Por Ernesto Edwards / Filósofo y periodista @FILOROCKER
Los pechos como órganos nutrientes, zona erógena y motivos de fantasías sexuales, además simbolizan resistencia feminista. También en el rock
La psicoanalista Melanie Klein (1882 – 1960), destacada investigadora sobre el desarrollo psíquico infantil, con sus estudios contribuyó a esclarecer la enorme relevancia del primer vínculo objetal con el pecho materno, a la hora del amamantamiento, ya que si el mismo se introyecta arraigándose en el Yo, propiciará un desarrollo personal satisfactorio. De allí su importancia para explicar la génesis vincular. Sin embargo, como construcción cultural contemporánea, los senos se convirtieron en una especie de tabú que, fuera de alguna pareja y en absoluta intimidad, debe ocultarse siempre de la mirada de los otros, especialmente de aquel que se descoloque al observarlos, desalentando cualquier incomodidad de observador y observada, incluso para evitar cualquier situación indeseada que fuese más allá de la mera observación.
A finales de la década del ´60, en los Estados Unidos, a modo de protesta contra el concurso de Miss América, que ponderaba un criterio de belleza estereotipada para el estadounidense: mujer blanca, flaca, alta, rubia y joven, significó una manifestación contra determinados símbolos de opresión al género femenino. Por ello, deciden la quema de todos aquellos objetos que simbolizaban sometimiento. Concluyen que los corpiños no eran usados por propia voluntad sino por obligación, con la finalidad sí de sostener los pechos, pero fundamentalmente de ocultarlos. Que bien la prohibición de verlos puede alimentar fantasías y desarrollar fetichismos, pero también le quita la posibilidad de erotizar la propia imagen. Recordemos, además, que por esos días los sujetadores eran una especie de armadura: acolchados, armados y rígidos. Es decir, un gran padecimiento.
A todo esto, no soslayemos que a la hora de exhibirse públicamente nadie condenaría a un hombre, de cualquier edad, por aparecerse con su pecho desnudo en un lugar autorizado o tolerante con tales muestras, como puede ser una playa. Sin embargo, ello parece estar cambiando. Desde hace tiempo el autor de esta nota recorre los balnearios europeos del golfo de Vizcaya y las numerosas mujeres en topless no sorprenden ni escandalizan a nadie. Pueden verse tetas jóvenes, maduras y arrugadas, turgentes, caídas y siliconadas. Todas tienen su encanto. Todas con su innegable belleza. Y, lo mejor, todos respetando ya que nadie mira de más ni molesta a estas audaces que se muestran libremente.
Seguramente podríamos rastrear en la historia cuándo comenzó el ocultamiento obligatorio, qué relación guarda con ciertos mandatos religiosos que convirtieron la desnudez en un acto pecaminoso, y cómo el arte debió privarse de reproducir el cuerpo humano en su totalidad, pues corría el riesgo de ser censurado.
En 2008, y basada en la versión original colombiana, se estrena en la televisión española la exitosa serie “Sin tetas no hay paraíso”, que a lo largo de tres temporadas desarrollara la historia de Catalina, una adolescente ejemplar de 17 años, abandonada ella y su familia por su padre, y que convive con su madre y con su hermano, quien dejará de estudiar para ayudar a mantenerlas. Pero Cata tiene un complejo que la hace infeliz: sus pechos pequeños. La matriz cultural patriarcal y machista en la que vive, que impuso el modelo de a mayor volumen más atractivo, terminó por hacerla sentir inferior.
Bastante antes, en 1978, el cine francés estrena la excelente “Dossier 51”, Concha de Plata en el Festival de San Sebastián, mostrando a Dominique Auphal, un diplomático galo de vida personal irreprochable. Casado, padre de familia de dos hijos y fiel esposo, es designado para un puesto de relevancia. Para el Servicio de Inteligencia de Francia, considerado de los más eficaces del mundo, Auphal se convierte en el legajo “número 51”, siendo vigilado y observado a toda hora, con la finalidad de descubrirle alguna debilidad que permita controlarlo y extorsionarlo. Lo siguiente contiene spoilers: Tras mucho seguimiento lo único que le descubren es que su esposa le es infiel. Hasta que, casi por casualidad, acceden a su billetera, encontrándole un almanaque erótico con una mujer joven cuyos pechos desnudos eran notoriamente pequeños. La conclusión de los Servicios fue que el diplomático era un homosexual reprimido que en realidad a nivel inconsciente fantaseaba con otros hombres, por lo que deciden mandar a un agente a seducirlo, y tras ser cautivado por el mismo, Dominique terminará suicidándose. Tal la importancia de evaluar el impacto que puede provocar a nivel de fantasía erótica el tamaño de los pechos.
En el cine ha sido tal la importancia de los senos debido a su significado y simbolismo, y por su vinculación directa con conceptos de raigambre psicoanalítica, que reiteradamente acaparó la atención de trascendentes realizadores como Pier Paolo Pasolini y Federico Fellini, como asimismo motivó un par de exitosos filmes ibéricos como la impactante “La teta asustada” (España, 2009) (ganadora del Oso de Oro de Berlín) y la movilizante “La teta y la luna” (España, 1994).
Hace pocos días, en el cierre de su participación en el festival Sonorama Ribera 2023, Eva Amaral (Zaragoza, 1972), cantante y compositora que se destaca entre el rock y el pop en su propio dúo, con una trayectoria de 25 años y frente a 35 mil personas cantó a pecho descubierto su canción “Revolución”, en la misma línea ideológica que la bajista italiana de Måneskin Victoria De Angelis (Roma, 2000) o la rockera argentina Marilina Bertoldi (Sunchales, 1988).
Amaral, según lo explicitó, protestaba contra los recientes casos de censura por parte de ciertas expresiones políticas gubernamentales, que incluso llevaron a detener policialmente a una cantante, Rocío Sáiz (Madrid, 1991), por exponerse en Murcia con sus senos al aire, quien declaró: “El cuerpo es un arma política. Con quién me acuesto es un arma política. Lo que me pongo y lo que como son armas políticas. Y mis armas son mi cuerpo, mi inteligencia, mis palabras, mis aprendizajes y mi música”.
Al momento de hacer lo propio, Amaral decía: “Porque nadie nos puede arrebatar la dignidad de nuestra desnudez, de nuestra dignidad y de nuestra fortaleza. Porque somos demasiadas y no podrán pasar por encima de la vida que queremos heredar, donde no tenga miedo a decir lo que pienso”.
Cabe mencionar que Eva Amaral, rebelde y audaz, e independiente en cuanto a discográfica, con sello propio, no es de ahora que le canta y reivindica a la mujer. En 2002 grabó “Salir corriendo”, para denunciar el maltrato y la violencia de género. Y ahora, con valentía, volvió a cantar: “Somos demasiados. Y no podrán pasar por encima de los años que tuvimos que callar. Por los libros prohibidos y las entradas secretas. Hoy, todos los que un día se atrevieron a gritar que la Tierra era redonda y que había algo más que dragones y abismos donde acababan los mapas… Siento que llegó nuestra hora. Esta es nuestra revolución”. Y lo canta con sus tetas al aire.
Es cierto aquello de lo que se quejan. Ningún hombre que exponga su torso desnudo sobre el escenario será juzgado o reprimido por hacerlo. El rock sigue siendo machista, pero mucho más lo es una cultura que en general no consigue naturalizar que, como personas, somos todos iguales, hombres y mujeres. Las redes sociales también han impuesto sus absurdas reglas restrictivas. Ante la publicación de la imagen de algún pezón desnudo el castigo puede ser importante. La eliminación del posteo y hasta la suspensión o cancelación de la cuenta. Con el peso de las protestas se consiguió que si se está amamantando, o si expone la consecuencia de alguna enfermedad, la teta está autorizada. Sí, en algunos aspectos seguimos viviendo en la Edad Media.