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Los Stones y un disco de vidrios rotos

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Por Ernesto Edwards/Filósofo y periodista @FILOROCKER

El reciente y notable álbum de los Rolling Stones provoca nuevas reflexiones sobre el grupo

“Hackney Diamonds”, tal el título del disco de estudio de los Rolling Stones, aparecido en octubre pasado, es una construcción del slang británico. Que bien podría traducirse como “vidrios rotos”. Son esos vidrios que quedan en la acera o la vereda procedentes de autos estacionados en la calle o de vidrieras destruidas producto de algún robo al paso. Como sea, es una especie de metáfora acerca de lo que va quedando en la vida tras un largo recorrido. Como esa experiencia que se adquiere con el paso de mucho tiempo, sin excluir todo aquello que sea quebrantos, pérdidas y fracasos. También es cierto que Hackney remite a cierto sector del norte londinense, escenario de sus primigenias correrías.

Hace pocas semanas, en esta misma Columna, con “Mick Jagger, el libertario” se abordó no sólo la historia del líder de la banda sino también una aproximación a un intento de explicación del porqué de la vigencia de este grupo, por más de 60 años. Es cierto que podría decirse que sólo quedan dos de sus miembros fundadores: Jagger y Keith Richards. Que se fueron, por motivos biológicos o personales, de un listado extenso de miembros oportunamente titulares, Ian Stewart, Mick Avory, Colin Golding, Carlo Little, Tony Chapman, Dick Taylor, Ricky Fenson, Brian Jones, Bill Wyman, Mick Taylor y Charlie Watts. Y que Woods, el otro guitarrista supérstite, da casi lo mismo que esté o no esté.

Precisemos algunas cuestiones, que no por sabidas no hay que mencionarlas. Los Stones le agregaron al rock una cuota de impostada rebeldía para seguir tocando lo mismo desde más de hace sesenta años. Y, digamos todo, para seguir haciendo lo mismo varias décadas, en cuanto a propuesta estética, provocando primero simpatía, luego lástima, y finalmente un poquito de vergüenza ajena, mejor no seguir haciendo nada, por lo menos no en esa pose de rockeros irredentos que hace medio siglo los Rolling ya no son.

Lo dicho no quiere significar que no hayan sido prolíficos respecto a la cantidad de nuevos y sucesivos álbumes. Pero es que siempre fueron variaciones sobre lo mismo. Bien hecho, es cierto. Con seriedad y profesionalismo, también. Y sobrellevando algunos cambios en su formación. Pero todo lo que iban haciendo fue previsible, terminando por aburrir. Y sólo para fanáticos. Numerosos, por cierto. Pero la cantidad nunca es sinónimo obligado de calidad. Y la longevidad, un accidente, un componente aleatorio. Si el argumento es que podemos ser mejores tan sólo viviendo más años, es de una debilidad asombrosa.

Y una más: hace tiempo León Gieco confió al autor de esta nota que no se imaginaba, a los 50, cantando letras de pibes de 20. Que no quería hacer el ridículo. Lo contrario parece ser, en ciertos casos y con algunos tramos de sus presentaciones, lo que les pasa a los Rolling Stones. Dicho todo esto, vayamos a la novedad, al álbum recién lanzado. Que como primera impresión, no parece para nada una despedida discográfica del grupo. No es el epílogo de ninguna carrera.

A finales de los ´50 el rock and roll estadounidense dejó de ser la voz de una juventud incomprendida y terminó claudicando frente a las exigencias del sistema y del negocio. Hasta que terminó cruzando el Atlántico. instalándose en algunas ciudades portuarias de Europa, para dejar de definirse en términos de compases musicales, y convertirse en una cuestión de actitud contracultural. Y serían los grupos británicos los que tomarían esa posta, primero versionando a los bluseros negros y elaborando, en base a un trabajo de marketing, un cancionero propio con apariencia de revulsivo.

“Hackney Diamond” es un álbum que recupera la mística Stone, después de tantos años sin grabar canciones nuevas en un estudio, desde 2005. Que su ácido desoxirribonucleico, aquel que contiene el mandato genético de un organismo vivo, no ha sufrido alteraciones con el prolongado paso del tiempo. Que la propuesta artística y estética permanece intacta. Que la voz de Jagger no suena gastada, temblorosa y senil. Y aquí lo sorprendente, está impregnado de una energía abrumadora, considerando la edad de estos octogenarios sobrevivientes. Y que aunque ya no les creamos demasiado sinceros, el sonido y la imagen de viejos rebeldes se mantiene inalterable. Ayudados por las abultadas cuentas bancarias de cada uno, es cierto. Pero con las mismas ganas de seguir seduciendo y gustando.

Un disco con pocos pero selectos invitados (Paul McCartney, Elton John, Lady Gaga, Stevie Wonder). Con música atronadora y buenas letras. “Bite My Head Off”, por ejemplo, es un texto por demás de explícito: “Sí, si fuera un perro, me patearías. Y me pasaría la noche aullando por tu casa”. De lo mejor del disco, con un impecable sir Paul McCartney al mando del bajo.

También dejan en claro que no están impostando una veterana madurez para hablarte desde la superioridad de la experiencia exitosa. No pretenden ser políticamente correctos. Ya no lo serán nunca. Y tampoco importará que algunas melodías suenen a otras más antiguas -de ellos mismos-, como una recreación propia de una reconocible música que nunca deja de resonar.

Elton John, desde su prestigiosa historia artística sin embargo no pretende destacarse. Desde el piano, en “Get Close” y “Live By The Sword” (donde reina la nostalgia, con Bill Wyman y el ya legendario Charlie Watts en los parches) acompaña de manera exquisita.

La tracklist es la siguiente: 01. “Angry” (el demoledor y desafiante primer corte), 02. “Get Close”, 03. “Depending on You” (una baladita de desamor), 04. “Bite My Head Off”, 05. “Whole Wide World”, 06. “Dreamy Skies” (country music), 07. “Mess It Up”, 08. “Live By the Sword”, 09. “Driving Me Too Hard”, 10. “Tell Me Straight” (en clave de grunge), 11. “Sweet Sound of Heaven” (casi con un gospel, con Stevie Wonder y Lady Gaga), y 12. “Rolling Stones Blue”, cerrando a pura nostalgia con un cover del clásico del blues de Muddy Waters. Recordemos que se llamaron “The Rolling Stones” inspirados en dicha canción.

Habiendo alcanzado el número 1 en ventas en su primera semana en Reino Unido, “Hackney Diamonds”, convierte a los Stones en la banda que, al igual que The Beatles, Robbie Williams y Bruce Springsteen, ya tiene once discos en la primera colocación.

“Whole Wide World” aporta la clave de interpretación del álbum, cuando reconocen posar su mirada en los “momentos pasados” y “épocas complicadas”, para decir: “Las calles por las que solía caminar están llenas de cristales rotos. Y en todos los lugares en los que miro hay recuerdos del pasado”.

Somos tiempo. Somos historia. Somos memoria. Somos pasado, presente y proyectos, que se concretarán o no. Quizás por ello lo grabaron rápido. Son los Rolling Stones. El futuro es inconceptualizable cuando se trata de leyendas. Que quizás busquen una última gira.

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