Jair Bolsonaro moderó su discurso radicalizado desde que la justicia brasileña ordenó investigar su rol en la intentona golpista del 8 de enero. Ya ni siquiera se presenta en su cuenta oficial de Twitter como presidente y candidato a la reelección, como lo hizo hasta hace unos días.
En su biografía de esa red social se define ahora con un sobrio “38° presidente de Brasil”, delante del número 39°, su sucesor en el cargo, Luiz Inácio Lula da Silva.
Pero más allá de esta aparente moderación dialéctica, su círculo político más cercano considera muy probable que su líder, tarde o temprano, será inhabilitado políticamente por la justicia. Temen, en concreto, que no pueda presentarse como candidato presidencial en 2026, tal como le sucedió a Lula en 2018, cuando fue condenado por corrupción en un fallo finalmente anulado por la justicia.
Por ello, el bolsonarismo duro busca alternativas. Con dirigentes poco carismáticos a su alrededor, varios pusieron la mirada en la ex primera dama, Michelle Bolsonaro.
Michelle Bolsonaro tiene buena imagen, pero menos carisma que su esposo
Michelle de Paula Firmo Reinaldo Bolsonaro tiene 40 años. Nació en Ceilandia, cerca de Brasilia, en un hogar de origen humilde. Tras coquetear con el modelaje, entró al Congreso como secretaria y allí conoció a Bolsonaro, de 67 años, en 2007.
La pareja se casó ese mismo año y tiene una hija en común. Michelle además tiene otra hija de una relación anterior.
La ex primera dama tiene algo a su favor en clave política: es miembro de la iglesia evangélica brasileña, uno de los bastiones electorales de su esposo. Es muy religiosa, concurre a misa todos los domingos y participa en forma activa en su congregación. Su marido, por el contrario, es católico.
“Tiene buena imagen, pero menos carisma que Bolsonaro, obviamente”, dijo a TN el analista brasileño Antonio Lavareda, especialista en comportamiento electoral.
El movimiento evangélico es clave para el bolsonarismo radical
Su profunda religiosidad arrastra muchísimos votos para su marido dentro del poderoso movimiento evangelista brasileño que representa al 30% del electorado.
Durante la última campaña, sus continuas alusiones bíblicas fueron un bálsamo para los fieles de su iglesia. En un discurso ante cientos de feligreses llegó a afirmar que Brasil enfrentaba “una lucha entre el bien y el mal” y que el gobierno de su marido estaba consagrado al Señor, mientras que los dos anteriores de Lula estuvieron dedicados “al demonio”.
Sin embargo, el círculo íntimo de la familia Bolsonaro es consciente de que a Michelle le falta combatividad, el condimento necesario para agitar a las masas de la derecha radical brasileña que buscó derrocar a Lula.
“Tiene un estilo dulce, equilibrado, amoroso”, afirmó Lavareda.
Los bolsonaristas radicales creen que a Michelle le falta esa chispa que le sobra a su marido para encender cualquier mecha, incluso la que ponga en serio riesgo a la democracia.
“Es un buen complemento para el marido. Pero sola, como protagonista, le faltaría la testosterona del discurso rabioso, del culto a las armas, de los ataques violentos a los adversarios, que están en la raíz de la base del altar del bolsonarismo”, afirmó el analista.
El Partido Liberal busca candidato
Pero el derechista Partido Liberal (PL) quiere ir sobre seguro. El analista político Guilherme Amado dijo que la dirigencia ya comenzó a buscar un sustituto de Bolsonaro porque considera “inevitable” su proscripción. “Trabaja con la perspectiva de que Michelle Bolsonaro sea su heredera política”, escribió Amado en el portal Metropoles.
Michelle ya está afiliada al PL y arrastra a la masa evangélica detrás de su figura. “La idea del PL es ampliar el espacio de actuación de la ex primera dama, de manera de prepararla para eventualmente ser el nombre del partido y del bolsonarismo en la disputa de la presidencia en 2026″, afirmó Amado.
El gran problema de este plan son los hijos de Bolsonaro, en especial Eduardo y Flávio, miembros del Congreso Nacional y laderos del expresidente. Ambos tienen aspiraciones políticas y no se bajarían fácilmente de una eventual carrera por el poder en caso de que su padre quede inhabilitado.
La decisión final, dentro de la óptica de una familia muy conservadora, recaería entonces sobre el mismo Jair Bolsonaro, en una interna de difícil solución.