Por Claudio Daniel Rosso
El sistema de salud de Argentina, que está compuesto por tres sectores: público, de seguridad social y privado.
El sector público está integrado por los ministerios nacional y provincial, y la red de hospitales y centros de salud públicos que prestan atención gratuita a toda persona que lo demande, fundamentalmente a personas sin seguridad social y sin capacidad de pago. Se financia con recursos fiscales y recibe pagos ocasionales de parte del sistema de seguridad social cuando atiende a sus afiliados.
El sector del seguro social obligatorio está organizado en torno a las Obras Sociales (OS), que aseguran y prestan servicios a los trabajadores y sus familias. La mayoría de las OS operan a través de contratos con prestadores privados y se financian con contribuciones de los trabajadores y patronales.
El sector privado está conformado por profesionales de la salud y establecimientos que atienden a demandantes individuales, a los beneficiarios de las OS y de los seguros privados. Este sector también incluye entidades de seguro voluntario llamadas Empresas de Medicina Prepaga que se financian sobre todo con primas que pagan las familias y/o las empresas.
La cobertura de la medicina prepaga creció de forma sostenida y estimulada por el Estado. Aunque se registra existencia de empresas de medicina prepaga desde mitades del siglo pasado, las mismas solo adquieren vigor durante los últimos veinte años. Según el Censo Nacional de Población y Vivienda de 1991, en ese año un total de 6 millones de argentinos contaban con afiliación voluntaria a empresas de medicina prepaga o mutuales, diez años más tarde este número había descendido a 3,7 millones. El Censo de 2010 la cantidad de argentinos con cobertura de prepagas había aumentado a 6,2 millones (16,7%), pero lo más notable es que entre ellos 4,2 millones de argentinos, derivan hacia las empresas de medicina prepaga sus aportes al seguro social.
Como se quiera, las prepagas supieron detectar las necesidades insatisfechas de la población y a partir de allí desarrollar una oportunidad de negocios hasta esos momentos, inexplotada en el país.
Fundamentalmente estas empresas actúan como intermediarias entre los afiliados y las entidades y/o profesionales que prestan los servicios de salud que los afiliados requieren.
Algunas prepagas han incursionado en el mercado de los seguros, apostando a la integración de unidades de negocios compatibles y complementarios, desarrollando el potencial de este negocio, el cual si bien aún posee un público restringido, presenta un interesante crecimiento sostenido, con varios operadores del ramo que se animan con una oferta atractiva con diversidad de planes.
Los planes de salud de las prepagas se financian mediante un arancel que se incrementa de manera escalonada con la edad, hasta que alcanza niveles difíciles de mantener, especialmente después de los 65 años. Por ello, a medida que pasa el tiempo, el cliente se convierte en una especie de rehén sin opciones de sistema, aumentando el riesgo de ser » expulsado » o tener que renunciar al mismo por no poder seguir pagando con el agravante que obtener una cobertura de características similares en otra entidad de medicina prepaga es muy complicado, improbable y en algunos casos imposibles debido a la edad, lo que también se asocia al deterioro natural de la salud.
Este tipo de tarifas escalonadas permite abarcar a la gente más joven y aleja del peligro de que un costo mayor en primer lugar, actúe como desincentivo a la adhesión de este grupo y afecte el equilibrio de la cartera, podría ser necesario y apropiado en el financiamiento de estas coberturas, enfocarse en mecanismos más ajustados con bases actuariales y financieras similares a los que se aplican a los seguros de vida permanentes -para toda la vida o a largo plazo-. De esta manera, será posible consolidar la continuidad de la cobertura durante el periodo más crítico del afiliado, pues con la edad aumentan sus necesidades de atención.
No es nueva la afirmación que tanto en el contrato, como en los esquemas de costos de las medicina prepaga, se encuentran plasmados todos los elementos y la lógica del seguro y por ende estas empresas realizan actividades cuya operatoria configura un ejercicio de actividad aseguradora y por eso no es descabellado pensar que deban estar encuadrada en el marco regulatorio del seguro.
Actualmente, el control de estas entidades lo efectúa la Superintendencia de Servicios de Salud, pero deberían cumplir requerimientos similares a los del seguro, con la obligación de constituir y acreditar capitales mínimos, márgenes de solvencia, reservas técnicas, como lo hacen sus primas las Aseguradoras de Riesgos del Trabajo (ART) y ser de la misma manera supervisadas, en lo atinente a su actividad aseguradora, por la Superintendencia de Seguros.
Toda política de salud, debe estar inspirada en los valores de equidad, cobertura universal, accesibilidad, sostenibilidad, solidaridad, continuidad, oportunidad de la atención.
Para ello es necesario desarrollar sistemas complementarios, tal vez mixtos entre lo público y privado, que, sobre la base de la libertad de contratación, permitan el acceso a mejores niveles de servicio, pues es evidente que existen aún oportunidades de negocio, pero más evidente es que existen necesidades de salud insatisfechas y este es el desafío.