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“El Eternauta” y el rock nacional

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Por Ernesto Edwards Filósofo y Periodista @FILOROCKER

“El eternauta” es una serie argentina con alcance mundial

Hace unos días no se hablaba de otra cosa. Como si este tema se hubiese adueñado de todas las conversaciones y no tuviésemos otra opción que no sea atender a este fenómeno. Un buen escapismo de los problemas cotidianos.

El pasado lunes 28 de abril toda España se quedó por varias horas sin luz, sin internet, sin teléfono y sin whatsapp, y al día de hoy sus autoridades no han podido explicar las razones. Y ese aislamiento y desconcierto, entre velas prendidas, radios a transistores y el desesperado acopio de garrafas de agua, fue un involuntario anticipo de lo que sería el estreno en la plataforma Netflix, un par de días después, de la serie de origen argentino “El eternauta”

Es difícil encontrar el equilibrio justo entre dos opuestos que confrontan permanentemente, sin atender razones ni argumentos. Como si se hubiera establecido una rivalidad futbolera, y ese embanderamiento se trasladara a todo aquello que fuese motivo de opinión. Ello viene sucediendo a través de medios y redes sociales. Y, la verdad, “El eternauta” no es ni una genialidad incomparable ni un desastre indefendible. “El eternauta” es un buen producto al que le atribuyen más de lo que tiene y menos de lo que carece. Es que también en el arte hay grieta.

Como generalmente nos sucede a los argentinos cuando en alguna coyuntura ciertos temas sobresalen, desde el pasado 30 de abril todos, o casi, creyeron volverse especialistas en “El eternauta”, el icónico cómic nacional que se conocía a finales de los 50 a través de 106 entregas semanales, producto de la pluma de Héctor Oesterheld (1919 – 1978) y de los dibujos de Francisco Solano López.

En una tradición de series o unitarios procedentes de nuestro país, con un listado para nada numeroso, en el que se destacan, quizás, “Verdad – consecuencia”, “Vulnerables”, “Epitafios”, “Locas de amor”, “Okupas”, “El Marginal”, “Todos contra Juan”, “Los simuladores”, “Casi feliz”, y paren de contar, “El eternauta” parecería que por calidad podría ganarse un lugar en este grupo. Seguramente en cuanto a lo técnico, y por masividad.

De Bruno Stagnaro (1973), el director de esta serie -quien también es guionista-, probablemente recordaremos “Pizza, birra y faso” -su único largometraje en cine-, y “Okupas” y “Un gallo para Esculapio” en tele. No hizo demasiado más. 

Esta primera temporada de seis capítulos, que tiene una segunda todavía en veremos aunque la plataforma se apurara en confirmarla, es un drama de ciencia ficción que adapta la historia original de Oesterheld, publicada en 1957, dos años después del golpe militar que destituyera en Argentina a Juan Perón de la presidencia.

La particular coyuntura política de su publicación, sumado a la trágica historia familiar del autor, con un sino de fatalidad extrema, fue generando y finalmente instaló un determinado relato que agitó la batalla cultural entablada entre un sector político que pretendió apropiarse del texto, frente a sus antagonistas, como si “El eternauta” fuera la lectura que se estableciera como una especie de resistencia ideológica a través de símbolos, metáforas y alegorías, y siempre desde una pose de superioridad moral.

El argumento de la serie es simple y lineal. Juan Salvo (Darín) es un excombatiente de Malvinas (VGM), con un brutal estrés postraumático, que en enero de 2023, con más de sesenta años, en ciudad de Buenos Aires (casi una protagonista más), y aledaños, durante una inesperada nevada tóxica que sería el anticipo de una invasión de cascarudos gigantes extraterrestres cuyas imágenes hacen pensar en cascos de militares invasores, tendrá como objetivo principal encontrar a Clarita, su extraviada hija adolescente. En el medio, aparecerán las emociones, las miserias y la crisis de valores, y se pondrán en juego las lealtades y solidaridades, primero en un reducido grupo de amigos, y luego entre toda la ciudadanía.

El indemostrable “Nadie se salva solo” se desprende como eslogan principal. Sin embargo, Thomas Hobbes acertadamente desmintió a Jean-Jacques Rousseau con eso de que “el hombre es naturalmente bueno”. Hobbes afirmó que “el hombre es el lobo del hombre”, y la naturaleza humana quedó al descubierto.

Con Juan Salvo muchos creerán ver el repetido clisé del hombre común enfrentando situaciones extraordinarias, con toda la transformación interior del que duda y teme, hasta llegar a convertirse en héroe. Nada nuevo. A muchos les encantará y a otros la obviedad los aburrirá.

“El eternauta” no escapa a la lógica de las historias posapocalípticas del estilo de “V, invasión extraterrestre”, “The Walking Dead” y todos sus spin-off, “The Last of us”, y en clásicos relatos como “La guerra de los mundos”. Sin embargo, no podemos dejar de pensar en ese solitario Robinson Crusoe que leíamos de chicos.

Algunos apuntes que cualquiera puede tomar si presta atención. El ambivalente vínculo de la gente con el ejército argentino, del que nadie sabe quién lo comanda. La ausencia de autoridades políticas, aunque extrañamente no se caiga en anarquía. El nombre de “Juan Salvo” y sus posibles simbolismos. La serie es una adaptación que se basa en un texto de historieta. El saludo montonero con arma en brazos levantados. La posible alusión a las invasiones inglesas de 1806 y 1807. La sensación de que “El eternauta” comparte el mismo universo con “Okupas”, veinte años después. La nieve tóxica como alegoría de los golpes militares. La insistente e indiscriminada solidaridad en la que la mayoría simula creer basada no en la ética sino en la necesidad y conveniencia. Y numerosas publicidades encubiertas que podemos descubrir.

Un prólogo tardío del autor, y su propio halo trágico, fomentaron que se construyera algo conceptual, como lo del “héroe colectivo”, que nunca estuvo explícito en el texto de 1957.

“El eternauta” tiene destacadas actuaciones de Darín y Marcelo Subiotto, acertada dirección, y espectaculares fotografía, efectos especiales y posproducción. Eso sí: tiene un final que se va desinflando, que deja a la espera de que confirmen que, alguna vez, se grabe una segunda temporada, quizás para 2027.

Mención especial para una excelente musicalización, con la que volvió al cine el rock del mejor, el de la contracultura y la rebeldía, en este caso del período de la primera mitad de los 70, con músicas impactantes, y letras contundentes y descriptivas: Manal (“Es muy triste negar de dónde vienes. Lo importante es adónde vas”), El Reloj (“Quiero contarte mi vida para que sepas que tienes alguien más en quien confiar”), Pescado Rabioso (“Nunca estuve tan solo en este mundo. Abrázame que amanece y hay resignación”) y La Pesada(“Salgan al sol, idiotas”). También Intoxicados (“Sé que muchas veces dije que el lobo venía. Pero esta vez el lobo está acá”), Soda Stereo (“Hay una grieta en mi corazón. Un planeta con desilusión”) y Él Mató a un Policía Motorizado (“Eh, ¿quién te va a cuidar? En este mundo peligroso tenemos que estar juntos”). Y algo de lo muy bueno que tenemos en tango, folklore y cumbia con Gilda, la Negra Sosa y Gardel. 

El reparto incluye a Ariel Staltari (también fue el co-guionista), Carla Peterson, César Troncoso, Andrea Pietra y Marcelo Subiotto. Personaje como el de Pietra no contribuyen casi nada a lo grupal, desmintiendo la idea de que todos aportan lo suyo.

“El eternauta” se escribió antes de que finalizara la década del 50, con obvias alusiones a lo que fue el golpe del 55. Pensar que trata sobre la segunda mitad de los 70 es una relectura, en parte propiciada por la historia personal del propio autor y por sus declaraciones a posteriori. Pero que carece de fundamento.

Esta serie es nada más y nada menos que ciencia ficción mixturada con drama y acción desde una plataforma como Netflix, que aspira a ser un entretenimiento comercial liberado de regionalismos, aunque para los argentinos de cierta generación invite a otras lecturas, y descubramos guiños o detalles que para el resto del mundo pasarán desapercibidos. También corresponde decir que “El eternauta” al momento de la redacción de esta nota es la segunda serie más vista de esta plataforma en todo el orbe y esta semana que pasó fue furor en ventas en librerías de todo el mundo hispano.


Las diferencias con la historieta saltan a la vista. Pero, atención: nadie necesita, ni es una obligación, que las adaptaciones como este caso sean idénticas al texto por entregas publicado entre 1957 y 1959. Además, tanta apasionada defensa de que “El eternauta” es un canto a la argentinidad, y sin embargo en el original todos los personajes hablan de “tú”.

Estamos transitando la Posmodernidad. Y uno de los claros caracterizadores que la definen es el del individualismo extremo. Y “El eternauta” parece encargarse de enfrentar esa tendencia, promocionando una solidaridad que a veces llega al extremo de la ingenuidad, y lo hace con resultado diverso. Y mostrar que “lo viejo funciona” no deja de ser toda una definición filosófica.

En una escena clave de la serie, cuando se hacía necesario superar los miedos y darse coraje, se escuchaba, como si fuera un mantra, en las voces de todo el grupo esa arenga de Manal, la pionera banda argentina de blues urbano, que decía “Jugo de tomate frío, en las venas deberás tener…” El rock nacional, agradecido.

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