Por Ernesto Edwards/ Filósofo y periodista @FILOROCEKR
El reciente filme de Eastwood es una renovada invitación a reflexiona
“Jurado número 2”, quizás la última película de este maestro del cine, y experto narrador, que es Clint Eastwood (San Francisco, 1930), es una realización que trata acerca de la justicia, la verdad y la culpa, y una aguda crítica al sistema judicial, mostrando cómo todo puede manipularse a la hora de juzgar. Y que hace pensar en lo mejor de algunas de las más recordadas escenas tribunalicias de imborrables filmes como “12 hombres en pugna” (1957) y “El veredicto” (1982).
Eastwood, ya con 94 años de edad, con cada uno de sus recientes estrenos lleva a preguntarnos si no será el último. Deseamos que no, pero su retiro parece cerca.
Al momento de exhibir “Gran Torino” (2008) el autor de esta nota lo asoció con esa cuestión tan humana de la última imagen, citando a Rubén Makinistian, quien en “Novena Historia” (publicado en “Algunas historias”, Rosario, 1993) decía: “…Por eso, aunque uno no puede saber con certidumbre si va a ser recordado, y, si es que llega a serlo, cuándo y por quién, como el recordarnos es un hecho asiduo, es probable que sí sea recordado, y, entonces, depende de cómo desee ser recordado, el modo en el que se comporte mientras convive con los demás; porque hay el modo afectuoso, que, con mucha frecuencia, cuando somos recordados, resulta en que somos recordados, mínimamente, con una sonrisa, y también hay el modo odioso, que, con mucha frecuencia, cuando somos recordados, resulta en que somos recordados, mínimamente, con un rictus de antipatía”.
Y pensaba, acerca de lo que en ese entonces aparentaba ser la última película que dirigía y protagonizaba Clint Eastwood, en lo que parecía ser (así lo hacía él saber) su elegida despedida actoral, que en la vida de las personas el paso del tiempo puede provocar algunas cosas, entre no tantas variantes. O puede mejorar el producto, consolidando un crecimiento, un perfeccionamiento, una evolución que se reflejarán en la obra de cada uno de aquellos que se dedican a la creación y al arte, o a ser, nada más ni nada menos, que simples personas.
Además, creía que también puede darse el caso de que los años sólo contribuyan al deterioro y al retroceso de ese ser humano, que verá cómo lo último que le queda de recorrido existencial se irá agotando, hasta casi no quedar nada.
Clint Eastwood, el exalcalde de Carmel by the sea, un actor recio y duro, tal vez sin grandes matices, sin embargo fue edificando paralelamente una carrera de notable director cinematográfico, construyendo relatos que hilvanaba de tal modo que el espectador experimentara la satisfacción de ir adentrándose en historias cotidianas, o extraordinarias, que tuvieran un desenlace que, no parece casual, estuvieran orientados en la dirección de cavilar acerca del concepto de justicia, en sus diversas expresiones. Dos grandes ejemplos fueron, con diferente estructura narrativa, “Los puentes de Madison” y “Mystic river” (2003).
“Los puentes de Madison” (1995), que él mismo dirigiera y protagonizara, junto a Meryl Streep en los roles principales, ofrecía un enfoque compatible con la Ética Kantiana. La cinta mostraba a un galán maduro como fotógrafo estrella de la National Geographic que recalará en el condado de Madison (Iowa), atraído por sus vistosos puentes. Al detenerse en una granja conocerá a su dueña, Francesca, casada y madre de tres hijos, circunstancialmente sola al estar su familia de viaje, con la que iniciará fulminante romance clandestino, provocando un dilema moral, al proponerle él que abandone todo para acompañarlo. La respuesta que le brinda Francesca es la clave: “Por más que te desee y quiera estar contigo, no puedo evadir mis responsabilidades. Si me obligas, física o mentalmente a acompañarte, no podré luchar… A pesar de mis razones para no lanzarme al camino a tu lado, me maldeciría, porque mi deseo es egoísta. Entonces, por favor, no me hagas ir ni abandonar mis responsabilidades…”
Francesca es infeliz, ya no quiere a su marido y ve con amargura cómo van pasando los años entre aburrimiento y decepción. Pero tiene deberes y responsabilidades, y aunque la pasión la inclinaría a seguir a su nuevo amor, prevalece la razón, mostrando su lucha entre inclinaciones y deber. La propia perfección de Francesca es fin y deber a la vez, y también la felicidad ajena es un deber al que no puede renunciar. El cumplimiento del deber no es el someterse a una autocoacción, sino que se trata de una coacción según un principio de libertad.
En la Filosofía Moral no hay nada en la experiencia que nos diga que algo debe ocurrir. En la naturaleza no hay libertad: adhiere a un modelo de física determinista. Pero el ser humano se presenta como un ciudadano de dos mundos, con reminiscencias platónicas. En calidad de tal tiene la posibilidad de adquirir un nuevo punto de vista, incluso trágico, pues “puedo advertir que soy libre cuando estoy contradiciendo lo que en mí hay de naturaleza”. Y algo será bueno porque lo debo hacer. Francesca contradice a lo que hay en ella de naturaleza: no se queda por el amor a los hijos o al marido (inclinaciones naturales en la visión kantiana), se queda porque debe. Allí se ve con claridad el triunfo del “imperativo categórico” y el “deber moral” que prescribe Inmanuel Kant.
En “Jurado número 2”, un típico drama tribunalicio, nos encontramos con Justin Kemp, un hombre joven que será seleccionado para ser uno de los doce miembros de un jurado que decidirá si un acusado de homicidio será declarado culpable o inocente del crimen del que se lo acusa. Bien al comienzo del filme, y por ello no es spoiler, nos harán saber que este jurado número 2 bien podría haber sido el autor del asesinato que debe juzgar. No lo tiene claro, no lo recuerda bien, los detalles aparecen turbios y confusos, como su criterio a la hora de tratar de ser imparcial en el rol para el que fue designado. No por nada Eastwood se ha especializado en mostrar personajes marginales en los bordes de la moralidad, presentando a aquellos que se debatirán internamente entre ser justos y buscar la verdad, o salvarse a ellos mismos antes que nada. Es decir, entre ser responsables y hacerse cargo de sus actos, o sucumbir en las debilidades. Siempre entre dilemas.
“Jurado número 2”, con su final desconcertante e inesperado, plantea caminos diversos y la posibilidad de salidas y esperanzas.
“Ahora el tiempo para mí no es nada, porque no cuento la edad”, cantaban Gorillaz, precisamente en “Clint Eastwood”. Y el viejo maestro, ya a sus 90, en la reciente “Cry Macho” (2021) le hacía decir a su protagonista (encarnado por él mismo): “Es que no sé cómo se cura la vejez”. Y, ¿la verdad? Nadie lo sabe, Clint.
FICHA TÉCNICA
“Jurado número 2” (EE. UU., 2024)
Dirección: Clint Eastwood
Con N. Hoult, T. Collette y J. K. Simmons
Género: drama – Duración: 117´
Calificación: muy buena