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Mario Vargas Llosa murió a los 89 años: genio literario, político fallido y voz polémica

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Mario Vargas Llosa, el escritor peruano que durante más de medio siglo encarnó las tensiones, desafíos y contradicciones de América Latina a través de su prosa punzante y su exposición pública, falleció este domingo en Lima a los 89 años. 

La noticia fue confirmada por sus tres hijos, Álvaro, Gonzalo y Morgana, en un comunicado donde informaron que sus restos serán cremados, en cumplimiento de sus deseos. No habrá ceremonia pública. “Confiamos en tener la privacidad necesaria para despedirlo en familia y entre amigos cercanos”, expresaron.

Una vida entre libros y batallas ideológicas

Ganador del Premio Nobel de Literatura en 2010, del Cervantes en 1994 y del Príncipe de Asturias en 1986, Vargas Llosa fue mucho más que un escritor prolífico. Fue un intelectual militante, un polemista incansable, un político fallido y una figura central del siglo XX hispanoamericano. 

Su literatura se constituyó en espejo y testimonio de las complejidades del continente, desde la brutalidad militar hasta las frustraciones democráticas.

En Argentina, su figura siempre fue reconocida y discutida. Fue huésped habitual de la Feria del Libro de Buenos Aires —donde pronunció discursos memorables y polémicos—, tuvo una relación cordial con Jorge Luis Borges y un vínculo sostenido con el periodismo argentino, especialmente a través del diario La Nación, donde publicó columnas durante años.

También visitó la ciudad de La Plata en 1997, cuando recibió el doctorado Honoris Causa de la Universidad Nacional, en una ceremonia que marcó uno de sus momentos más emotivos en suelo argentino.

LOS PRIMEROS AÑOS 

Nacido el 28 de marzo de 1936 en Arequipa, al sur de Perú, Jorge Mario Pedro Vargas Llosa pasó buena parte de su infancia en Cochabamba, Bolivia, donde su familia se había trasladado tras la separación de sus padres. 

Criado por su madre y su abuelo materno, vivió una infancia feliz hasta que, a los diez años, le revelaron un secreto familiar: su padre no había muerto, como le habían hecho creer. Pronto conocería a ese padre autoritario, con quien mantendría una relación conflictiva y determinante. 

Fue esa figura dura la que lo obligó a ingresar en el colegio militar Leoncio Prado, experiencia que luego daría origen a La ciudad y los perros (1963), su primera novela y el inicio de su carrera internacional.

El joven Vargas Llosa se refugió primero en las historietas y luego en los clásicos de aventuras: Julio Verne, Emilio Salgari, Karl May. En su adolescencia, comenzó a escribir cuentos, a colaborar con diarios locales y a leer de forma voraz. 

Su formación académica lo llevó a estudiar Derecho y Literatura en la Universidad Nacional Mayor de San Marcos, donde tuvo un breve paso por el Partido Comunista y donde conoció las obras de Sartre, Marx y Mariátegui.También entonces se casó con su tía política, Julia Urquidi, once años mayor, relación que inspiraría una de sus novelas más entrañables: La tía Julia y el escribidor.

El Boom, París y los años del desencanto

Gracias a una beca, en 1958 se trasladó a Madrid, aunque su destino final sería París, ciudad que entonces funcionaba como centro gravitacional de los escritores latinoamericanos. 

En la capital francesa compartió pobreza con otros nombres que luego serían gigantes del Boom, como Julio Cortázar y Gabriel García Márquez. Allí comenzó a labrarse un nombre con Los jefes, su primer libro de cuentos, y sobre todo con La casa verde (1966), donde se consolidó su estilo narrativo, inspirado en Faulkner y Flaubert, dos de sus principales referencias literarias.

El vínculo entre Vargas Llosa y Cuba fue intenso pero breve. En los años 60 fue un fervoroso defensor de la Revolución, a la que incluso viajó para participar en congresos culturales. Pero con el tiempo, su postura cambió. 

El caso Padilla —la persecución al poeta Heberto Padilla por parte del régimen castrista— lo distanció definitivamente de Fidel Castro y del socialismo real. A partir de entonces, Vargas Llosa devino un liberal convencidodefensor del libre mercado y crítico ácido de los populismos latinoamericanos, tanto de izquierda como de derecha.

Esa transformación política lo alejó de varios colegas del Boom, especialmente de García Márquez, con quien tuvo una célebre pelea en México en 1976 que incluyó un puñetazo y décadas de silencio.

DE COMUNISTA A LIBERAL

En cambio, en Argentina, su liberalismo fue acogido con menos hostilidad: en 1990 fue uno de los primeros escritores en elogiar las reformas económicas de Carlos Menem, aunque también criticó con dureza el indulto a los militares. 

Durante el kirchnerismo, fue una de las voces más duras contra lo que llamó “autocracias electas”, en la misma línea que su amigo Marcos Aguinis.

Sus novelas más recordadas cruzan el testimonio con la ficción, la denuncia con la ironía. Conversación en La Catedral (1969), escrita en los años de la dictadura de Odría, es una exploración abrumadora del desencanto político. 

La guerra del fin del mundo (1981), ambientada en Brasil, muestra su capacidad para reconstruir hechos históricos con una precisión narrativa envidiable. La fiesta del Chivo (2000), su visión sobre la dictadura de Trujillo en República Dominicana, fue quizás su novela más lograda en la madurez, y una crítica feroz al autoritarismo que resonó fuerte en América Latina.

SU INTRODUCCIÓN FALLIDA EN LA POLÍTICA 

En 1990 se lanzó a la política, algo que muchos de sus lectores y amigos le desaconsejaron. Fue candidato a presidente en Perú por el Frente Democrático y perdió en segunda vuelta contra Alberto Fujimori. 

Derrotado, se exilió en España y obtuvo la ciudadanía española. Desde entonces, su figura quedó marcada por la tensión entre el escritor brillante y el ideólogo liberal, entre el narrador universal y el opinador incendiario.

No obstante, su compromiso con la literatura jamás decayó. Hasta los últimos años continuó publicando novelas, ensayos, crónicas y artículos. 

Fue elegido miembro de la Academia Francesa en 2021, honor reservado a un puñado de escritores no francófonos. Su última novela, Le dedico mi silencio(2023), vuelve a su país natal y a su eterno tema: el sueño de una sociedad justa y pacífica, pero azotada por sus propios demonios.

Su fallecimiento cierra un ciclo, quizás el último de los grandes escritores del Boom en partir. Con Cortázar, Fuentes y García Márquez ya fuera de escena, Vargas Llosa quedaba como el último testigo de una generación que revolucionó las letras del continente y que colocó la literatura latinoamericana en el centro del canon mundial.

LA RELACIÓN CON LA DERECHA ARGENTINA 

Para muchos argentinos, su presencia fue constante y familiar. En sus visitas al país, en sus intervenciones en los medios y hasta en los debates culturales, Vargas Llosa fue siempre un referente últimamente muy cercano a Mauricio Macri.

En el 2001 recibió el Premio Internacional de Novela Rómulo Gallegos en Caracas, y recordó en su discurso su paso por Buenos Aires, donde había presentado La fiesta del Chivo y donde, según dijo, se sentía “tan cerca como en casa”.

Se fue Mario Vargas Llosa. Se fue el último gran fabulador del Boom, el que escribió contra la violencia, el dogma y el olvido. 

Pero su obra, esa que atraviesa geografías y décadas, sigue viva. Y desde alguna parte —entre Lima, París y Buenos Aires— nos sigue preguntando, como en Conversación en La Catedral: “¿En qué momento se jodió el Perú?”. Y con él, quizás, también un poco América Latina.

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