María Alejandra Abbodanza tenía 38 años, era acompañante terapéutica y vivía con su pareja en una casa de Campana. El 16 de septiembre del 2022 fue asesinada a golpes con una mancuerna, descuartizada y semiquemada en una parrilla por Agustín Leonel Chiminelli, su vecino de 24 años que está detenido en Sierra Chica. A 7 meses del femicidio, su familia pide que el acusado sea condenado a perpetua, al igual que sus padres, quienes creen que ayudaron a esconder el cuerpo, pero que esperan el juicio en libertad.
Todos los días, religiosamente a las cinco de la tarde, Alejandra salía a caminar por el barrio junto a su perrito “Pochi”. Era su rutina diaria. Sin embargo, su vida fue arrebatada por un joven que conocía desde hace mucho tiempo, pero con el que solo cruzaba un “hola” y “chau” en la calle, ya que no tenía ningún tipo de relación con él, más que vivir a un par de metros.
Hasta el momento, el móvil del hecho no está determinado, pero la investigación se encuentra en etapa de instrucción y de recolección de pruebas. Para Marcelo Cappetti, pareja de Alejandra, no hay dudas de que su vecino la engañó para meterla en su casa y matarla. “Hay pruebas más que contundentes que lo incriminan”, dijo.
“Con el asesino vivíamos a 30 metros. Ale se hablaba con sus papás y lo conocía del barrio desde chico, pero no tenían una relación como se dijo en un principio. Sabíamos que estaba medio quemado, pero nunca imaginamos que podría llegar a hacer una cosa semejante”, contó Marcelo, quien reveló que el acusado ya había tenido dos denuncias por violencia de género y presuntos secuestros de mujeres. “Esta muerte se podría haber evitado si la Justicia hubiera actuado en su momento”, recriminó.
La trama detrás del femicidio
Alejandra era una persona solidaria, que le gustaba ayudar a la gente y que no le negaba una asistencia a nadie si era necesario. Por eso mismo, la sospecha de la pareja de la víctima es que Chiminelli, el día del crimen, la engañó para hacerla entrar a su casa. “Yo pienso que él le dijo que su papá estaba teniendo un ACV y que lo ayudara. El hombre tiene casi 70 años y ya había tenido episodios similares. Justo salió cuando ella estaba yendo a caminar con su perro. Lo tenía planificado”, confió.
De no ser por las cámaras de seguridad, los detectives del caso nunca hubieran llegado al supuesto asesino de la mujer, simplemente porque parece que no había ninguna relación entre la víctima y su femicida, ya que no se encontraron conversaciones previas ni nada que diera por entender que tenían algo en común más que ser vecinos.
El 16 de septiembre del año pasado, a las 17.27, Abbondanza salió caminando de su casa y se topó con su asesino. En las imágenes a las que tuvo acceso la fiscalía, se ve al implicado abriendo la puerta del domicilio donde vivía con sus padres, Carlos Rubén Chiminelli (69) y Liliana Esther Sánchez (64), y tomando por sorpresa a la víctima. Después de saludarla y decirle unas breves palabras, ella entró rápidamente al lugar, como si se tratara de alguna emergencia.
Lo que pasó después es aberrante: Agustín la golpeó con una mancuerna de 50 kilos en la cabeza. Posteriormente, la descuartizó e intentó quemarla en la parrilla. Según las pericias, Alejandra intentó defenderse y mantuvieron una pelea, en la que el asesino ganó.
Al día siguiente, sus restos fueron encontrados por la Policía adentro de la vivienda de su vecino, al igual que sus pertenencias. El pretal de “Pochi”, la correa y la ropa ensangrentada de la mujer yacían sobre un terreno baldío ubicado a dos cuadras de la casa.
“Yo creo que no actuó solo, que sus padres lo ayudaron. No habría podido hacer todo eso solo. Ellos son cómplices y colaboraron en hacerla desaparecer. Ahora están imputados pero libres. Exigimos que los encarcelen, que vayan a juicio y que todos reciban una condena. Dudo que el padre lo metan preso porque ya tuvo dos derrames y tiene 70 años, pero al menos que reciba una sentencia por lo que hizo”, pidió Marcelo.
La confesión
El padre del principal sospechoso aseguró en su indagatoria que es inocente y admitió que su hijo le confesó que había asesinado a la mujer. “Maté a una persona y la quemé en la parrilla”, dijo el joven, según relató su papá en su declaración ante la fiscal Ana Laura Brizuela, de la Unidad Funcional de Instrucción (UFI) de Zárate-Campana, quien lo indagó como coautor del “homicidio calificado” de Abbondanza.
En su descargo, el jubilado aseguró que él no tuvo “nada que ver” con el crimen, tal como lo había manifestado momentos antes en su propia indagatoria su esposa y madre de Agustín, Liliana Esther Sánchez.
La mujer declaró que ella se enteró de lo ocurrido cuando llegó la Policía a su casa; sin embargo, fue su esposo el que se refirió al diálogo que mantuvo en ese momento con el hijo de ambos, que vivía con ellos.
De las golpizas, a la “libertad” en las redes
Después de la pandemia, la Justicia decidió que todos los presos tengan celulares para poder comunicarse con su familia. Esta medida le permitió a Chiminelli seguir atormentando a los familiares de Alejandra a través de las redes sociales, a pesar de que solo pueden usar estos dispositivos para llamadas y WhatsApp. Con posteos amenazantes, mensajes desafortunados y solicitudes de amistad, el implicado sigue activo en su cuenta de Facebook.
El femicida está con prisión preventiva desde octubre, a la espera del juicio, que será entre mayo y junio del 2024, según estima la fiscalía. De acuerdo a lo que pudo averiguar el portal TN, se encuentra aislado del resto de los reclusos, metido en lo que en la jerga tumbera se lo conoce como “buzón”, en una unidad penal del complejo de Sierra Chica, una cárcel de máxima seguridad.
Es que en un principio pasó por la Unidad 21 de Campana, pero allí no aguantó la golpiza brutal de sus compañeros de celda, quienes obligaron a las autoridades a cambiarlo de alojamiento carcelario para “proteger su integridad”, por lo menos hasta que reciba una condena.
En estos meses, el acusado se abocó a Dios y utilizó su cuenta de Facebook para hacer llegar mensajes de “bendición”, pero también de amenazas, las cuales hicieron sobresaltar a los familiares y amigos de Alejandra.
“Estoy privado de mi libertad, no de mis sueños. Gracias a Dios estoy en un lugar mejor. Lejos de toda la mierda que me rodeaba. Ya va a tener todo su vuelta y me las van a pagar”, escribió en uno de sus posteos.
No fue lo único que publicó. En otra parte del mismo texto, aprovechó para desligar a sus padres del femicidio. “Mis viejos son inocentes y no les paso cabida a lo que digan o piensen los demás”, dijo.
Pero además, el joven sigue activo en las redes y continúa enviando solicitudes de amistad a mujeres. “Es insólito lo que hace. El otro día me escribió una chica diciéndome que le mandó solicitud. Encima se victimiza. Vive en un delirio constante. Nosotros le mandamos todas las capturas a la fiscal y se sorprendió porque supuestamente tiene que estar aislado”, opinó la pareja de Abbodanza.
“Este asesino le arrebató la vida a una mujer buena, solidaria, dejó a una hija de 15 años sin su mamá. Ella está destruida. Tenemos mucho dolor dentro y es difícil sobrellevarlo. Alejandra era acompañante terapéutica y tenía dos alumnitas que la amaban y la deben extrañar muchísimo”, dijo Marcelo.
Y concluyó: “Esto se podría haber evitado, porque él ya tenía antecedentes de violencia. Cuando se enteraron del asesinato de Ale, saltaron dos chicas a contar que le habían hecho una perimetral por violencia y golpes, a quienes también mantuvo secuestradas durante varias horas, con la complicidad de su madre. La Justicia no funciona”. (https://impactolocal.com.ar/)