La mano va segura y fina sobre el papel. Arbolitos, calles, monumentos, edificios y casas. La ciudad va creciendo gracias al trazo milimétrico de su lapicera de punta ínfima. Abraham Gómez y sus dibujos se transformaron en un boom de las redes.
Él es peruano y estudiante avanzado de Arquitectura en la Universidad de La Plata, y un dibujante vocacional casi, casi desde que empezó a caminar. Pero ahora, su descubrimiento azaroso -subió sus dibujos a las redes y se viralizaron de manera asombrosa- le permite ganarse la vida haciendo lo que más le gusta: dibujar.
Sus dibujos de ciudades, hechos con pasión, puntillosidad y paciencia se transformaron en un suceso viral y una puerta abierta a nuevas experiencias que jamás imaginó. Le piden dibujos de ciudades -más de treinta lleva hechas- y hasta mapas, como por ejemplo, uno que contempla todas las batallas que tuvieron lugar en nuestras islas Malvinas en 1982.
Abraham, de 27 años, tiene una obsesión por las ciudades. De hecho, el día de mañana piensa dedicarse, como arquitecto, a temas como la planificación urbana. La Plata fue el detonante de aquel pasatiempo durante la pandemia que ahora se transformó en trabajo de tiempo completo: dedica no menos de siete horas por día para la confección de sus ciudades -cuadros, obras que le demoran no menos de 15 días para verlas terminadas-.
Ahora ¿cómo lo hace? ¿Cuál es su método? Él piensa primero cómo son las ciudades que dibuja. Luego, está lo sentimental. Cada ciudad es un secreto a develar. Él destaca algunos aspectos emblemáticos de ellas, que pueden ser calles, edificios o monumentos.
Nuestro dibujante es el resultado de distintos intereses que confluyeron en él. Le gusta mucho la cartografía, por eso estudia y explora los mapas. Le gustan, obviamente, las ciudades y sus secretos (como por ejemplo, La Plata y sus diagonales, una ciudad pensada antes de ser construida) y le gusta cómo su trazo mínimo va creando la urbe que se propone conocer.
No utiliza escalas, reglas ni transportador. Su estilo es » a mano alzada” y con unas tres lapiceras que tienen puntas tan finas que lo obligan a veces a trabajar con el auxilio de una lupa.
Abraham solo se ayuda mirando las ciudades a vuelo de pájaro en Internet y después elige el modo de dibujarlas, la perspectiva y algunos toques especiales que caracterizan su trabajo: los espacios verdes, por ejemplo, están pintados de celeste.
Su trabajo se difundió tanto que ya hay empresas interesadas en sus pequeñas obras de arte, que pueden hacer gigantografías o murales para lucir en paredes, antesalas, galerías o despachos.