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La escalera, el cine y el rock

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Por Ernesto Edwards/Filósofo y periodista @FILOROCKER

Las escaleras son una metáfora frecuente tanto en el cine como en el rock

Hemos referido en esta misma Columna, a lo largo del tiempo, que los clásicos veían a la metáfora como la transposición de un nombre a una cosa distinta de la que tal nombre significa, implicando un sentido impropio o figurado en virtud de un vacío lexical que demanda un préstamo que sustituye tal ausencia. Y su uso es muy propio del arte. 

Y tanto en el cine como en las letras de rock, la metáfora de la escalera alude, en un sentido positivo, al ascenso hacia el éxito. Simboliza el sacrificio y la determinación necesarios para alcanzar los objetivos propuestos. También se puede interpretar como una representación de la evolución incesante y el progreso continuo, especialmente cuando se necesita una importante cantidad de esforzado trabajo para subir cada peldaño de cada ocasional escalera. 

Pero también esta metáfora tiene un sentido negativo, que apunta a la imposibilidad de alcanzar un logro. Representa los obstáculos y las frustraciones que acompañan a los intentos de cristalizar los objetivos. También puede interpretarse como una expresión del estancamiento o la regresión, ya que cada escalón descendido puede ser un desafío sin superar. No debe soslayarse que también señala un aspecto existencial del descenso, de la degradación, de la caída, de la decrepitud que podemos experimentar cada uno de nosotros, en tanto seres vivos pero mortales, conscientes de su finitud. Y si para la Biblia la escalera es una especie de puente entre el Cielo y la Tierra, tampoco podemos olvidar que muchas veces hemos escuchado eso de descender a los infiernos, como aquella penosa y dolorosa situación de la que no parece haber salida, y que, queda claro, descender siempre será será más fácil que subir.

También es cierto que no hay tantas metáforas tan visuales como una escalera. Cuando se la menciona es fácil representarse de qué estamos hablando. Será por eso que está tan difundida. Focalizando en la historia del cine, corresponde mencionar cuatro ejemplos universalmente conocidos, en orden cronológico. Salvo el primer caso, las tres siguientes ubicadas en distintas ciudades de Estados Unidos motivaron un acercamiento físico presencial de quien escribe esta nota.

La primera de ellas es la escalera que aparece en “El Acorazado Potemkin” (Unión Soviética, 1925) del legendario cineasta Serguéi Eisenstein, película muda en blanco y negro cuyo argumento ambientaba la historia en Odesa en 1905 cuando los marineros del acorazado, hartos del maltrato imperial, se sublevan. En una memorable escena los cosacos arremeten disparando indiscriminadamente contra la gente concentrada para darle el apoyo a los rebeldes. Será en ese momento que una madre recibirá un balazo mientras trataba de escapar con un coche de bebé en sus manos, y que al morir terminará rodando escalones abajo. Dicho ícono fílmico fue homenajeado por distintos realizadores a lo largo del tiempo en sus propias películas, como Francis Ford Coppola (“El Padrino”), Brian De Palma (“Los Intocables”), y Woody Allen (“Bananas”).

Otra escalera memorable fue la del espeluznante filme “El exorcista” (EEUU, 1973), que narraba el rito de exorcismo a la que se sometió a una niña de doce años. Las recordadas escaleras que allí aparecen son de cemento, datan de 1895 y están ubicadas en Washington D. C., como entrada a un estacionamiento. Y aunque son una atracción turística y muchos disfrutan descendiéndola, dada la extraña fama que la rodea, y una desagradable mala vibra, muchos prefieren no transitarla.

Más agradable es acercarse al Museo de Arte de Filadelfia para ver, y por supuesto ascender a toda la velocidad que resulte posible, la escalera de “Rocky” (EEUU, 1976, Oscar Mejor Película). La misma que aparece en gran parte de los filmes secuelas del original, la cual está asociada a los momentos de mayor compenetración y sacrificio del protagonista, a los fines de lograr ese entrenamiento que le permita estar en condiciones de boxear lo mejor posible, de resistir los golpes y de terminar dignamente de pie cada pelea.

Llegar a las escaleras de “El Joker” (EEUU, 2019, Oscar Mejor Actor) es todo un viaje. Enclavada en el medio del siempre denso Bronx neoyorkino requiere ir combinando el subway con una larga caminata hasta llegar a un lugar reconocible sólo por haber visto el filme. Para los más jóvenes es irresistible reproducir la coreografía de Joaquín Phoenix, que al compás de “Rock and Roll part. 2” por Gary Glitter, exhibe todo el irrecuperable desquicio del protagonista.

El rock tiene su propia sección con el tema. No parece casual que en Gijón, Asturias, tengan una “Escalera del Rock” (hoy bastante descuidada), en la que en cada escalón puede leerse el nombre de numerosas canciones emblemáticas del género. Que tiene, en español, su propio catálogo.

“Tantas Escaleras” (Las Pastillas) y el aprendizaje de crecer entre las inseguridades y el amor propio: “Tantas escaleras y nunca aprendí a bajarme sin que me dieras el voto de confianza. No tengo más biberón, y el chupete quedó en otro lado. ¿No ves que me caigo? Agarrame la mano.

“Escaleras” (Las Pelotas) y el relato del fracaso: “En este sitio donde me ves hay nubes negras, hasta en los pies. No las ves… Sólo escaleras para bajar, mirando arriba. No, no es para mí ni para nadie”.

“Lo Que Sangra” (Soda Stereo) y la exquisita pluma y cautivante voz de Cerati, para un escenario de apariencias y narcisismo: “Yo conozco la escalera en espiral hacia la cúpula… Yo conozco ese lugar donde todos se la creen”. Sí, la escalera de esa fugaz y esquiva plenitud llamada éxito.

“Palomas y Escaleras” (Skay Beilinson): “Hay palomas y escaleras ascendiendo en espiral hasta el mismo campanario de la vieja catedral. Se llevan las plegarias que duermen en los muros. Se estremece la paloma, estallando en libertad, cuando suenan las campanas de la vieja catedral”. Y, claro, la instrumental y dramática “Subiendo Escaleras” (Leo Sujatovich).

Muchas canciones del rock en inglés aluden al tema y desarrollan la idea de esta metáfora. Tales como “The Stairs” (INXS), “Stairs and Elevators” (Heartless Bastards), «Staircase» (Radiohead), «Stairway to Cleveland» (Jefferson Starship), «Climb That Hill» (Tom Petty) y «Climbing Up the Walls» (Radiohead), entre otras.

Pero ninguna es más recordada que la hermética “Stairway To Heaven”, que en la críptica letra y escogidamúsica (mitad acústica, mitad eléctrica) de Led Zeppelin despliega una polisémica y oscura composición para iniciados: “Hay una dama que está segura. Todo lo que brilla es oro. Y ella está comprando una escalera al cielo. Cuando ella lega ahí sabe si las tiendas están todas cerradas. Con una palabra puede conseguir lo que vino a buscar. Y ella está comprando una escalera al cielo. Hay un letrero en la pared, pero ella quiere estar segura. Porque, sabes, a veces las palabras tienen dos significados. En un árbol junto al arroyo hay un pájaro que canta. A veces todos nuestros pensamientos están equivocados…” 

La escalera es como la vida misma. Se sube y se baja, a veces por puro azar. Y

En muchas oportunidades sin aviso previo. No siempre entendemos que no podemos controlar todo.

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