«Soy mexicano».
Esa fue la respuesta que dio el director de cine Guillermo del Toro cuando le preguntaron en 2018 sobre cómo lograba el balance para ver «la oscuridad del ser humano y convertirla en historias de terror y fantasía y a la vez ser una persona alegre y amorosa».
«Soy mexicano. Nadie ama más la vida que los mexicanos porque somos muy conscientes de la muerte», respondió Del Toro.
Y tal vez esta sea la mejor definición sobre el director de 58 años, nacido en Guadalajara, que en esta temporada de galardones ya quedó con el premio a la Mejor película animada en los Globos de Oro y, en la misma categoría, un Bafta, ambos gracias a su mágica versión del relato italiano Pinocho.
La película, hecha con la técnica de «stop-motion», superó a favoritas como «El gato con botas: El último deseo», Marcel the Shell with Shoes On y Turning Red, de Pixar.
«Quiero agradecer a la Academia Británica no sólo por este honor, sino por permitir que nuestra película animada participe en categorías en las que normalmente no están permitidas. Creo que la animación no es género para niños, es medio para el arte, es un medio para el cine», dijo Guillermo del Toro al recibir el galardón.
Cuando le tocó recoger el Globo de Oro, remarcó que «ha sido un gran año para el cine de todos los tamaños. Un año de grandes cambios, de películas ambiciosas y de películas íntimas, y por lo tanto ha sido un gran año para la animación porque la animación es cine».
Este premio se suma al Globo de Oro como Mejor director que recibió en 2018 por otra de sus grandes producciones, «La forma del agua», que además le significó el Oscar a Mejor película ese mismo año.
Tras el premio, en BBC Mundo quisimos hacer un repaso de los tres grandes hitos del director mexicano, reconocido por transitar esa particular frontera entre el horror y la fantasía.
Pinocho
Guillermo del Toro lo ha dicho en varias oportunidades: Pinocho es la película «más personal» que ha hecho hasta ahora.
Aunque alejada del teatro del horror, el director mexicano continúa en la línea de narrar la muerte, un tema que ha tratado en otras películas.
Y en esta bella adaptación del relato del escritor italiano Carlo Collodi sobre una marioneta de madera que se mete en bastantes problemas en la búsqueda de sí mismo, Guillermo del Toro pone toda su experiencia al servicio de la fantasía, la narración de aventuras y su visión sobre el final de nuestro camino.
«Era fundamental que la vida y la muerte fueran hermanas y tuvieran un diálogo a través de Pinocho», dijo el director en una entrevista.
«La vida sin la muerte no tiene sentido, si algo no acaba, nunca empieza.»
La película, que se encuentra disponible en Netflix, fue codirigida por Del Toro y Mark Gustafson -reconocido por su trabajo en «stop-motion»- y tardó unos 15 años en realizarse.
«Cuando decía que quería hacer ‘Pinocho’, me contestaban que ya estaba hecho, y cuando añadía que se desarrollaba durante el ascenso de Mussolini en Italia, los estudios se echaban atrás. Los obstáculos engrandecen el cine; si los quitas, es la muerte de la industria», señaló.
Para los críticos esta es una de las mejores películas animadas del año y, a la vez, la mejor versión del famoso relato italiano de fines del siglo XIX.
«Si bien las adaptaciones cinematográficas anteriores -desde la aún extraña caricatura de Disney de 1940 hasta la espantosa versión de Robert Zemeckis en 2022- han priorizado una letanía populista de moral instructiva (honra a tu padre, no digas mentiras, no seas perezoso), la versión de Del Toro celebra la naturaleza de agente del caos del antihéroe, usando sus aventuras para investigar asuntos de vida y muerte con igual vigor», señala el crítico de cine británico Mark Kermode.
Por supuesto, desde ya parte como favorita no solo a Mejor película animada en la próxima entrega de los premios Oscar, sino también como candidata a derrotar las producciones de Disney y Pixar, que han reinado en esta categoría en los últimos 20 años.
El laberinto del fauno
La fantasía, uno de los sellos inequívocos que Guillermo del Toro ha explorado en su cine en decenas de filmes como Hellboy o incluso su opera prima «El espinazo del diablo», tiene su momento de gloria en «El laberinto del fauno».
Considerado por los críticos como la obra maestra de Del Toro, el filme de 2006 es un oscuro cuento de hadas ambientado en la España franquista, donde en una zona rural del norte de España una niña, interpretada por Ivana Baquero, recurre al mundo de la imaginación para escapar del horror que la rodea.
Y para Del Toro, escapar del horror de la realidad no significaba viajar a un mundo «dulcificado».
«Tengo alrededor de 200 volúmenes con cuentos de hadas que colecciono desde que era niño. Me di cuenta de que ahora los cuentos están muy dulcificados, muy homogenizados, y quería recuperar la visión oscura y el aspecto violento y trágico de los cuentos de hadas», le dijo el director a la BBC.
Ese contraste terminó convertido en un mundo que encantó no solo a la crítica -fue nominada a seis premios Oscar- sino también al público, ya que fue una de las películas más taquilleras de ese año.
Pero más allá del impacto de la historia, fue el diseño de sus personajes y de sus monstruos -que se llevaron Oscar a dirección de arte y maquillaje, además del de la categoría de fotografía- lo que quedó en la retina de los espectadores.
«Se siente que la película es una serie de cuatro o cinco imágenes brillantes, como láminas ilustrativas de un volumen victoriano o fotogramas de una novela gráfica. No había un impulso narrativo abrumador o una vida dramática interna que los animara, pero qué increíbles imágenes sueña Del Toro», escribió el crítico Peter Bradshaw.
La forma del agua
Hay películas que impulsan la carrera de un director, y hay otras que los entronizan.
En el caso de Del Toro, «La forma del agua», de 2017, se convirtió en su momento consagratorio.
La película, que se basaba en los filmes de terror de la época de oro del cine estadounidense, narra la historia de Elisa, una mujer muda que trabaja en un laboratorio y termina enamorándose de un «hombre anfibio» que está siendo estudiado en dicho lugar.
«‘La forma del agua’ es producto de una crisis personal y profesional, lo que, en el caso de los directores, es casi lo mismo», dijo Del Toro sobre esta historia.
«Venía de un par de fracasos, y puse todo en esta película y bueno, es un film que exhala vida, optimismo, esperanza, inocencia si quieres, pero vital. Llevaba 25 años conteniendo el aliento, reflexionando sobre nostalgia y pérdida, y, por fin, puedo respirar aunque sea bajo el agua», agregó el mexicano.
La película se robó la atención del público y la crítica en aquel 2017 y fue nominada a 13 premios Oscar, de los que ganó cuatro: Mejor película, Mejor director, Mejor banda sonora y Mejor diseño de producción.
Para los críticos, «La forma del agua» es una nueva versión de Del Toro de poner, a través de la fantasía, en primer plano a los «otros».
«Muestra una y otra vez la demonización del ‘otro’, la crueldad de negar la dignidad a los seres vivos. La película tiene una base segura cuando se centra en el tratamiento brutal del monstruo y la ‘falta de voz’ de Elisa», escribió la critica de cine estadounidense Sheila O’Malley.