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Måneskin, Roma y el rock

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Por Ernesto Edwards /Filósofo y periodista @FILOROCKER

El rock en Italia recobró impulso desde la aparición arrolladora de Måneskin, que con disco nuevo confirma su rumbo ascendente

Hace unos años Gustavo Cerati cantaba “Ahora es hora de colgar. Estoy perdido en la línea. Son las dos y te llamé. Desespero. Pero es mejor decir adiós e intentar mañana. …Es extraña esta ciudad”. La canción, del álbum “Sueño Stereo”, data de 1995, y se llamó “Paseando Por Roma”. Y más allá de las interpretaciones posibles acerca de su texto, nos describía una ciudad inefable. Escenario de los orígenes de casi toda la historia occidental, pero al mismo tiempo hábitat de lo que Ettore Scola desnudó magistralmente en su filme “Gente di Roma” (2003), que por sobre todo su encanto esconde personajes de lo peor.

Si vas por primera vez a la Città Eterna, seguramente convendrá hacer un recorrido a pie por la Fontana di Trevi, seguir hasta el Panteón, atravesar la Piazza Navona, cruzar el Ponte Umberto I y llegarse al Castello de Sant´Angelo, caminar unas cuadras más y recorrer la Piazza San Pietro y entrar a la Basílica del Vaticano al sólo efecto de ver La Pietà. Con alguna pausa, luego de perderse por el Trastévere, cruzar de nuevo el río y caminar por la muy comercial Vía del Corso hasta la Piazza del Poppolo y volverse por la Vía del Babuino para hacer unas fotos en la Piazza di Spagna. Y, claro, antes de irte, pasar por Piazza Venezia, el Altare della Patria, el Campidoglio, la Vía dei Fori Imperiali y lentamente aproximarse a la espectacularidad del legendario Colosseo romano y el Arco de Trajano. Y no alejarse demasiado de la Centrale de Termini. Ahora bien: ¿con este itinerario podríamos afirmar que conocimos Roma? Seguramente que no. Para conocerla no alcanza con ruinas y monumentos. Se requiere observar a su gente, y percibir el caos permanente, el vértigo brutal, la apasionada grandilocuencia, el ensordecedor ruido y las avasallantes multitudes. Y darse cuenta de que son lo más parecido a los argentinos que podremos encontrar por el mundo. Para bien y para mal.

No es noticia que Italia nunca se destacó internacionalmente por su cultura rockera. No obstante, llama la atención que Banco del Mutuo Soccorso (BMS), una de sus bandas históricas principales, incursionara en el Evolucionismo de Charles Darwin, tal como explicamos hace tiempo en esta misma Columna. Asimismo, corresponde mencionar entre los destacados a Le Orme y Premiata Fornería Marconi.

Italia, la milenaria, la otrora poderosa sede de lo que fuera el legendario Imperio Romano. La que fuera cuna del Cristianismo y la casa de la mejor y más popular música melódica de los ´50 y ´60, con inolvidables y reconocibles baladistas, como Domenico Modugno (ahora reivindicado en su reciente libro por Bob Dylan), Mina, Nicola Di Bari, Luigi Tenco, y tantos otros, que se destacaron y consagraron en un festival tan tradicionalista como el de San Remo, pareció no darle nunca espacio a un movimiento contracultural que desde lo musical fue lo más representativo que identificó a las generaciones más jóvenes, ávidos de voceros que encarnaran la actitud necesaria para rebelarse a los mandatos patriarcales que los sometían a tradiciones que ya no entendían. Pero si ahondamos un poco en la investigación, confirmaremos no sólo que no fue así, sino que además de haber tenido, y continuar en esa dirección, el rock italiano tuvo características propias. No dejemos de considerar también que los italianos, mayoritariamente devotos del catolicismo, han podido convivir con el divorcio, el aborto y además con unos rockeros que proclamaban que la Biblia era sólo un libro más. Amplitud no les falta, aunque en la actualidad sigan siendo una expresión del patriarcado en Europa.

Pero si nos quedáramos sólo con estos pocos ejemplos, estaríamos todavía recorriendo la prehistoria, porque hoy no se puede hablar de rock en Italia sin mencionar a Måneskin (en danés pronúnciese Muahnesken). Banda de cuatro jóvenes y carismáticos integrantes, todos buenos músicos, cada uno con brillo propio, en una formación clásica de cantante (Damiano David), guitarra (Thomas Raggi), bajo (Victoria De Angelis) y batería (Ethan Torchio). Con la particularidad de que a su repertorio lo han repartido entre las lenguas del Dante y de Shakespeare, y que aún así han tenido rotundo éxito en ambos idiomas, si consideramos que sus principales hits son en inglés y que la consagración internacional, tanto en el Festival de San Remo primero, y luego en Eurovisión vino de la mano de “Zitti e Buoni”, para decir: “Sono fuori di testa, ma diverso da loro. Parla, la gente purtroppo parla. Non sa di che cazzo parla…” (“Estoy loco, pero diferente del otro. Habla, la gente lamentablemente habla. No sabe de qué carajo habla…”). Se siente un loco, porque piensa y actúa distinto -en libertad-, y tiene enfrente a todos los que hablan superficialmente y sin entender.

Siempre puede ser apresurado a la hora de analizar y evaluar un fenómeno artístico a nivel autoral e interpretativo cuando sus ejecutantes son tan jóvenes. Recordemos que tres de los miembros de Måneskin rondan los 22 años y que el vocalista es apenas dos años mayor. Sin embargo ya tienen casi siete temporadasde carrera, cuatro discos larga duración (“Chosen” -2017-, “Il Ballo della Vita” -2018, “Teatro d´ira” – Vol 1 -2021- y el reciente “RUSH!”), participación estelar en la banda sonora de “Elvis” (“If I Can Dream”), largas giras internacionales y reconocimiento mundial masivo y también de crítica. Y todos esos logros saliendo de un contexto como el italiano, que no da lugar a espacios alternativos donde músicos sin experiencia puedan mostrarse e iniciarse frente al público.

Måneskin no es sólo buenas canciones, todas propias de la pluma e inspiración de Damiano (aunque salgan firmadas por los cuatro) e interpretadas con su seductora, ronca, trabajada y nasal voz. Es una banda con historia propia, la de abrirse paso tocando covers en las calles formando un grupo entre excompañeros de escuela, eligiendo un nombre en danés que significa “luz de luna” y decidiendo instalarse en Dinamarca para consolidar un sonido y una estética, mientras comenzaban a participar de diversos concursos y festivales que les dio la posibilidad de firmar con Sony Music para su primer disco, que encabezó diversos charts e impulsó la grabación de un nuevo álbum y que se instalaran en Londres para seguir evolucionando su arte. Pero el triunfo más resonante fue cuando en 2021 se impusieran en San Remo, un festival siempre esquivo al rock, y luego en Eurovisión representando a Italia. De ahí en más, fueron imparables.

Con una mezcla de hard rock y glam pop, la banda se define como una transición entre la música del pasado y la modernidad. No por nada reconocen la influencia de Led Zeppelin, Nirvana, Radiohead, The Doors, Rolling Stones y David Bowie. Su llamativa puesta en escena, su rebeldía plasmada mostrándose al natural sobre el escenario (lo que a veces obliga a cambiar de plano televisivo cada vez que la bajista aparece con sus pechos desnudos) y un repertorio notable de letras descarnadas y transgresoras en el que ninguna canción desentona los convirtió en una súper banda de rock que ha llamado la atención de un público ávido de que el género recuperara protagonismo, sin distinción generacional. Porque Måneskin cautiva no sólo a los más jóvenes, sino a todos aquellos que saben reconocer talento, calidad, profundidad, arte, actitud y estética.

No se puede dejar de enumerar las canciones más destacadas de Måneskin. Todo empieza con “Chosen”(una declaración de principios) y “Beggin´” (una letra de tango en clave de rock). Y continuará con “Le parole lontane”“Moriro da Re”, la mitad acústica y mitad eléctrica “Coraline”, la ya tantas veces mencionada “ZITTI E BUONI”, y “I WANNA BE YOUR SLAVE” y “VENT´ANNI” (un relato autorreferencial). Y las del disco nuevo, claro. Que hacen de “RUSH!” otro éxito instantáneo, sustentado en “GASOLINE”, “MAMMAMIA”, “SUPERMODEL” y “THE LONELIEST”.

Con “RUSH!” editado el pasado enero ya son cuatro álbumes en apenas seis años. En su tracklist de 17 temas, con Tom Morello como invitado, incluyeron una canción titulada como el despreciable asesino del filósofo pacifista John Lennon, y la intención de condena no pudo ser más apropiada. Hasta en eso aciertan.En Roma, aunque atentos a los rebrotes y variantes, la pandemia parece sólo un mal recuerdo si observamos que romanos y turistas pululan, incontables, desordenados y amontonados, por toda la ciudad. Mientras, desde algunos locales y restoranes del centro histórico se escucha sonando a Måneskin. Y también en la radio y en la tele. Sí, el rock sigue vivo. Siamo fuori di testa

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