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El otoño, la primavera y el rock

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Por Ernesto Edwards/Filósofo y periodista @FILOROCKER

El rock también se ha ocupado de las estaciones

Desde la antigüedad, cada una de las cuatro estaciones del año representa situaciones y atmósferas diferentes. El otoño es símbolo de tiempo crepuscular, de comienzo de la caducidad, e inicio de la decrepitud. Pero también de la madurez de la vida y de la necesidad de iniciar cierto reposo existencial, a partir de la experiencia. Todo ello sin estar desprovisto de algún romanticismo, que entre ocres y amarillos tapizando paisajes, aún guarda espacio para amorosos sentimientos, aunque matizados de ocaso, de melancolía y de nostalgia. De nuestro lado del planeta acaba de comenzar una vez más, aunque en el otro hemisferio ya estemos hablando de primavera.

Escritores y filósofos aportaron lo suyo. “Te recuerdo como eras en el último otoño. Eras la boina gris y el corazón en calma. En tus ojos peleaban las llamas del crepúsculo. Y las hojas caían en el agua de tu alma”, escribía Pablo Neruda. “Vidas de otoño son, crepusculares, con un sentido ambiguo e indeciso, sin que se sepa qué es lo que Dios quiso al crearlas decir. Con sus pesares oscuros cruzan campos y lugares marcando a vuelo roto sobre el piso la vaga sombra. Su hálito sumiso va al morir a las nieblas estelares”, reflexionaba el pensador Miguel de Unamuno.

Siguiendo con los grandes letristas de España, con “Balada de otoño”, Joan Manoel Serrat, escribía: “Una balada en otoño, un canto triste de melancolía, que nace al morir el día. Una balada en otoño, a veces como un murmullo, y a veces como un lamento, y a veces viento”. Melancólico también, con “El otoño, el café, la rutina”, se exponía Joaquín Sabina.

El rock en español le dedicó conceptos a esta cuestión estacional. Con “Un día de otoño”, Litto Nebbia, todavía liderando Los Gatos, con toda la ingenuidad adolescente, componía: “Era un día frío igual a los de otoño, y ese día tu me dabas tu amor… Soy feliz al recordarlo, y estoy triste al pensarlo: el otoño ha llegado y tú no estás”. 

No toda alusión rockera a la primavera ha sido en castellano. Entre otros, en una breve recorrida, se ha destacado Eric Clapton con su versión de “Autumn leaves”: “La caída de las hojas de deriva por mi ventana. El otoño, y las hojas de color rojo y oro. Veo tus labios, los besos de verano. Las manos quemadas por el sol… Sí, te extraño más que nada, mi amor. Cuando las hojas de otoño comienzan a caer…” En el extraño álbum “The endless river”, Pink Floyd sorprende con la breve, instrumental y conmovedora “Autumn ´68”.

La ya legendaria “Autumn song”, del galés Richey Edwards liderando la banda punk Manic Street Preachers decía: “Así que cuando oigas esta canción de otoño, despeja tu cabeza, y prepárate para correr. Cuando oigas ésta canción de otoño, recuerda que los mejores momentos estarán por llegar”. También Van Morrison tuvo su “Canción de otoño”: “Un pequeño paseo frente a la casa en la colina. Un poco más de carbón en el fuego hará bien”. 

En todo caso, cada estación forma parte de un ciclo que se repetirá sin fin mientras tengamos mundo. Y terminará este otoño para que empiece otro invierno. Y así seguirá todo mientras haya mundo, tal como lo conocemos.

Con “Bajan”, el filósofo místico del rock, Luis Alberto Spinetta, vuelca toda la magia, la espiritualidad y el animismo, no desprovisto de duendes que lo acompañan en ese crepúsculo otoñal: “Tengo tiempo para saber si lo que sueño concluye en algo. No te apures ya más, loco. Porque es entonces cuando las horas bajan. Y el día es tibio, sin sol. Bajan. La noche te oculta la voz”.

Del otro lado del mundo ya es primavera. Con Perséfone la tradición mitológica griega conserva esa leyenda que pretende explicar metafísicamente el origen de la primavera. Perséfone era hija de Démeter, madre de la Vida, y estando absorta mirando una flor fue raptada por Hades para hacerla su esposa, llevándola al inframundo. Desolada, Démeter saldrá a buscarla sin que nadie sepa de ella. En su recorrida, todo comienza a marchitarse y morir, por lo que Zeus (cómplice inicial de Hades) envía a Hermes a rescatarla, restaurando así la vida de la naturaleza. Hades lo consiente siempre y cuando Perséfone, cada tanto, regrese a él eternamente. Tal era la sustancia de su cosmogonía.

Escritores y dramaturgos aportaron lo suyo. “Los árboles me han dado siempre los sermones más profundos”, admitió Hermann Hesse, describiendo sus reflexivas caminatas primaverales. En ocasión de su llegada, Gabriela Mistralescribió: “Doña Primavera de aliento fecundo, se ríe de todas las penas del mundo…” Octavio Paz decía lo propio: “El día abre los ojos y penetra en una primavera anticipada. Todo lo que mis manos tocan, vuela”. Y Alejandro Casona había prescripto: “Prohibido suicidarse en primavera”, alejándola así de cualquier pensamiento sombrío.

El rock en español también le dedicó conceptos a esta cuestión estacional. Desde la ingenua y muy pop “Vuelve primavera”, versionada hasta el cansancio: “El invierno ha llegado y el sol ya va a salir. Mas el canto de mi alma dice así: ¡vuelve, vuelve, primavera!” El pionero Litto Nebbia, en “Canción para jóvenes en primavera”, avisaba: “si el corazón te sorprende, no temas, que esto sucede en primavera…” Y en “Rosemary”, esperaba: “Al llegar la primavera, Rosemary, tu amor sólo mío será”. En “Amor de primavera”, Tanguito cantaba, en su único disco: “Allí a lo lejos puedes escuchar a un amor de primavera, que anda dando vueltas…” Claro, es cuando parece que más veces sucede. 

En la ochentosa “Primavera animal”, los Virus narraban: “Porque acostumbro siempre a desear eso que sé que no voy a lograr. Es ese instinto animal natural, que aunque lo quiera no puedo negar. La primavera no me deja enfriar…” Con “Buscando un símbolo de paz”, Charly García, sabiendo de qué se trata, advertía: “Nos divertimos en primavera, y en invierno nos queremos morir…”. Hoy, renovado (o más decadente), en “Primavera” reconoce: “Y seremos hoy más jóvenes que ayer. Es que el sol nos va a invitar a renacer”. Con la misma idea, en “Días blancos de Primavera”, Pedro Aznar contaba: “Este azul va a llevarse tu dolor…” 

En el hit “Primavera 0”, Gustavo Cerati se situaba: “Y ahora estoy aquí. Temblando frágil en la multitud. Y la espero… Primavera 0”. También se inspira en ella “La parte de adelante”, de Andrés Calamaro, con su clásica rima jinglera: “qué más quisiera que pasar la vida entera como estudiante el día de la primavera, siempre viajando en un asiento de primera…” Y “La última primavera”, del violero Skay: “Un nuevo día en el planeta es hoy. En algún lado alguien suspira hoy…”

“Nací en primavera”, de Chano Moreno, expresa: “Qué bueno es verte cada día más. Nací en la primavera del hombre singular…” “La primavera”, con La Mancha de Rolando, parafraseando a Pablo Neruda, cantaban: “Pueden usar sus armas contra mí. Cortar todas las flores del jardín. Pero no detendrán la primavera…”  Además, la pesimista “Primavera negra”, con todo el rock barrial de Los Caballeros de la Quema: “Primavera negra. Rumores de alcantarilla. Música de manos vacías”. 

En España, con “Soldadito marinero”, Fito Cabrales, desde los Fitipaldis confiesa: “Después de un invierno malo, una mala primavera. Dime por qué estás buscando una lágrima en la arena…” Él mismo, en otra canción, implora: “Primavera ven, y cúrame el invierno”. Y Kutxi Romero, desde Marea, mientras pide “dejadme que os cuente mi cuento de herida y caricias”,  desolado exclama “¡A la mierda, primavera!” En “Locura transitoria”, Robe Iniesta, con el soporte de Extremoduro, exhibe su desánimo: “Vuelve a llegar la primavera, y me molesta el sol. Alma que nunca se deshiela, y se queja del calor…” El mismo Robe, en “Tango suicida”, confiesa “Ya todo el año me hace daño, y me vuelvo a llevar a patadas con la primavera”. Y en “De manera urgente”, como solista, “…Creyó la primavera venir”, para seguir engañándose.

En todo caso, cada estación forma parte de un ciclo que se repetirá sin fin mientras tengamos mundo. Y así como los orientales dicen que para que los árboles florezcan en primavera, antes deberán reflexionar en invierno, la primavera anida, como condición, sólo en aquellos que estén dispuestos a recibirla. Aunque probablemente Pablo Neruda tenía razón: “Podrán cortar todas las flores, pero no podrán detener la primavera”

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