Por Ernesto Edwards/ Filósofo y periodista @FILOROCKER
Mientras en nuestro país elegíamos nuevo presidente, el mundo celebraba el Día Internacional de la Filosofía, que también le da sustento al rock
La praxis se cimenta en la reflexión, que trata de prever, anticipándose a cuál será la síntesis de un inevitable proceso dialéctico. A ese proceso racional lo denominamos Filosofía. Que no es extraña a los más profundos rockers de habla hispana, tanto que los más destacados la han aludido explícitamente en sus letras. Porque ellos también se formulan interrogantes que, en su búsqueda de la verdad, se constituye en el momento más relevante por sobre las propias contestaciones.
En “La gente del futuro” Miguel Cantilo se preguntaba, dándose sus respuestas: “El tiempo se acaba; el siglo se va. Frenética avanza la era nuclear. ¿Y dónde están ahora los geniales científicos? Inventando la bomba de rayos pacíficos. ¿Y dónde están ahora los filósofos críticos? Tiñendo sus palabras de intereses políticos. ¿Y dónde está el Bien, debajo de quién? ¿Adónde hay un ejemplo que nos sirva de ley? Y describía algunos caracterizadores posmodernos: “La crisis del hombre es casi total. Ve sólo valores en lo material. ¿Y dónde están ahora los hippies pacifistas? Peleando para mantener a sus familias. ¿Y dónde estará ahora aquel cantor de protesta? Cantando a los gritos su nueva propuesta”.
En 1984, en “Aún sigo cantando”, Los Enanitos Verdes se aproximaban aún más a una adecuada conceptualización del ideario rockero, y de su filosofía de vida: “¿Te acordás qué tiempos aquellos… En donde todo era un buen motivo para decir ‘te quiero’? ¿Qué le habrá pasado a la vida, que sin querer, ya ni me acuerdo? ¿Te acordás del Flaco Spinetta, cuando cantaba ‘…Todas las hojas son del viento’? Ay, toda nuestra filosofía era sólo ser rockeros”.
Charly García, en 1990 editaba “Filosofía barata…”. Refiriéndose a la vida, el amor y la soledad, decía: “Filosofía barata y zapatos de goma. Ni esta mentira te hace feliz. Quise quedarme cuando morí de pena. Quise quedarme, pero me fui. Filosofía barata, y zapatos de goma quizás es todo lo que te di”.
En el ’94, el ibérico Enrique Bunbury exhibía “Flor de loto”, sobrevolando la filosofía oriental desde el taoísmo, pero deviniendo en un precipitado escepticismo, en el marco del desengaño y la frustración: “Nunca quise tanto a nadie en mi vida. Nunca a ser extraño le llamé mi familia. Nunca tuve fe en mi filosofía. Nunca tuve yo ni gurú ni guía. Esta es mi flor de loto, y yo era su sombra. Mi mundo no se aclarará. Tanto vagar para no conservar nunca nada”.
En “Filosofía y Letras” los naturales de Zaragoza conocidos como Violadores del Verso, sentencian: “Tanto inocente en el camposanto. Estas son Letras y Filosofía, de Thánatos. Os odio a tantos, quizás talle algo en este ático. Es lo que pasa si me pongo dramático”.
Fito Páez, en “Cadáver exquisito”, alude a la técnica del surrealismo, afirmando que la sabiduría va más allá de las teorizaciones. La filosofía suele estar también en las cosas cotidianas: “El tiempo me ha enseñado a mirar; a veces me ha enseñado a callar. Busco mi piedra filosofal en ‘Los 7 locos’, en el mar, en el cadáver exquisito, en no tener piedad, en la quinta esencia de la música, dentro mío en el amor. Odio tener que pensar, preferiría tu sonrisa a toda la verdad”.
El mismo Páez, luego junto a Joaquín Sabina, aunque titulada “La vida moderna”, desarrollaba magistralmente la idea de Posmodernidad: “Una gota de sangre en MTV. Un cadáver conectado a Internet. Mona Lisa llorando en el jardín, un licor de cianuro, muera el futuro, pasado mañana es ayer. La enfermedad del corazón tan mortal, tan eterna, tiñe de amargura la aventura del yo, peligros de la vida moderna. Filosofías de arrabal, mártires del rock and roll es la ecuación de la vida moderna”.
También Andrés Calamaro se atrevió. En “Victoria y Soledad” habla de dos hermanas, diciendo que a Filosofía y Realidad “las amé por separado”. Y los de la Mississippi Blues Band, en “Un trago para ver mejor” fantasean con sentarse “a filosofar y beber…” Adrián Otero, desde Memphis La Blusera, en “Señor basurero”, describe sin ambigüedades, e insta: “La vida nos tenemos que ganar revolviendo la basura del carro. Tenemos que tirar cantando una melodía. ¡Aguante y filosofía!” Y Juanse Gutiérrez, a través de Los Ratones Paranoicos, en “Para siempre”, decía: “Mi filosofía es de la calle. Y es mía…” El Vagón, con “El artesano”, expresa: “artesano, cotidiano. Sobre un paño tu corazón. Y la filosofía de pasar la vida de cada día, sólo con tus manos…”
“Callejero”, el metafórico clásico de Alberto Cortés, fue adaptado al punk rock de Attaque 77: “Era callejero por derecho propio. Su filosofía de la libertad fue ganar la suya sin atar a otros, y sobre los otros no pasar jamás. Aunque fue de todos nunca tuvo dueño que condicionara su razón de ser. Libre como el viento era nuestro perro, nuestro y de la calle que lo vio nacer”.
Párrafo especial para Robe Iniesta, quien en su álbum “Mayéutica” (2018) alude en su título al método socrático, y que en la introducción de la reveladora “Nana Cruel”, avisaba: “A mí, con esta canción, me gustaría herir vuestros sentimientos, porque ¿de qué sirve un filósofo que no hiera los sentimientos de nadie?”, posicionándose como un Sócrates contemporáneo, como ese “Noble Tábano de Atenas” que aguijoneaba a los viandantes del Ágora. Robe, también líder del mítico Extremoduro, en “La Ley Innata” (2008), un particular disco conceptual, tenía en su portada, impreso sobre el clásico Hombre de Vitruvio de Leonardo Da Vinci, un texto de Cicerón: “Existe, de hecho, jueces, una ley no escrita sino innata. La cual no hemos aprendido, heredado, leído, sino que de la misma naturaleza la hemos agarrado, exprimido, apurado. Ley para la que no hemos sido educados, sino hechos, y en la que no hemos sido instruidos sino empapados”. Todo dicho por parte de alguien que nunca será complaciente en pos de agradarte.
Si bien no podemos enunciar una definición unívoca acerca de la filosofía, algunos rockers evidentemente filosofan. Analizan, meta-reflexionan, decodifican, interpretan, y hasta dejan un mensaje acerca de la realidad y la existencia, en el marco de su propia concepción. Y se siguen formulando los mismos interrogantes que se vienen sucediendo a lo largo de toda la historia de la evolución del pensamiento.
Por último, no es para nada casual que hace apenas un año se editara “La Filosofía de la Canción Moderna”, libro escrito por el Premio Nobel Bob Dylan, a quien también podríamos presentar como el Filósofo del Rock. Un pensador contemporáneo que le sacó punta al lápiz con el que se viene escribiendo sobre la Madre de todas las Ciencias.