Por Ernesto Edwards/Filósofo y periodista @FILOROCKER
La locura es otro tema que no resulta ajeno al rock
El rock no es una superficial música de fondo, que sólo sirve de escenografía para la diversión y la alegría. Refleja, más bien, los temas más profundos de la existencia. Y en esa dirección, aborda artísticamente cuestiones de salud mentalcomo la depresión y la locura, que de un modo u otro han atacado a unos cuantos de sus figuras más destacadas.
Caracterizada por el desinterés, el desánimo y el displacer, y las sensaciones de culpa y minusvalía, la depresión es una de las afecciones psicológicas más conocidas desde la antigüedad de la historia humana, reclamando la atención del arte en los inicios de la cultura.
Decía el poeta que “…Melancolía es la tristeza permanente del alma, que no olvida”. Noches de insomnio y tendencias autodestructivas, justo en esos momentos en los que cualquier mirada hacia el interior lo que muestra es vacío, soledad y angustia, y esos caminos alternativos que van en la dirección más alejada de la realidad, para sumirse en ese abismo que insensibilice, quizás con la idea o necesidad de sufrir menos. O de desaparecer.
Cada vez que pensamos en la locura lo hacemos influidos por esa idea, generalizada y común, de desconexión con lo circundante. Como si se pudiera tener una especie de realidad propia, con reglas y una lógica escapadas de toda previsibilidad.
Veamos cómo iban apuntando sobre el tema en el rock de Argentina, aún sin precisiones conceptuales sobre el punto. En “La Balsa”, primer gran himno del rock nacional -casi su piedra fundacional-, Litto Nebbia, con Los Gatos, ya planteaba, como única salida, partir hacia la locura, con la intención de naufragar. Ricardo Soulé, otro pionero, líder ideológico de la legendaria Vox Dei, en “Por Aquí Se Te Echó De Menos”, relata la desaparición temporal de un querido amigo. Ese que acostumbraba a comportarse distinto. A ser diferente. A pasar un tiempo en el manicomio. El dúo Pastoral, con su clásico “En el Hospicio”, cuenta las tribulaciones de un interno: “Me hace mal la realidad de saber que el perro es perro y nada más”.
Charly García, en momentos de su primigenio dúo con Mestre, escribía “La mediocridad para algunos es normal. La locura es poder ver más allá”. Y mientras encabezaba Serú Girán, ya sabía qué recomendable era “Salir De La Melancolía”. El mismo García, como solista, entre tanta paranoia, odio y depresión. Entre tanto aislamiento e individualismo. Entre tanta soledad que lo vuelve cada vez un poco más psicótico. Y alguien que dice: “Yo no quiero volverme tan loco”. Su ex compañero en Sui Generis, Nito Mestre, en “Oh, Vieja Tristeza”, revela que la misma hace tanto tiempo puja por salir de su cuarto.
Fito Páez, en “Te Adoro Desesperación”, se expone: “Sólo adicto al miedo, y sin decir adiós, me fui desde alguna ciudad, con el estómago revuelto de pastillas, de casa y del mundo real.” Y todo, después de haber grabado la antológica “Polaroid De Locura Ordinaria”. Y esa frase de Andrés Calamaro, fuera de foco tan sólo por la angustia de descubrir la precariedad del plazo existencial: “Yo soy un loco que se dio cuenta que el tiempo es muy poco…”, y reconociendo: “cuando no estás, la soledad me aconseja mal”.
Y la Bersuit, aguardando a alguien, “Por la noche la soledad desespera”, rogaban por entrar en los confines más oscuros. “Poco a poco, fuimos volviéndonos locos”, cantaban los Babasónicos en “Irresponsables” para expresar su éxtasis vincular.
Para mencionar, del rock nacional, una variada galería: “Adónde Está La Libertad” (Pappo), planteando, en tiempos convulsos, “Yo sólo quiero escapar de toda su locura intelectual”. “Pensamientos” (La Beriso), y un ruego: “Es que me siento todo el tiempo en el abismo. Un abrazo es lo único que pido. Llévame contigo”. “Loco Un Poco” (Turf), y toda una descripción: “Loco un poco, nada más. Casi parecés normal. Pero en la mirada ocultás algo detrás. Simulando, sonriendo. Sin saber qué estás diciendo”. Y Eruca Sativa avisando “No es una locura, pero se parece a la más pura locura, y nos pertenece”.
“Tu Locura” (Gustavo Cerati), y una declaración: “Y cómo explicarte desde el encierro cuánto miedo de salir a ese mar de dudas. Ya no hay más que hacer. Sos tu propia ayuda. Ahora andá y viví. Yo siempre amé tu locura. “Los Locos y Los Niños” (Silvina Garré), contando que “El loco de mi pueblo decía que era Dios. Y cuánto más cuerdo que muchos estaba. …La locura y la niñez se dan abrazos de un pedazo de infinito. Y un asomo de verdad rasgaba el mundo desde el fondo del delirio”.
También deben verse “Loco. Tu Forma De Ser” (Decadentes), y “Lo Frágil de la Locura” (La Renga). Y los Virus, con todo un disco llamado “Locura”. Y hasta Vox Dei, con “Loco, Hacela Callar”, explicando “No pensés que lo que digo es cierto si no lo crees”.
Ricardo Iorio, en “Imágenes Fugaces” describe una de esas noches: “Qué loco, pintó en mi ventana un rayo de sol. La oscura noche de repente, ya se destiñó. Son las ocho y no pude dormir. Ya se fueron todos, y yo sigo aquí…”
Desde la península ibérica también tienen algo que decir sobre el tema. El vasco Fito Cabrales, junto a los Fitipaldis, graba “Pájaros Disecados”, para decir: “Yo no sabía lo que sucedía. Me sentía triste y agobiado, tan deprimido que tenía la cabeza llena de pájaros disecados”. El otro gran pensador vigente del ideario filosófico rockero español actual, Robe Iniesta, líder vox de Extremoduro, confiesa: “Sufro locura transitoria. Bajo a la Tierra y cruzo la línea divisoria que separa en esta historia la locura y la razón”. Y también cantaba: “Puede ser que la razón me abandonó, y ya no la espero”. Y Enrique Bunbury decía lo suyo en “Fuente Esperanza”. Y los de Tequila reconocían: “Me vuelvo loco”.
De estos temas también se ocupa el Rock, como si hacerlo fuera una salida terapéutica, una imprescindible catarsis. Quizás porque como afirmaba el genial psiquiatra Enrique Pichón Riviere, sólo el arte puede salvarnos de la tristeza y la locura.
Y sí. A veces parece cierto eso de que la locura es poder ver más allá.