Por Ernesto Edwards / Filósofo y periodista @FILOROCKER
Con disco nuevo la que sigue facturando es Shakira
Muchos podrán pensar, y creerlo, que Shakira Isabel Mebarak Ripoll (Barranquilla, 1977) es una figura consagrada del pop latino y el reggaetón, y que no hay chance de visualizarla en un género tan definido desde lo actitudinal como lo es el rock, con características tan distintivas como la provocación, la rebeldía y la transgresión. Sin embargo, hay detalles que la han emparentado con la contracultura rockera. Pero hoy no es la cuestión que más importa sobre ella.
También ha sido noticia que Shakira no tiene las cuentas muy claras con el fisco de España, país donde residió muchos años, y allí debía tributar. Al mismo tiempo sería injusto no mencionar que desde hace años preside su propia Fundación “Pies Descalzos”, que en Colombia mucho hace por la niñez y su educación. Y que es embajadora de buena voluntad de UNICEF.
De ella conocemos gran parte de su reconocida, exitosa y multipremiada carrera musical y discográfica, pero cabe agregar, como dato de color, que Shakira fue elegida ganadora del certamen “La Mejor Cola de Colombia”, a sus 17 años, cuando no le preocupaba ser consideraba una mujer objeto. Algo que hoy, por sexista y abusivo, sería impensable, y a todas luces reprobable. Esta situación sucedía a la par de su incursión como actriz de telenovelas. Bastante mediocre, por cierto. Sería incompleto el recorrido por su currículum artístico si se omitiera la mención de que tiempo antes de su primer álbum comercial “Pies Descalzos”, de 1995, con 18 años recién cumplidos, ya le habían editado otros dos discos, el primero de ellos a la edad de 13 (“Magia”) y el segundo a los 16 (“Peligro”), claro que casi sin repercusión alguna, aunque hoy día se los conozca a título de curiosidad.
Como anticipo de “Las mujeres ya no lloran”, su disco parcialmente de odio y despecho recién editado -con cuatro propuestas en vinilo diferentes entre sí, para fanáticos coleccionistas, con la idea de vender todo lo que pueda-, hace poco más de un año Shakira había sacudido al mundo con una canción compuesta y grabada a partir del resentimiento y una necesidad de venganza (la “Bizarrap Music Sessions Vol. 53”), emociones generadas por la ruptura con su ex Gerard Piqué luego de descubierta su infidelidad con una joven española, tras una década juntos y dos hijos en común. En la misma no paraba de ironizar, burlarse y humillarlo, cual justiciera feminista, a la par de avisar que “las mujeres ya no lloran, las mujeres facturan”. Y vaya si lo hizo.
En su momento se dijo en esta Columna que más allá de que esta canción no debería considerarse entre las mejores de su repertorio, buscaba sangre, buscaba herir y vengarse de su destinatario. Y facturar, como lo ha reconocido su autora.
Recordemos, para ponernos en contexto, que esta composición, “Bizarrap 53”, había sido la tercera que le dedicara, luego de dos previas teñidas de decepción, tristeza y melancolía, como “Te Felicito” y “Monotonía”. Y ya con esas tres podía advertirse que pronto llegaría el disco, con más canciones y girando alrededor de la misma temática, como si fuera un álbum conceptual.
En su momento el patriarcado saltó ofendido. Los tradicionalistas mostraron preocupación. Los seguidores de Shakira, aprobación. Y los que no encajamos en ninguna categoría, algún desconcierto. Y un poco de envidia. Somos los de esa clase que con ninguna actividad propia nos alcanzará para una Ferrari o una mansión en cualquier parte del mundo que se nos ocurra. Ni para grabar con Bizarrap, si es que eso fuera deseable y bueno.
Ya quedó dicho que al autor de esta nota no le gusta la actualidad de esta Shakira. Desde hace poco más de veinte años, aún con su innegable talento creativo, su seducción escénica y su ocasional vena rockera.
“Shakira: Bzrp Music Sessions, Vol. 53”, salió a comienzos del 2023 y se desató el escándalo. Porque la famosa colombiana estaba notoriamente enojada. Con una letra inesperadamente agresiva, atacaba explícitamente a su por entonces enemigo Piqué, apuntando ya no a sutiles metáforas sino a apelaciones directas, desafiantes, hirientes y burlonas, con el objetivo de ser una especie de escrache con pelotón de fusilamiento. De más estuvo lo que todos saben: récords de escuchas y de views en todas las plataformas virtuales, con más de 50 millones en YouTube en las primeras 24 horas. Un éxito global. Se escuchaba por todos lados.
El disco nuevo “Las Mujeres Ya No Lloran” además de numerosos invitados incluye ocho canciones inéditas en las que ahora poco o nada alude a Piqué o a sus dos hijos, con la intención quizás de mostrar que su traspié sentimental lo está dando por superado, toda vez que sugiere vínculos sexuales más recientes, mientras parece divertirse con sus nuevos clips, entre letras superficiales y melodías pasatistas.
Es su décimo segundo disco de estudio tras un prolongado paréntesis de siete años de su anterior grabación. Ya no vive en Barcelona. Se mudó a Miami (EE. UU.) con sus dos hijos. Y presentó el álbum a todo trapo nada menos que cantando en vivo en Times Square (NYC) durante un cuarto de hora con un impactante show gratuito, en el medio de una intensa gira mediática por los programas más vistos de la tv norteamericana. Y por si todo fuera poco no se privó de cuestionar el mensaje feminista y deconstruido del exitoso filme “Barbie”. Total que ya ha vuelto a sentirse poderosa.
Se dijo la vez anterior: cuando se lanzó la “Bzrp 53” Shakira no le llegaba ni a los talones de la bella, digna y resiliente “Flowers” de Miley Cyrus. Si en ese momento la hubiera tenido a mano para usarla de ejemplo comparativo hubiera dicho que lo de Shakira no era muy diferente al pésimo y ridículo “Puedo solita”, ese engendro grotesco que balbucea y desafina Flor Vigna. Pero claro, Shakira es una marca registrada de relevancia mundial, y todo lo que hizo de bueno en sus tres primeros discos lo rifó, y bien rifado, en busca de un reconocimiento mundial que supo conseguir en base a hacer una acertada evaluación de su propio público y del que aspiraba a conquistar, que entre letras ligeras, coreografías llamativas, un carisma innegable, producciones costosísimas e interminables giras mundiales, fueron más que suficientes para cumplir largamente con el objetivo comercial. Total que a nadie le importa demasiado todo lo demás, llámese calidad, arte, estética, o lo que sea. Lo que vale pasa exclusivamente por lo materialista y pragmático.
Es así, damas y caballeros: Shakira ya pasó a otro tema. Shakira ya no llora. Shakira factura.