temporada veraniega se avecina. Pensemos también en que del otro lado del hemisferio diciembre se avizora diferente. Es el prólogo del inminente invierno, de aletargamientos y ensueños. De crepúsculos y ocres. Y de historias diversas.
No por nada, con el mismo título “December”, se amontonan canciones de Colective Soul, Neck Deep, Zeamsone, Popoff, Static – X y JAY – Z. Y también saca chapa de hit “My December”, de Linkin Park. Esa que dice “Este es mi diciembre. Esta es mi época del año. Todo esto es tan claro… Esta es mi casa cubierta de nieve. …Y daría todo sólo por tener con quien volver a casa”.
Como cierre quedémonos con las dos siguientes. Por un lado los de Illya Kuryaki, con “Diciembre”, y esa canción de amor y nostalgia: “Y con razón
te reías. Diciembre puede ser un mes fatal”. Esperemos que no. Y por otro, “Violet Hill”, esa bella canción de Coldplay: “Fue un largo y oscuro diciembre. Desde los tejados, recuerdo. Había nieve, nieve blanca.Claramente lo recuerdo. …Si me amas, ¿no me lo harás saber?” ¿Y cómo negarse a un pedido así?Del modo que sea, un año más está por terminarse. Y quizás ello signifique que nos queda un año menos. Por un lado el enigma y la incertidumbre del porvenir, aún entre esperanzas difusas. Y por otro, el balance de lo vivido. Es lógico pensar que difícilmente se pueda ser feliz mañana si ayer no te esforzaste aunque sea un poco por consegu