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Vargas Llosa y el cine

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Por Ernesto Edwards /Filósofo y periodista @FILOROCKER

El notable escritor tuvo un paso por el cine adaptando parte de su obra

Este pasado domingo 13 nos enterábamos de la muerte del escritor hispano peruano Mario Vargas Llosa, a sus 89 años, en Lima, la capital de su país natal, Perú. Y significaba el final de su vida, y también de que siguiera aumentando su producción artística personal, de la que ya estaba oficialmente retirado desde hacía algún tiempo -en diciembre de 2023-, cuando decidió abandonar su periódica columna de opinión en el diario El País de España.

Jorge Mario Pedro Vargas Llosa, Marqués de Vargas Llosa, fue distinguido en 1986 con el Premio Príncipe de Asturias de las Letras, en 1994 con el Premio Miguel de Cervantes y en 2010 con el Premio Nobel de Literatura. Asimismo fue miembro de número de la Real Academia Española, como también de la Academia Francesa. Ya en 1971 obtuvo cum laude el doctorado en Filosofía y Letras por la Universidad Complutense de Madrid. Mientras, compartía su vida literaria con el periodismo gráfico y la publicación de numerosos ensayos.

Hijo único de dos padres que se divorciaron antes de su nacimiento, se sabría que su progenitor mantenía una relación con otra mujer, que le daría dos medios hermanos a Vargas Llosa. Su familia materna le hizo creer, hasta los diez años, que su padre estaba muerto, y recién lo conocerá justo cuando junto a su madre reanudarán el vínculo, yéndose como familia todos a vivir a Lima. Es para destacar que su padre siempre rechazó y despreció su vocación literaria, entre reiterados malos tratos y violencia física.

Su primer matrimonio fue con una de sus tías, Julia Urquidi, diez años mayor que él y ya previamente divorciada. Al cabo del mismo se casó con una prima, Patricia Llosa Urquidi, diez años menor, madre de sus tres hijos y sobrina de su primera mujer. Y ya en su madurez fue pareja de Isabel Preysler, exesposa de Julio Iglesias. Finalmente, sus últimos años los pasó con Patricia, de regreso en Lima.

Su muerte desencadenó, como puede esperarse de intelectuales que trascienden la mediocridad general y adquieren una notoriedad de alcance mundial, reacciones que fueron desde la expresión de una admiración extrema por su enorme talento literario, hasta la expresión injustificable de odio por su posicionamiento ideológico y político, campo que eligió para desarrollar muchos de sus ensayos, en el medio de tantas exitosas y atrapantes novelas. 

No pasó desapercibido que Vargas Llosa, que en su juventud simpatizara con el comunismo y ya en su madurez suscribiera por el liberalismo, en 1990 fuese candidato presidencial en Perú por una coalición de centroderecha, perdiendo en segunda vuelta con Alberto Fujimori. Nunca más sus ideas políticas se hundieron en el anonimato, siendo en numerosas ocasiones tema principal de sus publicaciones.

Además de la ocasional lectura de su columna en “El País”, el autor de esta nota solamente leyó un único pero inolvidable libro de Vargas Llosa, su primera novela, un volumen notable llamado “La ciudad y los perros”, publicado en 1963, traducido a numerosos idiomas y aclamado tempranamente por la crítica literaria mundial, poniéndose a la cabeza de un boom narrativo latinoamericano que haría escuela, con autores de un arteincomparable como Gabriel García Márquez y Julio Cortázar

“La ciudad y los perros” aborda los recuerdos del propio Vargas Llosa cuando dos años de su secundario los cursara en el Colegio Militar Leoncio Prado, que los comenzó a desplegar escribiéndolo en su primer paso por Madrid, entre 1958 y 1961, finalizándola en París, período en el que vivió con extrema austeridad. Dicho proceso de escritura lo llevó a decir que “escribir es lo único realmente apasionante que existe”. De más está decir que ninguna editorial española se lo quería publicar: la rigurosa censura franquista lo impedía. Pero Seix Barral, de Barcelona, decidió editarlo. “Los perros”, en su libro, eran los cadetes de tercer año del Colegio Militar, personajes clave del núcleo argumental, quienes recibían formación educativa bajo una rígida disciplina castrense, de humillación y sometimiento. Con enfrentamientos de cadetes entre ellos, y luego con los directivos y la oficialidad del colegio, quedará la conclusión de que ya fuera del sistema educativo, la personalidad de cada uno será la consecuencia del paso por ese tipo de instituciones.

Su cronología literaria es vastamente conocida: veinte novelas, un libro de cuentos, diez obras de teatro, catorce ensayos, dos crónicas y un libro de  memorias.  Pero no así su profusa relación con el cine, ese otro gran objeto cultural que se enriqueció con sus creaciones. Y no era para menos. Muchos de sus textos fueron adaptados para la pantalla grande, con historias que profundizaban en la psicología, la sociología y las relaciones humanas. “La ciudad y los perros” fue adaptada en 1985 por el director peruano Francisco Lombardi, retratando el clima opresivo y la violenta dinámica de represión que soportaban los jóvenes cadetes.

“Pantaleón y las visitadoras”, editado en 1973, tuvo dos adaptaciones cinematográficas. La primera en 1975 y la otra en 2000, también dirigida por Lombardi y protagonizada por Salvador del Solar y Angie Cepeda, girando la historia sobre el capitán Pantaleón Pantoja como organizador de un servicio de prostitutas para soldados residentes en la Amazonia peruana. La versión filmada en 1975, que tuvo a José Sacristán encarnando a Pantaleón, fue dirigida por el propio Vargas Llosa, fue su única experiencia en ese rol, y considerando los resultados, nunca volvió a insistir con ello.

También tuvieron su versión fílmica “Los cachorros” (1973) -sobre la dramática historia de Cuéllar, un joven castrado por el perro guardián de su colegio, y su traumática vida adulta de una intensa y permanente frustración sexual-, “La tía Julia y el escribidor” (1990) -una especie de autobiografía centrada en su primer matrimonio, contó con los protagónicos de Keanu Reeves y Barbara Hershey-, “La fiesta del chivo”(2005) -acerca de la dictadura de Rafael Trujillo en República Dominicana-, y “Travesuras de la niña mala”(2023), pensada para televisión. 

En gran parte de su obra literaria, Mario Vargas Llosa expuso su visión sobre las tensiones entre el poder y la libertad. Y conocedor de sus propias limitaciones, afirmó que “el genio artístico o literario no es en ningún caso garantía de lucidez política”. Pero no muchos lo entendieron. 

Y entre tanta claridad conceptual, para consuelo de muchos de los desdichados, llegó a afirmar que “Sólo un idiota puede ser totalmente feliz”. 

El tiempo que no le dediqué a Vargas Llosa para leer su obra completa lo ocupé leyendo la de Borges y Umberto Eco -que injustamente no ganaron el Nobel-, y escuchando a Bob Dylan, que sí lo ganó, merecidamente. No me arrepiento. Son elecciones. Y preferencias. Pero me cuesta entender a quienes se resisten a la lectura de Mario Vargas Llosa sólo porque desde una dudosa pose de superioridad moral lo cuestionan por su ideología. Sean más libres. Aprendan de aquellos que no piensan igual, y poseen una capacidad que los distingue, y que los demás no tienen.

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