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El 26 de Octubre de 1983 nos regala toda su vigencia

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Por Claudio Rosso

Se acaba la cuasi dictadura y la corrupción del kirchnerismo. 

Se acaba la Argentina del desamparo y llega la Argentina honesta que quiere a su gente. Se acaba la Argentina del hambre obrero, la de las fábricas muertas y viene la Argentina del trabajo y de la producción. 

Se acaba la especulación y el dinero imperando sobre la producción y sobre el trabajo.

Llegará la verdadera democracia con futuro y mayor equidad a nuestro país. Ese es mi mayor deseo.

Se acabaron las sectas de los nenes de papá (y mamá). De los uniformados, de los adivinos y de los matones. El próximo 22 de octubre de 2023 el pueblo argentino volverá a decidir su destino en las urnas, esta vez con 40 años de democracia recorridos. Sin embargo, que paradoja es comprobar aquí -luego de tanto tiempo- que muchas de las palabras que Don Raúl Alfonsín pronunció en su cierre de campaña allá por el 26 de Octubre 1983, aún resuenan en el eco de los caminos inexplorados.

Cuando digo pueblo, digo todo el pueblo que, como nunca, comprende que está en una instancia decisiva de la historia de su patria. Tal vez la más importante en los últimos 50 años. No se trata solamente de elegir candidatos. Se trata de ver si es posible que le pongamos una bisagra a la historia argentina para terminar con la frustración y la desesperanza. 

Nuevamente voces importantes del Partido Justicialista sostienen que es posible ganar la elección con el General Perón. Al igual que lo hizo el padre de nuestra democracia yo les formulo desde aquí una pregunta: ¿Si esto es así, quién va a gobernar en la Argentina? Todos recordamos la crisis de autoridad que se produjo luego de su fallecimiento. No se llegó a saber quien gobernaba en la Nación; apareció la hiperinflación del rodrigazo y cuando los trabajadores se opusieron se generó un enorme desorden social y comenzaron las disputas en el partido por el manejo del poder que se utilizaron como excusa para terminar con el gobierno constitucional. Se produjo una lucha enloquecida entre las tres A y la represión, cosa que no quiere nadie en la argentina. Nunca más. 

En la actualidad, esta crisis de liderazgo y autoridad ha cobrado nueva fuerza en el partido justicialista con un agravante que azota todo el sistema: la oposición también se fagocitó en una interna brutal y terminó allanando el camino a lo impensado. Otras vez los argentinos somos rehenes de las luchas de poder y terminamos a merced de experimentos peligrosos de dudosa aplicación real, ética y moral, tal como se puso de manifiesto en una campaña en la que jamás se debió caer en la calumnia ni en métodos que pongan en peligro la estabilidad económica y la propia democracia. 

Debemos construir la convivencia en paz. Eestamos convencidos que es posible lograrlo y que tenemos la obligación de hacerlo entre todos los compatriotas sin distinción de colores  políticos. Cada uno puede inspirarse en las figuras de su propio partido pero todos juntos para hacer valer los derechos de la argentina sobre el mundo. 

No podemos fallarle más a nuestro pueblo, los fracasos nos han llevado a períodos tremendos de la historia. Recuerdo cuando vinieron a decirnos que iban a terminar con la especulación y nunca quien especuló más ganó tanto y quien quiso trabajar perdió tanto en la argentina. Vinieron a decirnos que iban a terminar con la inflación y se han repetido series históricas desde 1810 a la fecha, con una disparidad de precios tal que ha destruido el bolsillo de cada uno de nosotros como individuos y nuestro futuro como sociedad. 

No bastan las buenas ideas. Hay que garantizar al pueblo argentino que no vamos a fracasar y la única forma es consolidar una democracia con poder en la argentina. El poder a la democracia se la da el pueblo sin distinciones entre peronistas y antiperonistas, radicales o anti radicales, kirchneristas o anti K;  juntos debemos hacer nuestra tarea para defender los derechos de todos y saltar la grieta de una vez por todas.

Debemos seguir la lucha por el afianzamiento de la justicia social y, primero que nada, terminar con el hambre en la Argentina. Una situación que debería avergonzarnos: hay hambre no porque falten alimentos como en otros países, sino porque sobra inmoralidad. Porque sometimos al padre de familia a la humillación más grande que se puede someter a un hombre: trabajar los 30 días del mes y no llegar a juntar lo necesario para llevar el pan a su mesa. Esto no puede volver a suceder en la argentina del porvenir.

Como radical y como creyente, les pido a todos que nadie deje caer sus brazos. Vamos a salir de esto como otros países salieron de crisis más duras. Les pido que nadie se deje deslumbrar por los resplandores de las glorias del pasado ni por los nuevos liderazgos fugaces llenos de malos modales y ampulosidad. 

En este camino para afianzar las libertades de todos, no habrá distinciones políticas para preservar la sociedad Argentina de cualquier loca aventura golpista. Estaremos todos luchando por el futuro argentino. Tampoco habrá distinciones políticas para defendernos del imperialismo. Nos parecerá una pesadilla lo que hemos vivido hasta ahora y será el esfuerzo de todas las generaciones el que nos sacará de ahí. 

Si alguien distraído al costado del camino nos pregunta cuando nos ve marchar: ¿Por qué marchamos o por qué luchamos? Tenemos que contestarle con las palabras del preámbulo de nuestra Constitución:

“Que marchamos para constituir la unión nacional, 

afianzar la justicia, consolidar la paz interior,proveer a la defensa común,proveer al bienestar general y asegurar los beneficios de la libertad para nosotros, para nuestra posteridad y para todos los hombres del mundo que deseen habitar el suelo argentino”.

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