Hace 37 años ocurrió una tragedia que marcó el tramo final del siglo XX: la explosión del transbordador espacial Challenger, que se cobró la vida de sus siete tripulantes. Poco después, el físico norteamericano Richard Feynman, ganador del Premio Nobel en 1965, descubrió la verdadera causa del desastre y la reveló ante el mundo, a pesar de las presiones políticas que intentaban ocultar lo que había sucedido.
El mayor desastre del Programa Espacial de Estados Unidos sucedió el 28 de enero de 1986. Apenas 73 segundos después de su lanzamiento, el transbordador se convirtió en una nube de fuego y humo. Murieron todos los que estaban a bordo: seis astronautas y una docente de escuela secundaria, Christa McAuliffe, que había salido sorteada entre 11 mil maestros que querían participar de la misión.
En un principio, reinó una completa incertidumbre en torno a los posibles motivos de la explosión. Hubo varias especulaciones e hipótesis que intentaron explicar la tragedia. La causa oficial fue una falla en uno de los motores de impulso. Sin embargo, Richard Feynman, ganador del Premio Nobel de Física en 1965, llegó a la verdad.
Feynman era uno de los divulgadores científicos más reconocidos y prestigiosos del siglo XX. Por eso, fue elegido para integrar la Comisión Rogers, que fue creada por el entonces presidente Ronald Reagan con la intención de investigar lo que había sucedido con el transbordador Challenger.
Sin embargo, no fue una tarea sencilla. Es que debió soportar un sinfín de presiones políticas que intentaban ocultar la verdad del desastre y que buscaban que el caso quedara inconcluso. Fiel a sus valores, Feynman llegó hasta el final de la cuestión.
El líder de la comisión era William Rogers, un ex Secretario de Estado. Reagan le había dado la pauta de que su conclusión debía eximir de culpas a la NASA, una institución más que importante en plena Guerra Fría con la Unión Soviética.
No obstante, con el avance de la investigación, Feynman se dio cuenta de que habían existido indicios de que era posible que sucediera una tragedia de ese calibre y que hasta se habían asumido riesgos excesivos.
La pieza de goma que ocasionó la tragedia del transbordador Challenger
Feynman sabía que no podía confiar en todos los integrantes de la Comisión Rogers. Buscando aliados fue que llegó hasta el Gral. Donald Kutyna, que tenía las mismas sospechas respecto de la tragedia.
Sin quererlo, había encontrado a la persona perfecta. Es que Kutyna había tenido un problema doméstico que los ayudaría a resolver la cuestión del desastre: una mañana helada, descubrió mientras arreglaba su auto que las juntas habían perdido toda su flexibilidad.
Para exponer su hallazgo, Feynman tomó la palabra en medio de una audiencia televisada. En medio de sus preguntas al testigo, sumergió un círculo de goma en un vaso con agua helada. Sacó la pieza poco después y demostró que estaba completamente rígida.
De esa manera, convenció a gran parte de la sociedad que ese había sido el problema del Challenger: sus juntas tóricas, cuyo trabajo era sellar compartimientos, perdían toda su flexibilidad con el frío. Al fallar el cierre hermético, se produjo un escape de oxígeno y de hidrógeno que provocó el fuego que, en contacto con el tanque de combustible, hizo que se destruyera la nave espacial.
Además, se probó más tarde que varios científicos habían advertido ese problema, así como también de las heladas que había en Cabo Cañaveral durante el lanzamiento. Sin embargo, la NASA decidió correr el riesgo para poder cumplir con su apretado cronograma de misiones espaciales.