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Raphael y el rock

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Por Ernesto Edwards /Filósofo y periodista @FILOROCKER

Raphael, a sus 80, sigue siendo un triunfador indiferente al encasillamiento sexual y musical

Este viernes 5 de mayo Miguel Rafael Martos Sánchez (Linares, 1943), Raphael, “El Niño”, cumple 80 años. Seguramente, desde que inició su carrera como cantante profesional a comienzos de los 60 en España, lo tenemos asociado a la balada romántica y de lo más comercial en cuanto al tratamiento temático de sus canciones. Por tanto, el título de esta nota puede sonar un despropósito. Sin embargo, ya veremos adónde apunta.

Pensemos en el contexto histórico de Raphael. Se inicia profesionalmente en 1959, con apenas 16 años, con España tras un cuarto de siglo dominada por la férrea dictadura falangista de Francisco Franco, quien también se ocupaba de dirigir la rígida orientación moral de un país que llevaba, y aún lo sostiene, una fuerte carga religiosa que castigaba cualquier atisbo de desvío y rebeldía. 

Por ese mismo motivo fue que el rock en la península ibérica demoró más de lo esperable para manifestarse entre la juventud española. Mientras, ritmos y géneros tradicionales, regionales y folclóricos eran los que a nivel musical gozaban de aceptación y popularidad, pero Raphael ya iba forjando su propio camino de la mano de la pluma creativa de su autor histórico, Manuel Alejandro. Y también de su prodigiosa voz y de su destacado despliegue escénico.

Será en ese marco que Raphael irá creciendo tanto en edad como en millones de discos vendidos, al punto de haberse hecho acreedor al “Disco de Uranio” (otorgado además sólo a Michael Jackson, Queen y AC/DC) por haber vendido más de 50 millones de álbumes durante su carrera artística. Algo incomprobable y difícil de chequear, aunque el Niño sí era el preferido de un público que veía en él a aquel con quien identificarse, conociendo su origen humilde, aun habiendo comenzado a destacarse en el canto siendo un infante, mientras se instalaba en Madrid con sus padres. 

Veremos en el referido contexto, en el que las represiones públicas y privadas de todo tipo se imponían en esa cultura de definidos valores que no toleraban las diferencias, que se originó, quizás por sus modismos y amaneramientos, y por algunas letras de sus más grandes éxitos (como “Digan lo que digan”, con película incluida del mismo nombre), el insistente rumor acerca de una orientación sexual que por entonces se miraba con recelo y hasta con rechazo. 

En 1972, hace ya poco más de medio siglo, Rafael Martos contrajo nupcias con Natalia Figueroa, la madre de sus tres hijos, y aunque suele hablar públicamente del tema, y ha sido portada de publicaciones de corte gay, siempre ha negado esta supuesta homosexualidad. No obstante que hoy día ya hemos atravesado esas barreras de género e identidad sexual, Rafael no deja de ser un señor de 80 años que debe haber padecido, como cualquiera, los coletazos del tradicionalismo machista. 

En “Digan lo que digan” cantaba: “Más dicha que dolor, hay en el mundo. Más flores en la tierra, que rocas en el mar. Hay mucho más azul que nubes negras. Y es mucha más la luz que la oscuridad. Digan lo que digan. Digan lo que digan. Digan lo que digan los demás. Son muchos, muchos más, los que perdonan, que aquellos que pretenden a todo condenar. La gente quiere paz y se enamora. Y adora lo que es bello, nada más”. No parece ser una confesión sexual. Pero así se la entendía. Casi como ese himno llamado “Soy lo que soy”.

Recordemos que por aquellos infaustos años el conocido cantante, bailarín y actor español Pedrito Rico(1932 – 1988) fue perseguido y apresado numerosas veces por la dictadura franquista a causa de su homosexualidad, debiendo radicarse definitivamente en Hispanoamérica para así poder continuar con su labor artística. Con mejor fortuna Miguel Bosé (Panamá, 1956), hijo del torero español Dominguín y de la actriz Lucía Bosé, hoy camina tranquilo por las calles de su país adoptivo. Pero durante años su discográfica lo obligó a fingir y mentir para ocultar su bisexualidad por temor a que ello perjudicara sus ventas. Muchos años antes el genial Federico García Lorca (1898 – 1936) pagó con su vida tal atrevimiento. 

Corrían finales de la década del 60, y el autor de este análisis era un niño que tenía su primer combinado musical y la autorización familiar para comprarse algunos discos de vez en cuando. Por aquellos días, aún sin comprender totalmente el concepto, los primeros álbumes adquiridos pasaban por The Beatles, un Sandro aún rockero y las primeras expresiones de un incipiente rock nacional que todavía era conocido como “música progresiva” o música beat. Pero yo no era el único que compraba. Mi madre se había vuelto una seguidora de un tal Raphael, y longplays como ”Yo soy aquel” (1966) y “Digan lo que digan” aparecían gastados por la púa. Y hasta fui arrastrado alguna vez al ahora desaparecido cine Rose Marie de Rosario para ver filmes descartables como “El golfo” y “Cuando tú no estás”. Experiencias horribles que me llevaron a inclinarme tempranamente por otro cantante español, el filósofo catalán Joan Manoel Serrat, mientras me iniciaba en lo mejor del rock local escuchando Los Gatos, Almendra y Vox Dei. Claro, entonces no lo sabía, pero yo ya empezaba a ser rebelde.

Evidentemente Raphael también. Nunca hizo nada por modificar sus amaneramientos ni por cambiar su típico vestuario con algunos detalles femeninos -siempre con tonalidades negras para “cuidar su figura”-, ni su excesivo maquillaje facial. Y con los años una cosa lo fue llevando a la otra. Y entonces el rock, esa cuestión de actitud contracultural y rebelde, iría haciendo su aparición de manera oficial. Como cuando dio un concierto rockero en Viña del Mar en 1987.

En 2005 se edita “Maravilloso Raphael”, un kilométrico disco compilatorio de presentaciones en vivo, entre las que se destaca notoriamente “Maldito Duende”, esa hermosa canción del heavy metal ibérico, y clásico hit de Enrique Bunbury compuesto mientras lideraba la banda de hard rock Héroes del Silencio. Cabe agregar que con Bunbury compartió escenario numerosas veces.

En 2008 se edita “Raphael. 50 años después”, en el que incluye “Himno a la Alegría”, cantada a dúo con Miguel Ríos, un clásico cover que siempre interpretaba en sus presentaciones este Padre del Rock en España. En el mismo registro canta a dúo con Joaquín Sabina (otro del index rockero) su autorretrato llamado, justamente, “50 Años Después”, del propio Sabina.

En 2016 edita el disco “Infinitos Bailes”, con canciones completamente inéditas compuestas, entre otros, por Enrique Bunbury y Dani Martin, donde se destacan, entre varios géneros, un rock marcadamente melódico, que por entonces enojó a unos cuantos de sus fanáticos más veteranos.

En 2021 Andrés Calamaro graba “Dios Los Cría”, un disco de duetos en el que comparte voces con Raphael para hacer una exquisita versión, por momentos en clave de rock, del tango “Jugar con Fuego”.

Hace muchos años ya Raphael, con su vida casi agotándose, debió realizarse un trasplante de hígado para poder seguir viviendo. El Niño, un resiliente, un triunfador, un sobreviviente, y a su manera un rebelde, está cumpliendo 80. Nunca me gustó demasiado su discografía. Pero, ¿a quién le importa? Felicidades, Maestro.

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