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Volvió Charly García

Tenés que leer..

Por Ernesto Edwards /Filósofo y periodista @FILOROCKER

Se editó “La Lógica del Escorpión”. Lo analizo en primera persona

Alguna vez Arthur Shopenhauer afirmó que “Si pudiéramos dar una explicación cierta y completa y acabada de la música, esto es si pudiéramos encerrarla en un concepto particular, ésta sería una explicación del mundo. Por lo tanto la verdadera filosofía”. 

En razón de una honestidad intelectual de la que presumo, algunas aclaraciones preliminares. Para el autor de esta nota no hubo, ni hay y probablemente no habrá jamás, en un podio imaginario, autores de nuestro rock nacional argentino del nivel cualitativo, complejidad estética, compromiso creativo, originalidad temática, vanguardismo lírico y profundidad conceptual que Charly García, Luis Alberto Spinetta y Ricardo Soulé. En algún momento de las carreras de ellos tres llegaron a lo máximo que puede esperarse de un creador, de un artista, de un pensador. 

Lo de Spinetta fue un ciclo autoral que cerró sin mácula, tal su perfección. Soulé hace más de medio siglo que no defrauda ni decepciona con cada disco nuevo. ¿Y García, qué? Imposible no admirarlo. A un Charly de quien todavía conservo, aún hoy que vivo tan lejos, un palillo de batería que usara en su show y luego me lo diera en el Teatro El Círculo de Rosario. 

Charly fue la auténtica resistencia cultural e ideológica desde las metáforas de su repertorio en los años de plomo del Proceso. Y desde este lugar, un tanto subjetivo y parcial, apunto a evaluarlo. Aunque ligeramente despojado de prejuicios pero también de obligaciones. García no merece que seamos políticamente correctos y sin más lo alabemos dogmáticamente.

Carlos Alberto García Moreno (Buenos Aires, 1951) tuvo una carrera artística que conocemos todos. Sui Generis, La Máquina de Hacer Pájaros, Serú Girán, y una fulgurante trayectoria como solista que quizás se haya agotado allá por 1994, con tres álbumes que vieron lo último de un artista inigualable: “Filosofía Barata y Zapatos de Goma” (1990), “Tango 4” (1991, junto a Pedro Aznar), y “La Hija de la Lágrima” (1994). Lo que siguió no estuvo a la altura de sus antecedentes, pero ello ya no tenía importancia. Porque la mayoría de sus primeros discos fueron obras cumbres inalcanzables. 

Y sigo: no soy un purista del bel canto. No me importa la supuesta belleza del sonido ni el pretendido brillo lírico en un cantante. Me importa que sepa comunicar. Y que conmueva. Y que demuestre con el cuerpo, en el estado en que esté, que lo que transmite lo puede sostener desde su experiencia existencial. Porque ya lo vivió. No deberías cantar, sin consecuencias, aquello de lo que no puedas dar testimonio personal. Los mejores momentos interpretativos del Polaco Goyeneche y de la Negra Sosa sobrevinieron casi al final de sus días, fraseando letras de un modo tan convincente, que sobrecogía. Lo mismo sigue sucediendo con el gran filósofo del rock que continúa siendo Bob Dylan, aquel que aun muestra un camino y lo señala casi con desgano. Y lo propio hace, ya al borde del retiro, Joaquín Sabina

Otro punto más a considerar: “La Lógica del Escorpión” es una foto tomada tres años atrás. Hoy, quizás, Charly García esté mucho peor. Y el dato sirve también para mensurar que a la hora de decidir la tracklist del álbum los motivos de Charly deberían retrotraerse a 2021 y no a hoy día. Quién sabe qué habrá visto en aquellos momentos para que le motivara desempolvar “Juan Represión” (quizás la cuarentena eterna), y dar un par de extraños guiños actuales: “Y esperas a tu muerte justo una madrugada”, para concluir con “Y ahora juega a los ladrones junto a Batman y Robin en un asilo de ancianos”. O por qué abre reversionando “Rompela” clamando, quién sabe a quién, “Tenés que hacerme feliz”.

Más de tres décadas después de “Filosofía Barata…”, denomina a su último registro “La Lógica del Escorpión”. Que es y no es una apelación a una disciplina filosófica, y que para algunos sólo se referirá a una antigua fábula. La del escorpión y la rana. Pero que puede ir más allá. Para empezar, García te la relata, en un recitado inigualable, bebiendo por su carácter, por su naturaleza. Y, por las dudas, no confíen en ningún escorpión de los tantos que andan sueltos. Porque todo huele a traición, a caída.

Finalmente grabó “Te Recuerdo Invierno”, que compuso siendo adolescente, cuando todos pensamos en esos recuerdos del futuro, de lo que vendrá, que aún no conocemos pero que sabemos que llegará: “Te veré venir…” Con un guiño a Piazzola.

“Siempre el miedo fue tonto”, escribió siendo muy joven. Hoy estamos seguros de que en el marco de su controlada y fértil locura Charly sigue demostrando ser valiente. Tiene el coraje y la entereza suficientes como para mostrarse en su estado actual. Es como el viejito genial que consiguió escaparse del geriátrico por un rato para seguir destilando talento. Con nosotros celebrándolo. 

En el presente no le esquiva al tema de sus miedos. “Sabés que no aprendí a vivir”, cantaba hace mucho. Pero Charly ya aprendió. Y ahora va aprendiendo a morir (como debiéramos todos). Y en “América” nos avisa: “Tengo miedo de ir a París. Tengo miedo del fin. Tengo miedo de mi TV. Miedo de ser feliz… Tengo miedo de América. Tengo miedo de Dios”. Y lo dijo todo.

“La Lógica…” no parece ser su testamento artístico. No es un disco conceptual. Analizarlo como a un registro más no sería justo. Es lo que tuvo ganas de publicar. O lo que pudo. Y está en su derecho. En poco más de media hora incluye pocas canciones “nuevas”. Tiene auto-referencias, intertextualidad, covers y reversiones. Reitera melodías propias, como en “Estrellas al Caer” (Chipi Chipi). Homenajea al Flaco Spinetta en la emotiva “La Pelicana y el Androide”. Y reúne a algunos amigos que le quedan vivos: Lebón, Aznar y Páez. 

“Dicen que estoy loco, haga lo que haga. Y me dan cantidad de consejos, buenos para nada. Cuando digo que estoy bien ellos me miran sin entender”, y una recreación muy personal del filósofo John Lennon en “Watching the Wheels”. Y sigue el tema en “Yo ya sé”, para confesar lo que todos saben: “A la vez, somos todos neuróticos. Somos todos narcóticos, pero no sé por qué”. En “Autofemicidio” completa la descripción general del desconcierto: “Hay gente que se suicida. Un acto muy egoísta… Los chicos quieren ser chicas. Las chicas quieren ser grandes…” 

Charly espera estar, en un blues tremendo, en “El Club de los 27”, ese de la edad fatídica del rock, la de los que se hicieron eternos muriendo jóvenes. “El club de los 27 es a donde voy a estar. Volaré sobre este mundo traicionero y digital”. Y podría visitarse con Brian Jones y Kurt Cobain, y citar a Patti Smith: “Cristo fue crucificado por pecados de alguien más. No por los míos”. En la Lógica personal de García sus actuales 72 son como el 27.

Charly camina rumbo a su muerte, aunque no le dan las piernas: “Voy a sacarme el pulmotor del corazón fatal. Voy a correr hasta morir. Voy a tener que subsistir en este drama mal”. Charly se dirige a su final. Como lo hacemos todos. Su lírica actual suena depresiva: “Y aunque no pierdo la esperanza, a veces con vivir no alcanza”. ¿Y qué? No es para menos. Será por ello que en “La Medicina No. 9”, sin dudas lo mejor de “La Lógica”, en la que cita a su “Rap de las Hormigas”, Charly hace pensar en el mismísimo Jorge Luis Borges escribiendo sobre su ceguera. Aunque instintivamente busque salvarse. O hundirse más: “Voy a tomar un poquito más. Aquella medicina number nine”.

Charly sigue siendo antisistema. Por eso molesta, inquieta, incomoda, interpela. Y lo hace desde él mismo. Desde su discapacidad motriz, su decrepitud temprana, su mirada perdida, su dentadura postiza y su balbuceo. Porque así decidió mostrarse, exhibiendo su fragilidad y la inexorable posibilidad de un final que ya no está lejos. 

Muy joven nos advertía “La mediocridad para algunos es normal. La locura es poder ver más allá”. Claro, Charly, un visionario, se adelantaba permanentemente a su tiempo.

Su obra la completó hace bastante, con la mayoría de las mejores páginas del rock en español, con melodías irrepetibles y metáforas que mejor vestían el relato de lo que nos pasaba a todos. Para el final, en “Rock and Roll Star” (versionando a The Byrds) te lo explica todo: “Si querés ser una estrella de rock, escuchame bien lo que te digo yo. …Vendé tu alma a una corporación. Vestite bien. Robame una canción…”

Hace años que reconoce “Yo me hago el muerto para ver quién me llora, para ver quién me ha usado”. Lo sigue haciendo.

“La Lógica del Escorpión” no es su mejor disco. Tampoco el peor. Sí forma parte de su last dance.

El rock, se sabe, es una cuestión de actitud, de contracultura y de rebeldía. Sí, el rock es como Charly García. 

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