El oro es reconocido como uno de los materiales de más valor en todo el mundo. Encontrarlo hace suponer rápidamente que se está ante la latente posibilidad de convertirse en millonario, y buscarlo -a priori- debería ser una tarea por demás difícil, que requiere de una maquinaria gigante y de un presupuesto altísimo.
Mariano Calderón y Sergio Zubarán destierran los mitos de ambas suposiciones: ni encontrar oro te vuelve una persona millonaria, ni para empezar a buscarlo se necesitan herramientas impagables. ¿Qué es lo que se necesita entonces? “Curiosidad, entusiasmo, perseverancia y ganas de estar en contacto con la naturaleza. Con eso se puede arrancar”, cuenta el primero.
Calderón, de 41 años, vive en San Martín de Los Andes, tiene cuatro hijos, un nieto, trabaja de recolector de basura y hace 6 años abrió su propia verdulería. En sus ratos libres agarra el detector de metales y recorre toda la ciudad para despuntar el vicio. “Fui probando en cada arroyo que veía. Soy pionero en muchos lugares por haber descubierto muchos arroyos nuevos en donde hay oro. En San Martín solo una vez se había encontrado oro”.
Zubarán, de 54, vive en la ciudad de Federación, Entre Ríos, y hace muchos años que es dueño de una barbería. Hoy, ya con sus hijos en una edad adulta, se permite dejarles el negocio familiar a ellos y salir a recorrer distintas zonas del país. “Fui criado a orillas del Río Uruguay. Siempre anduve juntando piedras, me crié entre los arroyos. La curiosidad de niño siempre la tuve y de grande puedo cumplir mi sueño”.
Los dos fueron subestimados por gente que los conocía y los trataba de locos. Hoy esas mismas personas les preguntan cómo hicieron para encontrar oro, los reconoce por la calle y hasta, en el caso de Mariano, les pide que haga excursiones por San Martín de Los Andes para enseñarles a buscar chispitas doradas.
Recolector de basura de mañana, buscador de oro por la tarde
Mariano Calderón comenzó su relación con el oro tiempo después de la pandemia, sin embargo, para él la conexión con las chispas doradas que se encuentran entre las piedras se inició mucho tiempo antes. “De chico quería ser arqueólogo, siempre me gustó. Y como en donde vivo hay muchas montañas, cordilleras y arroyos, se me ocurrió probar”, contó.
Sin herramientas, lo único que tenía a mano era un celular para ver videos en Youtube e instruirse virtualmente. Luego, como él dice, empezó a “molestar” a las personas que admiraba para preguntarles cómo tenía que hacer para encontrar oro. “Traumé a mi familia mirando videos”, dice entre risas. Una familia que primero se le rió, luego le dijo loco y cuando vieron su entusiasmo lo apoyaron a muerte: “Mi mujer siempre me anima a que siga, ella ve que me hace bien”.
Sus inicios en la búsqueda fue rudimentaria: se armó una canoba mirando un video de Youtube (hoy reconoce que no le dio “muy buenos resultados”), se compró una batea -herramienta que se utiliza para separar el oro del agua- y un detector de metales bien barato. Con eso salió a vivir la primera experiencia, con la ilusión de poder encontrar esas chispitas doradas que tanto anhelaba. Pero no encontró nada.
“Fueron 15 veces que fui y no encontré oro. Obvio que pensé en largar todo, pero volvía a mirar videos, y decía: ´si ellos encuentran yo tengo que encontrar´. Mi señora siempre me animaba a que siga, me incentivaba. Yo también me autoincentivaba a seguir haciéndolo”, contó Mariano.
Hasta que un día, un mes después de iniciar la aventura del oro, encontró unas chispas doradas debajo de unas piedras. Lamentablemente, no tuvo unos brazos que lo pudieran abrazar: “Estaba solo en el medio del campo, con mi perro que es el que siempre me acompañaba. Grite que había encontrado oro y nadie me escuchó. Fue algo grandioso, me contaba a mi mismo que había encontrado oro”.
Hoy, a 12 años de haber comenzado a trabajar como recolector de residuos y a 6 de haber abierto una verdulería, se hace un tiempo cada vez que puede para ir a buscar oro. “A las 14:00 termino de trabajar en el camión y salgo de recorrida. Estoy mayormente en lugares donde me autorizan porque gran parte son parques nacionales”, detalla.
Calderón, según cuenta, para en cada arroyo que ve, hace un cateo -una búsqueda inicial para saber si hay minerales- e investiga. “Me instalo y empiezo a probar, muevo material y pruebo. Si encuentro sigo para ver si es rentable que yo me quede en ese lugar. Eso depende de la cantidad de oro que haya. Al hacerlo por hobby, a mi no me interesa cuánta cantidad de oro haya”, explica.
“¿Cómo son las pruebas? Perforo 50 centímetros hasta llegar a cierto material que me indique que hay oro atrapado porque, al ser más pesado, está en la profundidad. A partir de eso completo cuatro baldes en los que debería sacar algo de oro. Si no saco en esos cuatro baldes es porque no hay”, señala Mariano sobre su técnica.
Las satisfacciones de él no tienen que ver con lo monetario. Sino, se hubiese enojado con aquella vez en la que su esposa le tiró a la basura un frasco con cinco gramos de oro porque “lo confundió con pan rallado quemado”. Para él hay otras cosas que lo hacen feliz: “Me trae muchas satisfacciones conocer gente que se quiera contactar conmigo para aprender y estar en contacto con la naturaleza”.
Calderón, a sus 41, se permite seguir soñando: “Espero que el día de la mañana pueda trabajar de esto. Sería un sueño vivir de lo que me gusta. Y no me refiero a encontrar grandes cantidades, sino a enseñarle a la gente a hacer esto. Que la gente lo vea como un hobby para tener conexión con la tierra”.
Para eso, tiene un canal de youtube llamado “Señor oro” donde le explica a la gente cómo encontrar esas pequeñas chispitas doradas. Mientras, trabaja para iniciar un nuevo emprendimiento: “Quiero enseñarle a la gente a buscar oro en San Martín de Los Andes. Que sea una especie de excursión que tengan a mano”, dice.
Una recorrida nacional con un solo objetivo: tener la jubilación
Sergio Zubarán se crió a orillas del río a Uruguay y durante toda su adultez se dedicó a trabajar en su barbería. Hoy, que sus hijos son más grandes (25 y 21 años), se da el gusto de viajar durante 15 días por toda la Argentina para encontrar oro. ¿Cómo inició su pasión? En la pandemia, cuando para matar el tiempo empezó a ver videos de Youtube y le picó el bicho explorador.
“Empecé yendo a Uruguay, que me permitía ir en el día. La primera vez fue una desilusión total, escarbé un montón y no saqué nada. Pero yo soy medio cabeza dura y cuando volví a ir sacamos una chispa con uno de mis hijos. Empezamos a festejar como si hubiese hecho un gol Argentina”, relató Sergio sobre su primera conquista.
Antes de viajar a buscar oro a El Bolsón, San Martín de Los Andes, Misiones y el norte del país, encontró un grupo de buscadores en Facebook que lo ayudó para iniciarse en la actividad: “Fui viendo videos de gente de Argentina y conocí a una persona que vive en la orilla del Lago Gutiérrez (Bariloche). Viajé hasta allá para conocerlo, me saqué fotos con él. Para mí fue como conocer a Messi”.
Esos encuentros los fueron forjando en la temática, y con el tiempo cambió el precario detector con el que inició por uno mucho más moderno. También encontró mejores técnicas: “Me fui dando cuenta dónde estaba el material pesado y depositado. Uno aprende a leer el arroyo, el paisaje, lo que está detrás de las rocas. La naturaleza misma te dice dónde puede haber oro”, dice.
Al igual que Mariano, Sergio no lo hace para convertirse en millonario, sino que se dedica a buscar oro por dos motivos. El primero es la naturaleza: “Para mí es vivir la aventura, la naturaleza a pleno. Donde yo voy no hay señal, no hay teléfono ni internet. Soy yo y la soledad. El silencio, los pájaros y las vacas. La naturaleza y el buscador son uno. Aprendés a escuchar el silencio. Uno se encuentra consigo mismo”.
Y el segundo motivo es espiritual. No lo hace por dinero porque esto no alcanza para ser millonario, aunque sí para una pequeña recompensa. “Esto te baja a tierra, te elimina los problemas y la angustia. Pero el que encuentra oro nunca lo abandona. Yo estoy juntando para mi jubilación. Cuando ya no pueda ir más, voy a sacar mi oro, lo voy a fundir y lo voy a vender”, contó.
“La gente que conozco que vive de esto, es una vida muy sacrificada, salen todos los días a buscar el pan de esa forma. Van de sol a sol, no importa si llueve, si hay tormenta o si hay grados bajo cero. Es una vida dura. Es meterte en el agua, hasta las rodillas. A veces el agua está estancada, tiene olor. Por hobby todo es lindo porque cuando te cansas te vas a la cabaña donde alquilaste. Es la otra cara”, cuenta Sergio.
Desde San Luis, donde realiza una nueva expedición, Zubarán recuerda su conquista más grande: “Fue una pepita que pesaba 10 gramos y medio. Era una bestia”. “Una vez que lo miras cara a cara al oro nunca más los dejás. Es precioso. No podés creer que sacaste oro”, agrega.
Sergio contó que al principio su familia lo trataba de loco, pero que su respuesta fue una sola: “Quería vivir la aventura del oro. Vivirla y experimentarla, no la quería ver por televisión”. Hoy, su familia lo acompaña: “Están súper contentos porque saben que mi locura dio resultado”.