Por Ernesto Edwards/Filósofo y periodista @FILOROCKER
“Moon Music” -nuevo y olvidable álbum de Coldplay-, no salda ninguna deuda
Cuando en 2021 editaron “Música de las Esferas” desde esta Columna se dijo que era un disco fallido pero que en algún momento lo superarían. Tres años después “Música de la Luna” estaría apuntando a ello, aunque sin conseguirlo.
Hay detalles conocidos de Coldplay. Veinticuatro años y unos cuantos discos (entre estudio y en vivo) bastaron para que esta banda británica de rock alternativo en la que predomina el piano de Chris Martin se convirtiera en una de las de mayor influencia internacional del rock and pop. El trío original (hoy cuarteto, más un sesionista habitual) formado por Martin, Jonny Buckland y Guy Berryman se conoció mientras estudiaban en la London University, como una constante que aquellos que se destacan en el mundo de la música, en los últimos años, han tenido alguna formación universitaria y han sido amigos desde muy jóvenes. Emparentados en sus inicios con Radiohead, REM, Blur y U2, hoy tienen una reconocible impronta propia.
Con “Parachutes”, en el 2000, “A rush of blood to the head”, en el 2002, “X & Y” en el 2005, “Viva la vida”en 2008, y su quinto disco de estudio, en 2010: el optimista, comercial y ecléctico “Mylo Xyloto”, más el melancólico “Ghost Stories” (2014), y los más recientes “A Head Full of Dreams” (2015), el “Live in Buenos Aires” (2018), el inmediato anterior, el irregular “Everyday Life” (2019) y el citado “Música de las Esferas” (2021) conformaron una discografía que exhibe sus distintos momentos creativos y evolutivos.
Aunque su ideología es rockera, su música se aproxima a un pop melódico que mezcla riff y distorsión, y que invita a reflexionar y a emocionarse, con temáticas oscuras y de corazones rotos, y alusiones permanentes a los principales existenciarios de la vida, como las dudas, los miedos, las culpas, el destino y la desesperación, y todo, cantado en un tono intimista y susurrante, con la particular voz de Martin, entre afinaciones y falsetes.
Digamos todo: La presencia de Chris Martin es insustituible. Sin él no habría banda. Su carisma, su presencia escénica, su particular voz, sus canciones, se llevan casi toda la atención. Aunque no es un apunte propio de esta sección no es casual su extenso listado de conquistas amorosas, muchas veces apuntando a lo más resonante. Desde Gwynneth Paltrow hasta su más reciente pareja Dakota Johnson.
Señalemos su notable popularidad en Argentina, donde Martin balbuceando el español terminó de conquistar los corazones con la recordada interpretación del monumental hit de Soda Stereo “De Música Ligera”. El mismo resultado tuvo haber editado “Live in Buenos Aires” (2018). Y Lo propio que sea un fotógrafo argentino el autor de la portada de su nuevo álbum. También ha colaborado para la aceptación autóctona de Coldplay en algún público adolescente la innecesaria y descartable inclusión de Martina Stoessel en disco y video, donde parece un adorno que artísticamente no aporta nada.
Recordemos que el disco más destacado de la anterior década, “Ghost stories” (“Historias de fantasmas”), nacía del desamor, del abandono, del deterioro vincular. De la separación de Chris Martin de la Paltrow y su proceso de definitivo distanciamiento. Era un disco conceptual e introspectivo, que vertebraba su desarrollo en torno al efecto futuro que tienen las acciones del pasado. Es decir, las consecuencias de los propios fantasmas.
Pero como siempre sucede en los procesos y evoluciones creativos de las bandas, el tiempo pasó y algunos pocos discos después publicaban “Music Of The Spheres”, que fue toda una declaración de intenciones, con una marcada referencia filosófica que se remonta a la Grecia clásica y presocrática.
Las buenas ideas no siempre terminan saliendo bien. Y cuando la pretensión es alta pero no alcanza el objetivo anunciado, puede convertirse en un fracaso. Al tomar distancia de la vena rockera, inclinándose hacia un pop comercial, básico y complaciente, sin grandes elaboraciones instrumentales y con letras superficiales, aparecen designadas, sin ton ni son, cada una con un emoji.
Ahora bien: Acallados los ecos de la primera impresión que dio “Moon Music” a finales del 2024, valen algunos comentarios. En primer lugar, los de Coldplay siguen sin que se les caiga alguna idea nueva. El rock se ha ocupado permanentemente de la Luna. Porque dicho satélite no sólo es un cuerpo celeste. Es también una metáfora y una ocasión para contar historias. Que pueden ser musicalizadas en clave de rock. El listado podría ser inacabable.
”Blue moon”, popularizada por Elvis Presley. “Mister Moonlight” llegó a The Beatles en 1964. “Moonlight Drive”, psicodélico poema de Jim Morrison, grabado luego liderando The Doors, en 1967. “Bad Moon Rising” inmortalizada por Credence Clearwater Revival, en 1969. “Half Moon”, por la emblemática blusera Janis Joplin, en 1971. A finales de esa misma década, en el after punk británico, se destacaría “Walking on the Moon”, por The Police, en 1979. Más adelante llegaría Iggy Pop con la balada “Moonlight Lady”. Poco después, “Man on the Moon”, de R.E.M., en 1992. En 1994 en “Vodoo Lounge” los Rolling Stones incluyen “Moon is Up”. Lo más notable es cómo Bob Dylan hace suya ”Full moon and empty arms” en el disco de versiones de clásicos de Frank Sinatra “Shadows in the night”, para decir “Luna llena y brazos vacíos. La luna está ahí para que la compartamos”.
Desde España, con ”A la Luna se le ve el ombligo” Fito Cabrales avisa que “A pesar de todo he aprendido. Si la noche es clara a la luna se le ve el ombligo”. En ”Buscando una luna” Robe Iniesta desde Extremoduro exhibe su escepticismo. Kutxi Romero encabezando Marea, con ”La Luna me sabe a poco”, enfatiza su insatisfacción y rebeldía: “Y de postre un sol maldito que termine de volverme loco. Que ya sabes que la luna a mí siempre me sabe a poco”.
El muestrario desde nuestro rock nacional es variado y extenso. Belleza, poesía y metáforas para rockers que buscan expresar sus mensajes. En las direcciones que sean. Porque de eso se trata el rock. De decir lo que cada uno quiera. Sea en un grito, o musicalizando un poema sobre la multívoca luna.
Y aunque no hay mucho para decir volvamos a Coldplay y su “Moon Music”. La banda viene subida al bus de las modas, con cancioncitas fáciles, casi huecas y jingleras, al solo fin del éxito. Probablemente sea cierto lo que se especula acerca del inminente final del grupo, aunque todavía les queden dos o tres años más. Parece que ya no hay margen para canciones como “Yellow”, “The Cientist”, “42”, “Trouble”, y tantas otras que edificaron una carrera de prestigio.
No alcanzó con incluir a Jon Hopkins, Little Simz, Burna Boy, Elyanna y Tini. Ni con rotular los títulos de canciones con emojis. Tampoco con una canción con armonías vocales inspiradas en The Beatles. Aunque sus numerosísimos fans no coincidan, “Mon Music” es otro disco fallido. Y van…
Por si alguno quiere sacarse el mal gusto de Coldplay y la Luna, recomiendo escuchar a la Voz, Frank Sinatra, con ese mega clásico que sigue siendo “Fly Me To The Moon”.
FICHA TÉCNICA
“Moon Music” (Parlophone, 2024)
Coldplay – género: Britpop – duración: 44’
10 tracks – Calificación: Regular