El 16 de enero Vanesa Pia llegó a la base antártica Carlini y se transformó en la primera mujer a cargo de una base en la Antártida. La mendocina lleva dos meses como jefa de la estación antártica y tiene a su cargo a 80 personas, pero todavía le queda un largo trecho: trabajar durante todo un año en el lugar más frío del planeta.
La nacida en San Rafael entró hace 21 años al ejército, cuando las mujeres no podían entrar ni a infantería ni a caballería. Desde adentro, vio como la sociedad y las decisiones políticas fueron llevando a las Fuerzas Armadas a una deconstrucción en todos los aspectos. “Hoy tenemos pleno acceso a cualquier rama, especialidad o servicio. Yo soy parte de la comunidad LGBT y nunca tuve problemas ni condicionamientos”, cuenta Vanesa.
Pia explicó que la política de las Fuerzas Armadas (FFAA) se basa en que no importa ni sexo, ni nacionalidad, ni raza, sino la capacidad. “Quien hizo eso fue el comandante antártico, el general Calanini. Él fue quien me eligió”, reveló la mujer que hace dos meses decidió dejar a su pareja para instalarse un año en un lugar donde no hay telefonía, el internet es limitado y las temperaturas -solo en verano- oscilan entre los -1° y los 5°.
La mujer contó que su novia “sabía lo que amaba a la Antártida” y que lo primero que ella sintió cuando le dijo que iba a ser jefa de una estación antártica fue orgullo. Sin embargo, la convivencia no es nada sencilla: “Establecimos pautas porque va a ser un año largo y difícil. Ella me entiende mucho, a veces me pasa de que nos saludamos a la mañana, le clavo el visto y jamás me hizo un reclamo”.
Ella estuvo en una base antártica durante un año y un mes, pero nunca tuvo la oportunidad de ser jefa. Hoy tiene la responsabilidad de comandar más de 80 personas, muchos científicos, durante el verano y otros 26 trabajan dentro de las Fuerzas Armadas durante el año. ¿A qué se dedican? A mantener la base para que, entre otras cosas, se puedan hacer investigaciones durante los tres meses veraniegos.
A todas estas condiciones hostiles, se le suma el hecho de que está obligada a quedarse un año entero en la base, a menos que ocurra una urgencia. “No hay posibilidad de cambiar esto. Los que venimos acá, venimos a invernar la parte militar. Hicimos un curso de un año y ahora tenemos otro año invernando”, explicó.
Según contó Vanesa, los trabajadores de la base antártica tienen un límite de tiempo para decidir si quieren volver a la Argentina. Así lo detalló: “Uno por voluntad propia puede volverse por distintos motivos, pero una vez que sale el último vuelo de científicos y se termina la campaña de verano, es muy difícil que podamos volver, excepto que haya un problema de salud o una emergencia, porque los barcos no salen”.
Ni el clima, ni la falta de telefonía, ni el escaso internet detienen la felicidad que maneja Vanesa al comandar la base en la Antártida: “Yo hoy me siento feliz. Me alegra abrir la ventana de mi habitación, ver el mar, el glaciar, el sol. Soy una afortunada de ser argentina, que tiene un territorio en el sector antártico. Somos muy pocos los países en el mundo que reclamamos y ejercemos la soberanía en el territorio antártico. Me siento privilegiada, somos muy pocas las personas que vienen acá a la Antártida. Tengo la bendición de estar acá”.
Cómo es trabajar en la Antártida
La rutina de trabajo en la Antártida es extensa. Vanesa se levanta bien temprano y a las 8 de la mañana tienen una reunión de coordinación en la que participan todos los responsables de las áreas y departamentos. La primera que habla es la meteoróloga, quien les da las condiciones climáticas de los próximos dos días porque eso limita las actividades.
“Después le doy la palabra al jefe o jefa científica, que nos indica los proyectos o muestreos para ese día y nos pide los requerimientos. De ahí, yo les digo que se puede hacer. Luego los responsables de cada área me dicen las actividades que tienen para hacer en el día”, explicó Vanesa, quien agregó que de acuerdo a su visión le da prioridad a distintas actividades. La jefa de la base antártica explicó que luego de la reunión de coordinación, se encarga de que “todas esas cuestiones se hagan y se ejecuten”.
Los proyectos científicos que se desarrollan en la Antártida son diversos y están relacionados con la naturaleza. Los científicos están divididos en grupos: hay un grupo que se dedica al censo y muestro de los mamíferos como lobos y elefantes marinos, otro hace aves no voladores y así con todas las especies. También hay trabajos de oceanografía, de buceo, de fondo marino, de microplásticos y hasta de remediación del suelo.
“Mi misión es asistirlos para que hagan el trabajo. Si necesitan ayuda, un vehículo, conseguir un cajón o una pala para juntar el suelo contaminado, yo las tengo que coordinar. Ellos vienen, tienen una habitación y nos encargamos de que tenga luz y agua. Si se rompe algo hay una carpintería. Nuestra parte es el mantenimiento de la base, de la comida. Tenemos cocinero. Yo tengo que ver lo que tenemos y lo que no, y qué es lo ideal que comamos en base a las actividades”, explicó Vanesa.
Además, los distintos grupos no trabajan en base a horario, sino que lo hacen por objetivo. Según ella, esa es la estrategia que le funcionó para mantener al grupo unido: “Tenemos un horario de almuerzo y otro de cena, pero no les impuse un horario. Hay veces que las condiciones climáticas afectan los días y la misma actividad va poniendo el horario”.
“Tengo un grupo hermoso, nos ayudamos entre todos y cuando uno está caído el otro se da cuenta. Nos ayudamos constantemente independientemente del grado de las personas. Todos me preguntan como estoy y yo les hago las mismas preguntas. Que otros se interesen en mí es algo muy lindo”, añadió.
Cómo es vivir un año en la Antártida
“La mayoría del día trabajamos”, dice Vanesa sobre los primeros dos meses que lleva viviendo en la base antártica Carlini con temperaturas de entre -1° y 5°. Sin embargo, el frío no es impedimento para poder hacer las actividades: “Sentimos el frío, el viento es lo que más complica. Tratamos de cuidar mucho la salud con controles y chequeo, estamos haciendo un trabajo de preparación para el invierno”.
Pese a su primera declaración sobre la vida en la Antártida, la jefa de la base cuenta que se divierten mucho con el grupo y que tienen bastantes herramientas para pasar el tiempo: “Tenemos un gimnasio, muchas veces nos juntamos y se arma alguna peña folklórica. Todos los sábados nos sacamos la ropa antártica, nos vestimos con ropa más relajada, comemos pizza y escuchamos música”.
Pero la diversión no termina ahí, Vanesa cuenta que tienen televisión en donde sólo puede ver la televisión pública y un internet con poco ancho de banda. La mujer contó que, debido a la poca señal que existe en el lugar, los trabajadores tienen que sacar turno para hacer videollamadas.
“Nos ponemos de acuerdo para ver películas, los domingos se hacen partidos de fútbol al aire libre, tenemos mesa de ping-pong y cartas. Los viernes hacemos torneos de ping-pong o de metegol. Hay una gran relación entre todos los grupos, es divertido nuestro día a día”, agregó Pia.
El contacto no es sólo entre los trabajadores de las mismas bases, sino que también hay contacto con el resto de las bases antárticas de los demás países. “Tenemos un grupo de radio, de comunicación por whatsapp. En el aniversario de nuestra base invitamos a las bases vecinas. Vino la base uruguaya, la base rusa, la base polaca. Hace poquito cerraron la base peruana y estuvo el domingo recorriendo. En la semana van a venir de la base uruguaya para ver un sistema nuestro”, contó.