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Agujas en Dinamarca

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Por Ernesto Edwards / Filósofo y periodista @FILOROCKER

Escandinavia siempre produjo grandes filmes

Es inminente la ceremonia de entrega de los premios Oscar 2025, y todo el foco y las expectativas están puestas en los que se consideran son los rubros principales. Sin embargo nunca pasan desapercibidos esos títulos que se ordenan bajo la categoría de “Mejor Película en Lengua Extranjera”. Allí siempre sobresalen realizaciones de menor rigor y pretensión comerciales y con una búsqueda artística generalmente superior. 

Tal es el caso de “La chica de la aguja”. Que si se cree que es imposible de ver en casa, ello no es así. Está pasando desapercibida en Mubi, una plataforma sin gran difusión en nuestro contexto.

De origen danés, muestra una Copenhague opresiva y sombría, en vísperas del armisticio tras el final, en 1918, de la Primera Guerra Mundial, muy diferente de la que hemos descripto en este Columna como la ciudad más feliz del mundo. 

“La chica de la aguja” (Pigen med nålen, 2024), que fuera presentada en el reciente Festival de Cannes,es una película fascinante, inquietante, sorprendente, estremecedora, shockeante, oscura, espeluznante, aterradora, elegante, atrapante, demoledora. Sí, todo eso. Y con una fotografía en blanco y negro que roza la perfección, junto a un sonido que subyuga. 

Su director Magnus von Horn, quien describió a su obra como “un cuento de hadas para adultos”, tiene una sutil mano que sabe cómo mostrar, desde su concepción estética y con un crudo realismo abrumador que sorprende con pinceladas oníricas, el horror de las guerras y el descenso a lo peor de cada ser humano. En un drama histórico que va más allá del género. 

Es la historia de Karoline, brillantemente interpretada por Victoria Carmen Sonne, quien al comienzo del metraje será desalojada de su inmunda habitación por falta de pago, y se vinculará con Dagmar, una mujer más grande de edad, compuesta por la experimentada actriz danesa Trine Dyrholm, en el rol de una aparente dueña de una agencia clandestina de adopciones de bebés recién nacidos, que se caracteriza por ofrecer ayuda humanitaria en situaciones de embarazos no deseados. Entre ambas se establecerá un fuerte vínculo, y así surgirá la propuesta de que la ex embarazada trabaje como niñera.

Las guerras, se sabe, son la coyuntura excepcional que en la vida de las personas dan pie a las situaciones límites más extremas, y que son las que desencadenan las decisiones que más profundas heridas y marcas de todo calibre pueden provocar, especialmente cuando las opciones y alternativas se reducen hasta un punto que no dejan salidas, generalmente abusando de situaciones miserables.

Karoline es una obrera textil, en una fábrica donde se confeccionan uniformes militares (pronta a quedarse sin clientes), con un manifiesto embarazo y una situación social de pobreza que la llevará a sumergirse en las turbias aguas de la supervivencia, entre una angustia existencial que interpelará, desde la incertidumbre y la desesperación, acerca de dónde se encuentran la solidaridad y la sororidad, y cómo escapar del destino de explotación y desigualdades al que eran sometidas, por entonces, las mujeres. Rebajadas a una situación de precariedad y maltratadas de numerosas maneras, con apariencia de rígidas costumbres y poses de superioridad moral. Y esto llegaba hasta tal punto que Karoline resulta embarazada de su jefe -un hombre rico cuya familia la rechaza-, en el interregno en que daba por perdido a su marido en el frente, hasta que inesperadamente reaparecerá, convertido en un desfigurado monstruo que lo hará terminar trabajando en un circo, a la par de haberse hecho un adicto a la morfina.

Mientras tanto, con su preñez a cuestas, decidirá abortar insertándose en su cuerpo peligrosamente una aguja, con un sórdido baño público para mujeres como escenario.

Por si algo le faltaba, tras impedírsele casarse por una prohibición de la altiva madre del candidato, que no concibe ver a su hijo ya cuarentón casada con alguien por debajo de su rango social, y sola en la vida, se sabe que la desesperación no es buena consejera.

Para transmitir la intensidad de esta propuesta fílmica, habrá spoilers. Ya que el clímax del filme se alcanza justo cuando Karoline descubre el inconfesable secreto de su empleadora, quien pasará de ser sólo una ventajera que se aprovecha de las necesidades y miserias de parturientas y familias en la indigencia, para mostrarse como el horrible monstruo que en realidad es: una insensible asesina de bebés. Y, claro, incluyendo el recién nacido de Karoline, quien al comprobarlo personalmente decidirá quitarse la vida, aunque infructuosamente.

Y su todavía legalmente esposo, quien parecía ser el monstruo de la historia, quizás por su apariencia, será quien reciba y acoja a Karoline, dándole algo de la paz perdida. Y hasta la chance de una segunda oportunidad, en momentos en que sorpresivamente decide adoptar a la niña supuestamente hija de Dagmar, tal vez buscando una especie de redención.

Aclaremos lo siguiente. El filme está basado en una historia real, y Dagmar fue todo lo miserable y repugnante que se refleja en la película. Y aunque nos vayamos enterando de ciertos detalles de su vida, que darían algo de luz acerca de los motivos de su repudiable conducta, es imposible empatizar con ella, y compadecerla. Aún en su descabellada creencia de estar ayudando a esas madres evitándoles sufrimiento y un futuro de privaciones. Pero, vamos, no somos tontos. Dagmar lucraba con su aparente oficio de colocadora de bebés. Aunque era bastante fácil darse cuenta de que algo no andaba bien en la transacción toda vez que con la entrega del recién parido le cobraba un dinero a quien lo entregara.

“La chica de la aguja” no tiene un final feliz. Pero si lo pensamos un poco casi nada termina completamente bien en la vida de los mortales. Aún así, siempre queda algo de margen para la esperanza y la resiliencia, en este tratado sobre la naturaleza humana. 

No puede saberse con precisión qué le deparará el destino el próximo domingo a esta incomparable realización danesa. Pero si finaliza la jornada con un Oscar en su haber, no debería sorprendernos.

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