Lo que había comenzado como un hobbie de un estudiante de ingeniería se transformó en un pujante emprendimiento familiar de cervecería artesanal en Berdier, partido de Salto. Cómo se gestó la idea de llevar un vagón de subte al medio del campo y transformarlo en un bar que es furor en la zona.
Ala hora de la siesta, en Berdier sólo se escuchan las incansables cotorras. En este pequeño pueblo de 200 habitantes de la provincia de Buenos Aires reina toda la tranquilidad que el vagón de subte Siemens-Schuckert-Orenstein & Koppel nunca tuvo a lo largo de su “vida laboral”: 83 años después de su fabricación se jubiló para transformarse en una cervecería y descansa del ruido citadino debajo de los árboles y con el horizonte pampeano de fondo. “Fue un gusano de Buenos Aires, yendo por debajo de la ciudad; ahora se retiró y está con nosotros”, dice entre risas Santiago Valarino, el fundador de Beerdier, un emprendimiento que revolucionó esta localidad rural que pertenece al partido de Salto.
Guillermo Valarino y su hijo, Santiago. Los creadores de Beerdier.
Guillermo Valarino y su hijo, Santiago. Los creadores de Beerdier.
¿Cómo fue que un vagón, que fue utilizado en todas las líneas de subte de la Ciudad –menos en la Línea B-, terminó en plena pampa húmeda? Vamos paso a paso. La historia de Beerdier comenzó allá por 2016, cuando Santiago, entonces estudiante de Ingeniería Civil, cocinó por primera vez cerveza en su departamento de La Plata con una olla de fideos y enfriando el fermento con hielo en la bañadera. Era el principio del boom cervecero y la capital bonaerense bullía de creadores por doquier. Santiago recuerda que la primera vez que hizo una tanda potable fue “todo un descubrimiento” porque jamás se hubiera imaginado que hacer su propia cerveza era algo realmente posible.
Al poco tiempo, ya recibido, volvió a Salto y consiguió un trabajo en el que debía viajar seguido a localidades vecinas: un pequeño detalle que desencadenaría el resto de la trama. Cuando se enteró que un compañero vendía un equipo de cocción cervecera de 70 litros, le pidió a su padre, Guillermo, que lo fuera a ver ya que él se encontraba de viaje. “Pero él me redobló la apuesta”, recuerda Santiago.
Hoy producen y venden en promedio 9 mil litros de cerveza por mes.
Hoy producen y venden en promedio 9 mil litros de cerveza por mes.
Guillermo jamás había cocinado cerveza. No tenía idea de cómo era el proceso. Pero sus genes emprendedores se activaron a toda máquina. “Compremos un equipo más grande, me gusta la idea”, le dijo. Sin esa propuesta “alocada”, tal vez no hubiese nacido esta microcervecería que no para de crecer.
Los comienzos
“No queríamos estar encerrados adentro de un galpón en el medio de la ciudad”, explica Santiago cuando se le pregunta cómo llegaron a Berdier. “Buscamos un entorno que sea lindo, así que nos vinimos hasta acá, que está a 12 km de Salto, y encima el nombre nos vino al pelo”, dice, en clara alusión al juego de palabras que le dio entidad al proyecto y que, cuya marca, ya estaba definida antes de lo pusieran en marcha.
Las choperas en el vagón de origen alemán.
Las choperas en el vagón de origen alemán.
Los Valarino empezaron a cocinar cerveza con un equipo de 250 litros. Enseguida, un bar del Salto les compró la primera tanda. Después se sumó otro. Y otro. Llegaron a Arrecifes y a otros pueblos de la zona.
La cervecería comenzó a crecer de manera muy rápida. Sumaron gente para poder cumplir con las entregas y los pedidos que no paraban de llegar. Todo lo que generaban, lo reinvertían. Cambiaron los equipos de cocción, compraron más barriles. En un principio, las variedades que más salían eran las golden y kolsch, también alguna scotish. Al tiempo, llegó el momento de las IPA, APA y todas las lupuladas. “Ahora es lo que más se vende”, cuenta Santiago.
“Siempre priorizamos la relación con el entorno y por eso todas nuestras etiquetas, por ejemplo, tienen animales característicos de la zona”, explica. “Y sobre todo respetando el entorno de Berdier, un pueblo chiquito, muy verde y cuidado, ideal para desconectar: no hay siquiera señal de teléfono. Hace un año llegó internet. Es muy lindo”, completa.
El «andén» de la Estación Beerdier.
El «andén» de la Estación Beerdier.
Próxima estación: Berdier
En 2018, Guillermo llegó con otra “locura” que terminaría de darle un cariz auténtico al emprendimiento: comprar un vagón de subte para transformarlo en un bar. “Mi viejo es así, medio arracao’ verde”, ríe Santiago. “Tiene esa magia de tirar iniciativas y después vemos”. Lejos de quedarse quieto y descansar en lo conseguido, Guillermo es como una locomotora con el objetivo puesto en la próxima estación.
Así fue como adquirieron un vagón desactivado de Subterráneos de Buenos Aires, en un remate que hizo el Banco Ciudad. “Pero estuvimos a punto de perderlo”, cuenta Santiago. “Justo para la época en la que teníamos que llevarlo, hubo muchas lluvias y el camino estaba intransitable. Nos habían puesto una fecha límite para sacarlo del taller de Polvorines. Si no, perdíamos la compra”, agrega.
Finalmente, tras idas y vueltas y mucha tensión, lo pudieron llevar hasta Berdier. Lo estacionaron justo al lado de la fábrica y empezaron a armarlo de a poco. Los vecinos pasaban y miraban azorados semejante yuxtaposición de realidades. Campo y ciudad, unidos en la pasión por la cerveza.
Sin embargo, hubo que esperar para verlo en “funcionamiento”. Justo cuando estaba todo listo para abrir, estalló la pandemia. Recién pudieron inaugurarlo a fines del 2020, con todos los protocolos.
Desde un primer momento, el público abrazó la propuesta con entusiasmo.
Desde un primer momento, el público abrazó la propuesta con entusiasmo.
“Fue un boom la apertura”, cuenta Santiago. El vagón se transformó en un imán para toda la gente de la zona y también para turistas que llegan los fines de semana. Es una parada obligada si pasás por ahí: “El bar de fábrica es nuestro lugar insignia, la gente puede ver a probar la cerveza, ver la fábrica y también comer”.
La carta es bien cervecera (hamburguesas, pizzas, empanadas) y una vez por semana hacen un plato especial, por ejemplo, bife de chorizo a caballo con papas y verduras asadas, sándwich de pollo frito o lomitos con salsa criolla. “Además siempre traemos algún espectáculo”, informa Santiago.
Hasta Beerdier llega público de la zona y también turistas durante los fines de semana.
Hasta Beerdier llega público de la zona y también turistas durante los fines de semana.
Pinta a pinta
El crecimiento de Beerdier fue exponencial. En los comienzos solían vender alrededor de mil litros mensuales: hoy están en 9 mil, con picos de 20 mil. Además, el proyecto está acompañando el proceso de expansión del propio pueblo, sobre la base de un turismo rural que aumenta año tras año.
Gran parte del equipo son jóvenes del mismo pueblo.
“Siempre miramos para adelante, pero cuando nos sentamos dos minutos a pensar lo que avanzamos en estos años… es increíble”, reflexiona Santiago. Lo que había comenzado como un proyecto de padre e hijo, hoy se convirtió en una pequeña empresa que emplea a una familia entera y también a otros jóvenes de Berdier, que son la prioridad de los Valarino. “Hoy me acuerdo de cuando con mi viejo cocinábamos los dos solos, con un equipito de 250 litros, lavando los barriles a mano, y no lo puedo creer, es hermoso”. (La Nación)