Por Ernesto Edwards/Filósofo y periodista @FILOROCKER
A los 56 años murió la célebre cantante irlandesa, tras una vida signada por la controversia y el dolor
Nacida el de 8 de diciembre de 1966 en Dublín, Irlanda, como Sinéad Marie Bernadette O´Connor, y luego conocida como Magda Davitt, para finalmente tras convertirse al islamismo adoptar el nombre de Shuhada´Sadaqat, fue una talentosa cantante y compositora que ya desde su mismo debut discográfico con “The Lion and the Cobra” (1987) tuvo enorme repercusión y un arrasador éxito internacional.
Pero su segundo álbum de estudio, “I Do Not Want What I Haven´t Got” (1990) fue mucho más contundente en cuanto a aceptación masiva y de crítica, por su fuerza interpretativa y originalidad de sus composiciones, aunque al punto de que, musicalmente, siempre será recordada por su corte principal, “Nothing Compares 2 U”, una exquisita versión de la canción compuesta por Prince (que tuvo varias grabaciones más), la que en ese mismo año encabezó el ranking de la Billboard Music Awards, y que fuera potenciada por la recién surgida cadena musical televisiva MTV.
Con diez discos de estudio, todos con gran reconocimiento del público, de críticos y de la propia industria musical, Sinéad también compuso música para cine, participó en diversas grabaciones y shows benéficos (como con Amnesty), y fue bestseller editando sus memorias. También debe destacarse su renuencia a aceptar premios y distinciones del tenor de los Grammy, por considerar que sólo hacían foco en el éxito material por sobre el artístico. Y a negarse a que se cantaran himnos nacionales previo a sus recitales.
Aunque su capacidad vocal, con sus particulares tonalidades y matices, la hicieron reconocible y única, y su apariencia física de cabeza rapada fue un ícono en su carrera, Sinéad O´Connor fue una persona que permanentemente se destacó por sus posicionamientos personales, generalmente conflictivos y polémicos, en una época en la que expresarse a favor de determinados colectivos traía aparejadas consecuencias para quien se atreviera a hacerlo. No ya por el feminismo, que en los 90 contaba con suficiente apoyo internacional, sino fundamentalmente por su adhesión a la comunidad LGTB, y más aún por su aguda crítica a la Iglesia Católica.
Fue cuando aún no se habían hecho masivas las informaciones alrededor del mundo que daban cuenta y confirmaban los aberrantes abusos que numerosos religiosos de tal credo habían cometido con niños y menores en diversas circunstancias, que O´Connor tuvo una expresión de alto impacto cuando en un popular programa televisivo estadounidense rompió una foto del pontífice de entonces, Juan Pablo II, situación que no repercutió favorablemente en su carrera, padeciendo una especie de cancelación que la perjudicó comercialmente y en cuanto a difusión de allí en más. Al extremo de recibir expresiones de repudio de corte fundamentalista, con fanáticos incitando a la quema de sus discos y a atacarla en cuanta presentación realizara. Años después citaría a San Agustín, justificando que “La ira es el primer paso hacia el coraje”. Tampoco colaboró con su prestigio haber insistido con ser ordenada sacerdotisa católica por un obispo cismático.
Pero sus convicciones y actitudes no serían lo único que marcarían su vida con un sino trágico. Su salud mental mostraba un creciente deterioro, su dependencia con las drogas, sus reiterados cuadros depresivos, sus intentos autodestructivos, y una supuesta bipolaridad configuraron un cuadro difícil y complejo que nunca pudo sostener ni resolver.
Su infancia, con una madre divorciada que la descuidaba a ella y sus hermanos y les propinaba frecuentes castigos corporales, fue la historia principal que contó en su tema “Fire on Babylon”. Lo mismo sucedería con “Troy”. Tras mudarse a vivir con su padre, siendo adolescente, su pésimo comportamiento escolar, sumado a su cleptomanía, derivó en su internación en un reformatorio coordinado por unas severas religiosas católicas. Así fueron sus días previos a la configuración inicial de una carrera que ya la mostraba como alguien diferente para el mundo musical de entonces.
Sus inicios en la profesión se caracterizaron por sus constantes roces y extremas diferencias con quienes compartían su actividad, disputando hasta casi el escándalo con sus pares, como el caso de sus connacionales de U2. También sus opiniones políticas molestaban, y su explícita simpatía por el Ejército Republicano Irlandés no ayudaban para nada en su imagen pública. Algo que no parecía preocuparle demasiado.
Si bien siguió activa discográficamente y en cuanto a presentaciones, no obstante el anuncio en 2003 de su retiro, sus constantes cambios de géneros musicales, sumados a una conducta inestable y de cierto nivel de confusión, fueron apagando su estrella y popularidad. Aunque el fondo de su existencia ya estaba siendo completamente inundado por el dolor. Sus cuatro matrimonios, sumados a su ya marcada inestabilidad emocional, y a su nueva identidad sexual reconociéndose como lesbiana -algo que luego ella misma desmentiría-, hacían prever que sin ayuda y adecuada contención su vida estaba corriendo serios riesgos.
Sinéad tuvo cuatro hijos, con cuatro parejas diferentes, a lo largo de un período que permanentemente se nutría de sus reiterados anuncios suicidas. Algo que sí llegó a concretar su hijo Shane, de apenas 17 años, lo que la devastó y nunca pudo superar.
Al momento de la redacción de esta nota las circunstancias de la muerte de Sinéad O´Connor no han sido debidamente aclaradas. Casi cuatro décadas de exposición pudieron con ella. Quizás porque como anticipaba el Psicoanálisis en ese genial artículo de Sigmund Freud “Los que fracasan al triunfar”, la excesiva juventud no nos prepara para un éxito de tal calibre que termina volviéndose insoportable, provocándonos culpas si lo experimentamos como inmerecido, buscando por ello ser castigados. Y los que parecen tenerlo todo en realidad terminan alienados. Y con nada. Pero también porque nuestras infancias o nos hacen crecer fuertes o con una debilidad irrecuperable. Como la de esta inolvidable y conmovedora cantante pop que, contradictoriamente, vivió una vida acorde al Existencialismo punk.