Por Ernesto Edwards/Filósofo y periodista @FILOROCKER
En el universo del rock su tratamiento ha sido recurrente y su concepto comprendido de diversos modos
En momentos en que el mundo todo, no sólo el occidental, debate abiertamente y hasta lucha por ello acerca de lo que entiende por libertad, y va más allá desarrollando y revisando conceptos tales que son fundantes a nivel ideológico y tienen su traducción en lo político, como el Liberalismo y los sectores libertarios, y que tienen su contrapartida en posturas con las que claramente confrontan, se hace necesario para su cabal comprensión volver al origen y la esencia filosófica de algo tan básico e imprescindible para el ser humano como la Libertad. Que en cualquier pirámide axiológica debería estar en su vértice superior, junto al respeto por la vida y por la dignidad de las personas. Y que es una de las notas fundamentales que nos constituyen como humanidad.
El poeta Miguel Hernández declaraba sus principios, con convicción y entrega, para la posteridad: “Para la libertad, sangro, lucho, pervivo. Para la libertad, mis ojos y mis manos como un árbol carnal, generoso y cautivo, doy a los cirujanos…”
Ya ha quedado demostrado que el rock es un objeto cultural que, además, contiene como características fundamentales siempre presentes: mensaje, compromiso, militancia y afán libertario. Asimismo puede ser portador de un mensaje, generalmente ideológico.
La libertad es un existenciario de notable raigambre filosófica. Veamos qué se ha dicho en el rock nacional argentino. El pionero Litto Nebbia, en su época inaugural de Los Gatos, abordó la cuestión en “Mujer de carbón” y “Campo para tres”, y luego en “Libertad”.
En 1970, Moris ofrece una visión ingenua de la misma, perdida a causa de los otros, cuando un oso es enjaulado y no lucha por recuperarla. Una libertad que se añora, y a la que se retorna casi por azar, después de haberse conformado a cambiarla por seguridad. El mismo autor insiste con su aproximación al tema en “Rebelde” (canción precursora del rock nacional), “Ayer nomás”, “Escúchame entre el ruido”, “Te mataron”, “Fama y felicidad”, y “Muchacho del taller y la oficina”.
Ricardo Soulé desarrolla el tema, desde una perspectiva mística, en “Madre tierra”, “Dr. Jeckyll” y “Muchos caminos y desafíos”. Y también en el movimiento “Cristo”, de “La Biblia” según Vox Dei, afirmando “Conoce la verdad. Libre te hará”.
Respecto de la libertad, Aristóteles buscó coordinar el orden natural y el moral mediante la noción de finalidad, siendo en el hombre la tendencia natural hacia la felicidad, mediante una acción voluntaria y una elección. Más tarde, Agustín distinguiría entre libre albedrío como posibilidad de elección, y libertad como realización del bien con vistas a la beatitud. Pero no basta con saber lo que es el bien: es menester poder inclinarse efectivamente hacia él. Para Sto.Tomás el hombre goza del libre albedrío, y su voluntad es libre de coacción, la cual es impulsada por el entendimiento, que aprehende el bien como su objeto propio.
Y los filósofos no diplomados no se quedarían atrás. En 1973, León Gieco edita “En el país de la libertad”: “Búsquenme donde haya paz o no exista el tiempo. ¡Búsquenme! Me encontrarán, en el país de la libertad”. Charly García escribe “El fantasma de Cantervielle”: “…siempre fui un tonto que creyó en la legalidad. Ahora que estoy afuera, ya sé lo que es la libertad”. En los ’80, Luis Spinetta, en “Maribel se durmió”, convocaba así: “Canta, que al cantar, sentirás una brisa inmensa de libertad”.
Para Andrés Calamaro, los otros son la causa de mi condición, en una especie de determinismo sociológico. Los otros son los que modelan lo que uno pueda ser, cuando el amor es una pasión inmanejable que lo reduce a esclavo, y el sexo es el origen del sometimiento, aunque a veces, quede una puerta abierta a la libertad. “Estoy vencido porque el mundo me hizo así; no puedo cambiar. Soy el remedio sin receta, y tu amor mi enfermedad”. Calamaro, también, aborda explícitamente el tema en “La Libertad”, y en “Bohemio” dice: “permite que me incline ante tu sombra cuando un cántaro se rompa, Libertad”.
Acerca de la libertad Kant estableció que en el reino de los fenómenos hay un completo determinismo, y es imposible salvarla dentro de él. La libertad aparece dentro del reino del nóumeno: el reino moral, y no puede ser una cuestión física, es únicamente una cuestión moral, y en su reino no sólo hay libertad sino que no puede no haberla, pues es un postulado de la moralidad.
En el siglo XIX la noción de libertad fue debatida como libertad humana frente a los fenómenos de la naturaleza y a la sociedad. Henry Bergson la enfocó con relación a la conciencia. Kierkegaard la abordó desde el punto de vista religioso, y Marx, desde el social e histórico.
Ya en el siglo pasado, la libertad fue abordada por pensadores analíticos, que sostienen que en vez de tratar de explicar hay que describir qué sucede al emplear expresiones relativas a acciones voluntarias o involuntarias. Pero también fue analizada como un existenciario clave para el hombre. Jean-Paul Sartre la enmarcó como condición de la acción. Y Ortega y Gasset se anticipó al señalar que el hombre está condenado a ser libre.
En los ‘80, Luca Prodan desde Sumo, en “Los viejos vinagres”, ya sabía del desconcierto y desorientación de una generación que en un alienado mundo de frivolidad, no la había conocido en plenitud: “Para vos, lo peor, es la libertad”. Los Redondos, con el Indio Solari, en el “Blues de la libertad”, afirman que “la libertad es fiebre, es oración, fastidio y buena suerte, que está invitando a zozobrar. Además, la libertad no es fantástica; …es fanática”, ya que ya no es posible soportar “que todo es igual, siempre igual… todo lo mismo”.
También los Redonditos de Ricota, en “Atrapado en libertad”, exponen la problemática existencialista urbana, reconociéndose “preso en mi ciudad; atrapado en libertad”. Lo mismo Pappo al preguntarse “¿Adónde está la libertad?”
En los ’90, Chizzo (liderando La Renga), en “Hablando de la libertad”, busca eludir las reglas del sistema, y “…romper los dientes de este engranaje”. La lista de ejemplos es extensa, y continúa hasta nuestros días.
Adrián Otero, desde Memphis, en “Hacia la libertad” cantaba: “Vuela a través de tus sueños hacia la libertad. Fuerza y rompe las cadenas. Que no tiene porvenir quien por flojo o ignorante, esclavo hace su existir”. Es que si como canta Lula Bertoldi desde Eruca Sativa, “no hay delirio más real que sentirse en libertad”, las utopías nos mantendrán despiertos.