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“Puán”, la filosofía y la crítica

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Por Ernesto Edwards/Filósofo y periodista @FILOROCKER

La ideología de los artistas no debe hacernos prejuzgar sus obras

Los vuelos transoceánicos, por su prolongada duración, proponen diferentes opciones
para el viajero frecuente que busca combatir su aburrimiento: dormir, conversar -si se viaja acompañado-, leer, escribir, y hasta mirar películas. Toda vez que el wi-fi a bordo
es malo e inestable. Y si no viene incluido, es caro. Lo cual va configurando una situación de casi entero aislamiento por unas cuantas horas. Sin WhatsApp, sin redes sociales, sin portales de noticias, sin vecinos molestos.

El autor de esta nota buscó poder ver, en los meses recientes, un filme argentino del 2023 que levantó polvareda. Del que luego comprobó su argumento situado y
polémico, su guión filosófico preciso y claro, sus buenas actuaciones y una dirección acertada.

En general, aunque lo neguemos u ocultemos, todos tenemos prejuicios sobre muchos
tópicos. La tarea que nos toca, como analistas y críticos, es sobreponernos y colocar nuestras subjetividades entre paréntesis, y fruto de un decidido ejercicio de voluntad,
evaluar con objetividad.

Tengo un largo listado de artistas de diferentes disciplinas respecto de los cuales experimento aceptación, simpatía y hasta cierta admiración, y aún así no he dudado en cuestionar sus últimas producciones, si así correspondía. Lo mismo cuando sucede todo lo contrario, no me resultan personajes agradables, y no obstante su nuevo producto ha sido estéticamente destacado y así lo he ponderado.

Regresando a Argentina por unos días, desde Europa, en el menú de entretenimiento
multimedia se ofrecía el filme nacional “Puán”, y era la oportunidad de verla sin interrupciones. O con una o dos, cada vez que el piloto del vuelo cortaba la transmisión con sus mensajes para recomendar quedarnos sentados. De las inquietantes
turbulencias no nos salva ni la business class.

Otros detalles a considerar son que ni aunque la pantallita sea de calidad HD y los auriculares vengan con cancelación de ruido, nada reemplaza al cine o a todas las comodidades de tu casa. En un avión siempre estaremos sometidos a
condicionamientos varios.

Corresponde anticipar que el núcleo argumental de “Puán” me toca de cerca.
Brevemente, es la historia de dos veteranos profesores universitarios de Filosofía en la UBA, Marcelo Pena y Rafael Sujarchuk, que competirán, rivalizando, en un concurso
de antecedentes y oposición por la titularidad de la cátedra de Filosofía Política, que ha quedado acéfala. Pena es el adjunto supérstite del fallecido, un docente tradicional y estandarizado que sigue a pie juntillas el programa elaborado por el titular. Y Sujarchuk es un afamado profesor con dos décadas de trayectoria en las principales universidades europeas, encantador, cautivante y exitoso con las mujeres. Y tras su conquista amorosa más reciente, decidirá que quiere quedarse en Buenos Aires. El
concurso parecerá amañado y que todo estaría dado para favorecer a la estrella recién regresada.

“Transas” de Charly García suena por los auriculares. No se podría empezar mejor una película argentina que con esta letra que es una aguda descripción sociológica de los tempranos 90: “Él se cansó de hacer canciones de protesta y se vendió a Fiorucci.
Él se cansó de andar haciendo apuestas y se puso a estudiar”.

Rápidamente vemos que un hombre que ha pasado las seis décadas trota enérgico por los porteños bosques de Palermo. Hasta que caerá redondo para nunca más levantarse. No pasará mucho para que nos enteremos de que el finado era el titular de la cátedra de Filosofía Política en Puán, lo que desencadenará una inevitable disputa por la sucesión del espacio académico.

En un largo pero prolijo recorrido filosófico, desfilarán las menciones de Heráclito, Parménides, Platón, Kant, Hobbes, Rousseau, Spinoza, Camus, Heidegger y Sartre, desplegando con cada autor títulos como “El Critón”, “La critica de la razón pura”, “Leviathán”, “Emilio”, “El extranjero”, “Ser y Tiempo” y “El ser y la nada”, como así
también el desarrollo de los numerosos enfoques acerca de la naturaleza humana, de la justicia social y del poder. También, planteando dilemas morales, y provocando a un atento alumnado a formularse interrogantes complejos. Y todo, entre clases públicas en
salones, en la calle, en el aula magna y hasta en reuniones privadas.

Tendrá “Puán” escenas desopilantes y momentos que deberían sensibilizar. Entre las primeras, una colega joven de Pena, quien está con su bebé a quien lleva a todas las reuniones, le dirá que el niño “está haciendo mucha caca y con un olor muy feo”. Será así que veremos al profesor sentarse justo sobre un pañal usado y muy sucio,dejándole su pantalón con un aspecto inmundo. A continuación, se irá en un mismo taxi con su colega Sujarchuk, quien se quejará del “olor a caca muy fuerte” que hay y que no sabe de dónde proviene. Por último, luego de intentar infructuosamente limpiar el
jean cagado en casa de la viuda de su mentor, lo tirará por la ventana, se calzará uno del muerto y será descubierto por una mujer de rasgos aindiados a quien prejuiciosamente confundirá con la nueva doméstica, hasta que ella le aclarará que es peruana y una destacada doctora en Filosofía especializada en Pensamiento Americano.

Si algo le faltaba a “Puán” para quedar identificada con un planteo confrontativo y opositor, no faltó el cameo de Lali Espósito, justo cuando tiempo después se estrenaría su hit (bastante burdo pero todo un éxito) “Fanático”, con el que buscó ridiculizar al presidente argentino en ejercicio.

Fue estrenada meses antes de la coyuntura de mayor tensión entre el actual gobierno nacional y un sector de la cultura embanderado con los partidos políticos opositores, al advertir el gobierno la desfinanciación del Incaa. En el medio de una actual batalla cultural que, tal como la pensaba Antonio Gramsci, recién empieza y se sienten obligados a librar, con herramientas diversas a cada lado del mostrador.

Pena sabe, y así lo reconoce, que no es un filósofo. Dice ser un profesor que enseña a los clásicos, y no se desvía ni una coma de ellos. Es un reproductor, un repetidor de lo que pensaron otros, y un seguidor al detalle del programa de su maestro, al que sacraliza y lo considera su legado. Pena no se anima a tener una voz propia. Cuando finalmente se decida, su vida cambiará para siempre.

Aún si ya sabemos que pensaremos diferente del mensaje de un objeto cultural determinado, siempre deberíamos seguir la recomendación de Umberto Eco en eso de estudiar al adversario. El conocimiento siempre es poder.

“Puán” es la demostración cabal de que se puede pensar distinto a muchos de nosotros y sin embargo obligar a todos los reconocimientos hacia una gran realización cinematográfica argentina, a la altura de las mejores de su historia.

Sobre el epílogo del filme vuelve a sonar “Transas”: “Un día volverá a las fuentes. No creo que pueda dejar de protestar. Anda ocupado, perdió algo de fama, pero no le va mal”.

“Puán” posiblemente sea esa excepción que confirmaría alguna regla en el sentido de que el cine argentino tendría en su largo historial películas notables. No son tantas. También, demostraría que el discurso posicionado políticamente en ciertas ocasiones potencia cualitativamente a ese objeto cultural que sostiene desde lo ideológico. No todo lo que hace el otro que piensa distinto de nosotros está equivocado o no tiene valor artístico.

Respetemos las diferencias. De eso se trata, entre otras cosas, pensar por uno mismo y hacerlo en libertad.

FICHA TÉCNICA
“Puán” (Argentina, 2023)
de María Alché y Benjamín Naishtat
con Marcelo Subiotto, L. Sbaraglia y J. Zilberberg

género: comedia dramática – duración 109’
calificación: muy buena

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