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Joaquín Sabina, hola y adiós

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Por Ernesto Edwards /Filósofo y periodista @FILOROCKER

El cantautor andaluz anunció gira de despedida para el 2025

Cada vez que vemos que alguno de nuestros artistas favoritos, si son muy veteranos de edad o sabíamos de una salud deteriorada, se convirtieron en Trending Topic en la ex Twitter, enseguida nos preocupamos. Así que cuando vimos, hace una semana, que Joaquín Sabina había entrado en esa categoría, enseguida llegó una especie de miedo. Como un escalofrío. 

Pasa cada vez que leemos “Woody Allen” o “Clint Eastwood”. Y pensamos “ya se convirtieron en leyenda”. Pero en realidad lo que había sucedido fue que Joaquín Sabina había anunciado la gira mundial final de su vida, que se llamará “Hola y Adiós”, en obvia referencia a la letra de una de sus canciones más celebradas, gira que se daría a lo largo de todo 2025, entre América y Europa. 

Pasó bastante luego de que el autor de esta nota lo viera en una lluviosa noche en el mundialista de Mar del Plata, y también en la primera fila en el Metropolitano de Rosario. Pero quizás el mejor recuerdo sea el de habernos juntado alguna vez para hablar de Filosofía.

Desde hace años lo incluyo dentro del Index del Rock. Y puede suceder que alguno piense, apurándose a sacar conclusiones, que lo que hace Sabina no es rock. Pero esa es ya una discusión innecesaria. Hace décadas que sabemos que el rock no se define en estrictos términos de compases musicales, sino que es una cuestión de actitud contracultural, de confrontación y de rebeldía. Y también de selección de repertorio. 

En febrero de este año el español Joaquín Ramón Martínez Sabina (Úbeda, 1949) acaba de cumplir 75 años. Como alguna vez comentamos en esta Columna se trata de un sobreviviente que ha sabido superar decepciones, excesos varios, accidentes sobre el escenario, y algún ictus. Y todo, con una actitud que no es, precisamente, la de un conformista cantante melódico. Y no es que no le importe el dinero, porque con ese rubro estamos atentos todos. Es porque Sabina es mucho más que eso. Joaquín es escritor, es poeta, es pintor, es pensador. También es provocación, es rebeldía, es transgresión. Joaquín Sabina es rock. Y esta afirmación se sostiene con el correr de sus veinticuatro discos, entre los grabados en estudio y los registrados en vivo, además de sus presentaciones y de sus numerosas colaboraciones con rockers consagrados de origen latino. 

Sin dejar de mencionar que en su adolescencia formaría una banda que versionaba a Elvis, Chuck Berry y Little Richard, mientras sus lecturas ya recorrían a Proust, Joyce y Marcuse y se afiliaba al PC español, con su padre policía en pleno régimen franquista. También era demasiado desafío para la época que Sabina estudiara Filología en la Facultad de Filosofía y Letras de Granada. Luego vendrían las bombas Molotov, y el posterior exilio, primero en París y luego en Londres, donde viviría como okupa. Hasta que llegaría a instalarse en Edimburgo, en momentos en que el dictador Francisco Franco lo sentenciaba a muerte.

A excepción de algún conocedor temprano, las primeras noticias ciertas que tuvimos en Argentina sobre Joaquín Sabina vinieron de la mano de esa excelente versión de “Eclipse de mar” que en 1990 hiciera Juan Carlos Baglietto, y también de su primer gran y masivo éxito musical que fuera “Y nos dieron las 10”, en su álbum “Física y Química” (1992). Es decir que ya pasaron casi 35 años en los que muchos no hemos podido dejar de escucharlo.

Parece ser que uno de los requisitos para ser aceptado y reconocido como propio en el universo rockero viene asociado con la validación que hacen los propios rockers cuando tienen la iniciativa de versionarlo o de compartir grabaciones o escenarios.


Compuso para Miguel Ríos, el pionero del rock ibérico. Giró con Los Rodríguez, tocando juntos “Todavía una canción”. En 1996 es invitado por Calamaro a compartir gira por España. Veintitrés años después se reunirán para formar parte del tributo en un disco a Sabina, versionándole “Princesa”. En 2006 Joaquín participa del disco doble “Calamaro Querido. Cantando al Salmón” con “Todavía una canción de Amor”. Nuevamente en 2011 grabará junto a Andrés una versión de “Contigo”.

En 1998 grabará el álbum “Enemigos Íntimos”, junto a Fito Páez, en clave de rock, con inspiradas letras y canciones como “Llueve Sobre Mojado”, “Si Volvieran los Dragones”, “Delirium Tremens” y “¿Hasta Cuándo?”. Así fue que conversando con Sabina sobre Gilles Deleuze en un aparte con el responsable de esta Columna en el viejo “Morocco” del porteño barrio de San Telmo, en ocasión de la presentación de entonces de dicho disco, el músico coincidió con el filósofo francés a la hora de aceptar que un buen concierto de rock puede ser un adecuado canal para la transmisión de la filosofía y la cultura. 

Para el álbum “Ni tan joven ni tan viejo. Tributo a Sabina” (2019) intervinieron destacados representantes del rock en español. Fito y Fitipaldis junto a Coque Malla graban “Ruido”. Enrique Bunbury hará lo propio con “Donde Habita el Olvido”. Leiva con “El Caso de la Rubia Platino”. Y Robe Iniesta con “Calle Melancolía”.

En 2021 La Beriso edita “El último que apague la luz”, en el que incluye una composición de Sabina: “Contigo”. Rolo Sartorio, junto a Sinema, grabaron en vivo “Por el Boulevard de los Sueños Rotos”. En el mismo año Fito y Fitipaldis en “Fantasmas” lo menciona expresamente.

Pero no todo lo que justifica el carácter rockero de Joaquín Sabina se basa en las menciones, participaciones y covers con los más reputados miembros de ese universo. También se destacan algunas de sus numerosas letras que encuadran con naturalidad con el ideario y la actitud contracultural propia del género. 

“La del pirata cojo”, una descripción personal. “Barbie Superstar” cuenta una de desamores y rencores. Con “Conductores suicidas” sigue el camino del ideario rockero. Y “El rock and roll de los idiotas” está definido desde su mismo título.


En “Más de 100 mentiras”, que además diera nombre al exitoso musical exhibido en la Gran Vía madrileña, y que el propio Sabina participara como invitado, decía: “Tenemos el sexo, el rock y la droga. Los pies en el barrio, y el grito en el cielo”. En “Resumiendo” es más que explícito: “Necesito un polvo y un buen rock and roll”. Y esta letra de “La vida moderna”, filosófica y rockera: “Filosofías de arrabal, mártires del rock and roll. Discutiendo entre las piernas del dolor. El álgebra de la vida moderna”.

Con “Pastillas para no soñar”, una advertencia general: “Si lo que quieres es cumplir cien años no vivas como vivo yo”. “Viuditas de Clicquot” y una reflexión sobre la vida que pasa y la vejez. “Crisis” y la Posmodernidad: “Crisis de valores. Funeral sin flores. Dólares de calcetín. Crisis en la escuela. Quien no corre, vuela. Sexo, drogas, rock and roll”. 

Ahora que se viene en menos de un año la ya anunciada gira final, quizás nos preguntemos si hacía falta, si Sabina está en un buen momento, si todavía puede darlo todo sobre un escenario, si se le entenderá lo que canta, y tantos interrogantes más. Aunque cada uno es dueño de decidir cuál es la última imagen que quiere dar, así sea una de decrepitud y decadencia. Es cierto que podríamos acusarlo de traicionarnos como seguidores, que lo último que quisiéramos recordar es una imagen de derrota y de fracaso. Pero también es dable pensar que todos, si fuimos buena gente, nos merecemos nuestro último baile. Joaquín Sabina nos ha regalado una buena parte de las mejores letras en español de los últimos cuarenta años.

Pocos años atrás Sabina inició “Contra Todo Pronóstico”, la que iba a ser su recorrida mundial final de su carrera. Pero se arrepintió. Ahora eligió como título de su gira de despedida “Hola y Adiós”, frase tomada de “19 Días y 500 Noches”, ese inoxidable hit de su adultez artística, ese canto de nostalgia y dolor por el final de un vínculo, pero que al mismo tiempo era un explícito reconocimiento de sus propios errores. Con una inspirada y autorreflexiva letra de contrición: “Lo nuestro duró lo que duran dos peces de hielo en un whisky on the rocks. …Tenían razón mis amantes en eso de que antes el malo era yo. Con una excepción: esta vez yo quería quererla y ella no. …Tanto la quería, que, tardé, en aprender a olvidarla, diecinueve días y quinientas noches. Dijo hola y adiós, y, el portazo, sonó como un signo de interrogación. Sospecho que así, se vengaba, a través del olvido, Cupido de mí…” 

Ya se conocen las fechas de la parte americana, que comenzará en febrero. Luego vendrá la europea. También se sabe que no alcanzarán ni 19 días ni 500 noches para que nos acostumbremos a su silencio. La obra inmensa de este notable autor probablemente sea inolvidable.

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