Los Estados Unidos con frecuencia publican los nombres de supuestos hackers chinos, pero China pocas veces lo hace.
China dio los nombres de tres personas que trabajan en la Agencia de Seguridad Nacional (NSA) y que afirma hackearon sistemas de computación para los Juegos Asiáticos de Invierno este año. El país rara vez publica los nombres de supuestos hackers respaldados por la nación, a pesar de que los Estados Unidos suele publicar a los actores vinculados a China.
El martes la policía de Harbin, donde se llevaron a cabo los juegos, nombró a tres supuestos agentes de la NSA como culpables del hackeo: Katheryn A. Wilson, Robert J. Snelling, y Stephen W. Johnson. Afirman que el grupo también apuntó a Huawei, una de las principales compañías chinas de telecomunicaciones que fue objeto de las restricciones comerciales impuestas por EE.UU.
Se sabe que Estados Unidos, como la mayoría de las potencias, participa de operaciones globales de espionaje y hackeo. La NSA suele analizar información de sistemas de telecomunicaciones e internet en todo el planeta, práctica que hizo famosa el delator Edward Snowden. Los países suelen realizar tareas de monitoreo por varias razones, que incluyen el combate contra el terrorismo y la ventaja por sobre las actividades militares extranjeras. Pero China no suele nombrar a los hackers extranjeros sospechosos que apuntan contra su infraestructura doméstica, tal vez porque el país intenta callar toda señal de debilidad.
Los expertos le dijeron a Bloomberg que el cambio en la estrategia probablemente sea en represalia por las tarifas o aranceles impuestos. Al dar señales de que pueden identificar a los intrusos China manda un mensaje de que Estados Unidos no encubre sus operaciones tanto como supone, y que necesitará cambiar de estrategia para continuar con operaciones efectivas de inteligencia. Es algo que podría llamarse sabotaje simple, concepto acuñado por la CIA de que en toda guerra con un adversario extranjero la interferencia menor puede perturbar los esfuerzos del enemigo y crear ineficiencia. Los ataques contra cables submarinos y otras infraestructuras como las líneas de ferrocarril, son otra forma de sabotaje simple. No es tanto en referencia al ataque físico sino más para exhibir agresión menor, y conforma uno de los pilares de las maniobras geopolíticas más amplias.
Las operaciones de hackeo también se pueden usar como palo en las negociaciones para comunicar a los países como EE.UU. que deberían cuidarse de no azuzar al oso porque el adversario podría responder con medios como la destrucción de la infraestructura.
Estrategias habituales
Bloomberg informa que China ha estado exhibiendo más esfuerzos por publicar los esfuerzos de hackeo:
La identificación de supuestos operativos de la NSA sigue a un informe de la CVERC de China del 3 de abril diciendo que el país había enfrentado más de 270.000 ciberataques durante los juegos de invierno, y que la mayoría provenían de computadoras ubicadas en EE.UU. El informe llevaba una imagen de un hombre escribiendo en un teclado y vestido como el Tío Sam, con un peinado peculiar.
“La mayor represalia de Beijing en la guerra comercial no será con los aranceles o tarifas sino con acciones que aparentan tener poco que ver con las tensiones comerciales. La publicación de los supuestos hackers de la NSA encaja muy bien en el patrón de la forma en que le gusta a Beijing operar en cuanto a estos problemas”, dijo Isaac Stone Fish, presidente de Strategy Risk en una entrevista con el medio.
China ha dado otros pasos en represalia contra los aranceles o tarifas, como pausar los pedidos de aeronaves de Boeing, o reducir la distribución de películas de Hollywood. El presidente Trump, por su parte, dio marcha atrás con las tarifas en respuesta a movidas del mercado. Los artículos electrónicos como los semiconductores y los iPhones están temporalmente eximidos pero Trump sugirió que pronto volverán a estar sujetos a estos aranceles.
Aunque muchos estadounidenses piensan que la fabricación debería regresar a los EE.UU., y China es mal actor en varios aspectos, son pocos los estadounidenses que quieren trabajar en las fábricas. El comercio global ha sido un impulso para la economía porque las empresas estadounidenses exportan muchos servicios. Pero el presidente Trump opera bajo la falsa creencia de que el desequilibrio en el comercio, si EE.UU. compra más de lo que vende, significa que EE.UU. está perdiendo. Hay compañías como Apple que mudan sus fábricas a otros países asiáticos como Vietnam e India en lugar de construirlas en EE.UU.