Autor: Ismael “Paco” Hase. Dirección: Roberto Antier. Intérpretes: Fabián Vena, Viviana Saccone, Enrique Liporace, Héctor Calori, Pablo Sorensen y Kitty Locane. Producción general: Aldo Funes. Sala: Enrique Carreras, Entre Ríos 1828, Mar del Plata. Funciones: martes a domingo, a las 21.30; y viernes y sábados también, a las 23.30. Duración: 90 minutos.
MAR DEL PLATA.– Hay algo del grotesco criollo de Armando Discépolo y también de la atmósfera de Esperando la carroza de Jacobo Langsner, pero, sobre todo, de la esencia costumbrista de Ismael “Paco” Hase el autor de esta comedia que lleva su sello. Hase ha rubricado piezas como Bailarín compadrito y fue el responsable de los libros del recordado unitario televisivo Buscavidas, con Luis Brandoni y Patricio Contreras, entre muchos otros títulos.
La divina familia es una comedia no pretenciosa, pero cálida y cordial. El conflicto se dispara cuando a una familia, de típica clase media desbarrancada, le surge una invitación para visitar Mar del Plata, oportunidad para que todos puedan conocer el mar. La ilusión rápidamente se esfuma cuando no saben con quién dejar al perrito mascota, ya que no hay posibilidad de poder llevarlo de viaje.
La galería de personajes es bien arquetípica y al modelo padre, madre, hijo e hija, se le suma el “nono” y el tío, hermano de la madre, quienes están conviviendo con todos ellos. Ideal para un público maduro, la obra transita por todos aquellos tópicos que hacen a la vida familiar en un marco donde la plata no alcanza y los enredos sobran.
Fabián Vena, interpretando al padre de familia, se luce como un muy buen comediante que maneja la palabra y los gestos con gran ductilidad. A su lado, Viviana Saccone, la esposa, ama de casa abnegada, domina el oficio y transita muy cómoda el escenario. Quizás, es un desacierto el tono que utiliza al hablar, algo injustificado, pero que no opaca su destreza actoral.
Da gusto ser espectador de Enrique Liporace, quien no hacía teatro desde que formó parte de Más respeto que soy tu madre, la obra encabezada por Antonio Gasalla, que fue un suceso en Buenos Aires y Mar del Plata. Liporace interpreta al abuelo del clan con mucha gracia y enternece con sus parlamentos dichos desde una silla de ruedas.
Héctor Calori, por su parte, es toda una revelación. De dilatada trayectoria en la ficción televisiva, es un placer ver sobre el escenario a este actor que compone al tío de la familia, un bon vivant de barrio, con mucha gracia y habilidad escénica, logrando momentos muy divertidos.
Pablo Sorensen se mueve con gracia y Kitty Locane apela a la picardía para componer a su criatura, ambos en el rol de los hijos del matrimonio dueño de casa, que podrían haber sido más explotados desde la dirección de Roberto Antier. El director manejó correctamente el tempo que requiere un texto de este tipo, pero con ciertas previsibilidades.
La escenografía recrea la cocina de la casa, eje neurálgico de la familia, con logrados detalles de ambientación.
La producción corresponde a Aldo Funes, quien, desde hace años, apuesta por las comedias protagonizadas por actores populares, algo que se celebra y agradece. Este año, el empresario, además de La divina familia, produce Más que amigos en el Teatro Santa Fe de Mar del Plata y Mi suegra o yo en La Casona de Buenos Aires.
La obra no da más de lo que pretende y, a pesar de lucir algo añeja, no deja de hacer pasar un grato momento a la platea familiar o de adultos mayores, el grueso del público seducido por la estirpe de los materiales costumbristas.
La sala Enrique Carreras es bien propicia para este tipo de obras que recuerdan a aquellas temporadas estelares encabezadas por la familia Carreras. Hace 49 veranos, Mercedes Carreras y su marido Enrique Carreras fundaron este teatro por cuyo escenario desfilaron figuras como Tita Merello y Luis Sandrini.