Por Ernesto Edwards /Filósofo y periodista @FILOROCKER
Sobre una joven prostituta en New York, Oscar a la Mejor Película
Desde hace años Hollywood decidió ampliar el número de filmes nominados a Mejor Película, hasta multiplicarlos por dos en la mayoría de sus casos. Y de esas diez que se nominan, la creencia popular es que algunas de ellas llegan a esa instancia casi como un relleno, con el afán de favorecerlas con un envión generado por la industria, que debería reflejarse en su recaudación. Y ello hace que muchas veces, ceremonia a ceremonia, quizás por algún prejuicio o por falta de tiempo no prestemos atención a todas. Esa fue la sensación que tuvimos el pasado domingo por la noche, con el inesperado final.
En una transmisión que fue la 97ma. de su historia, la Academia de Hollywood dio a conocer los ganadores en los distintos rubros para los que había nominado. Y, para unos cuantos, los resultados fueron desalentadores y decepcionantes, habida cuenta de que no coincidieron con lo que mayoritariamente se esperaba.
Es que las expectativas en cuanto a la mejor película del año se repartían, fundamentalmente, entre “The brutalist” y “Cónclave”, ambas bien diferentes pero sólidas en cuanto a su elaboración final, y fundamentalmente muy bien actuada por sus protagonistas. Y acerca de la mejor actriz de la temporada había casi un clamor popular para que la galardonada fuese Demi Moore por su espectacular e incomparable protagónico en “Sustancia”, algo que se sustentaba en la recién finalizada temporada de premiaciones con el reconocimiento hacia ella con sus correspondientes lauros.
Pero no. El Oscar a la Mejor Película se lo llevó “Anora” -que además obtuvo el de Mejor Dirección, Guión Original y Edición-, y el destinado a Mejor Actriz fue a las manos de Mikey Madison (Los Ángeles, 1999), la joven intérprete que al momento de comenzar a filmarla sólo contaba con casi 24 años y un currículum de pocos trabajos, que sin embargo fueron suficientes para que Sean Baker, su director y guionista, la eligiera para el papel de Ani sin necesidad de hacerle un casting.
De más está decir lo que se afirma año a año desde esta Columna: los premios y los festivales de cine no necesariamente reflejan evaluaciones que coinciden con una incontrastable mensura de la calidad artística de lo que juzgan, ni tampoco con el gusto de la gente. La coincidencia entre unos y otros rara vez sucede.
Un primer comentario, que tiene que ver con lo analizado en su momento sobre “La sustancia”: en ella, su mensaje expuesto en la primera media hora del filme, hacía referencia a la exaltación de una concepción de belleza muy superficial, atada a una edad excesivamente joven y a una necesidad de retiro temprano cada vez que se llegaba a cierto límite temporal. Es lo que le pasaba al personaje compuesto por Demi Moore, que pierde su trabajo porque comienzan a considerarla “vieja”. Y es que en “Anora” Mikey Madison está gran parte del metraje completamente desnuda, al igual que Moore, pero con una enorme cantidad de años de diferencia entre ambas, casi cuarenta, y ello parecería haber pesado a la hora de votar por el Oscar. De haber sido realmente así, sería un criterio repudiable.
La tentación a la hora de encuadrarla en algún género es la de definirla como comedia dramática o comedia negra. Sin embargo “Anora”, más allá de ciertas escenas grotescas, es puro drama.
La trama gira en torno a Ani, una bailarina y desnudista de 23 años, de ascendencia rusa, que noche a noche ofrecerá en un club bailes privados individuales para sus clientes, quienes con ciertas restricciones tendrán acceso a un ejercicio estimulatorio a nivel sexual, que en ocasiones culminará en un intercambio de comercio carnal.
Será en esta actividad que conocerá a Vanya, un jovencito y descarriado muchacho, de origen ruso, de quien se le informa que es un gran gastador. Rápidamente los encuentros se repetirán, pero en el impresionante domicilio privado del millonario, quien además le ofrecerá que sea su novia por una semana a cambio de 15 mil dólares en efectivo. Será en esa vorágine de fiestas y de excesos de todo tipo que viajarán en vuelo privado, junto a algunos amigos, rumbo a Las Vegas, donde Iván le ofrecerá casarse en un trámite exprés, justo cuando Anora descubre que sus “suegros” son unos poderosos personajes de la Rusia actual, de quienes su ya esposo pretende independizarse.
Lo que sigue es una serie de desencuentros, algunos de tono grotesco pero que nunca sacarán de foco su tinte dramático.
“Anora”, en algún punto, hace pensar en dos exitosas predecesoras. Por un lado tenemos a “Klute” (“Mi pasado me condena”, 1971), en la que poco más de medio siglo atrás Jane Fonda, la aún hermosa actriz a sus casi 90 años, brillaba en el papel de una prostituta que colaboraba con la policía para develar un crimen. Por ese papel obtuvo su primer Oscar. La otra es la más reciente “Pretty woman” (1991), estelarizada por Julia Roberts, también en el rol de una prostituta que vivirá una historia de amor con un cliente, que interpretaba Richard Gere. También puede establecerse un parentesco con el conocido cuento de “Cenicienta”.
El filósofo alemán Inmanuel Kant aceptaba que dos personas adultas entablaran un vínculo sexual, si el mismo era simétrico y el otro participante era, como persona, un fin en sí mismo. Ahora bien: El “imperativo categórico” kantiano, que postulaba en sus fundamentos éticos, quedaría vulnerado con el ejercicio de la prostitución, aún en la circunstancia de que un trabajador sexual lo aceptara libremente, porque según Kant esta actividad degradaría su dignidad como persona.
El mensaje del director y guionista Sean Baker, además de exhibir cierta glorificación de la prostitución, tiene a nivel ideológico un claro reduccionismo de la realidad: deja entrever su creencia de que todo aquel que sea poseedor de cualquier fortuna material necesariamente es mala gente. Discutible, claro.
Micky Madison, de enorme futuro artístico, tiene una gran actuación. Con notable desenfado y naturalidad asume exitosamente un rol complicado que siempre puede estar cerca del estereotipo y la caricatura. Y, además, está permanentemente en pantalla. Aún así, y son opiniones, no supera en intensidad, audacia y valentía la de Demi Moore.
“Anora” es una muy buena película, sabe exhibir las miserias humanas, y la historia la recordará como la ganadora del Oscar 2025. Como viene sucediendo en los últimos años con estos premios, parece demasiado.