Por Ernesto Edwards/Filósofo y periodista @FILOROCKER
Se estrenó la que se anuncia como el final de “Misión: Imposible”
Para algunos fue un insistente rumor nunca confirmado oficialmente. Para otros, un secreto a voces que nadie ignoraba pero del que no se hablaba. Del modo que haya sido, lo que se contaba en esos días en el mundillo del cine alrededor de 1998 era que el gran director, productor y guionista Stanley Kubrick (1928 – 1999) les habría dicho en privado sus intenciones a Nicole Kidman y Tom Cruise (por entonces pareja en la vida real) al momento de ser contratados para los roles protagónicos de su próxima (y última) película, “Eyes Wide Shut” (1999).
En dicha reunión le habría adelantado a Nicole Kidman, a esa altura una joven cara bonita sin demasiada estelaridad actoral, que la iba a terminar consagrando como una gran actriz. Para ello le diseñó una agenda que, buscando desinhibirla totalmente, incluía representar en un teatrito del West End londinense “La Habitación Azul”, donde la Kidman, noche a noche, debía exhibirse completamente desnuda frente al público, en una trama de numerosos encuentros sexuales. Poco tiempo después, interpretando a Virginia Woolf en “Las Horas” (2002) se consagraría haciéndose merecidamente acreedora al Oscar a la Mejor Actriz.
El caso de Tom Cruise, en su vínculo con Kubrick, fue diferente. Quizás porque no le veía pasta de gran actor, a pesar de haber sido dirigido por los mejores realizadores y haber compartido cartel con los actores más destacados, a Cruise le habría prometido enseñarle todos los secretos de la producción cinematográfica. Y eso se llegó a convertir en realidad a tal punto de ser reconocido por la industria hollywoodense, Steven Spielberg incluido, como uno de los grandes salvadores del cine de entretenimiento mundial. Algo que terminó de consolidar con una extensa y exitosa saga como la de “Misión Imposible”, con ocho largometrajes filmados a lo largo de casi 30 años, desde su primer título, allá por 1996, con los siete últimos producidos por Cruise.
A mediados de la década del ´60 comenzaba a imponerse un cine de acción directamente emparentado con la actividad del espionaje internacional. Quien encabezó ese negocio fue el comienzo de una colección de historias bajo el nombre del agente secreto James Bond, el 007 con licencia para matar que por esos años encarnaba Sean Connery. Este nuevo género, al amparo de la guerra fría, tendría su correlato televisivo con dos sucesivas series de origen británico: “Cita con la muerte” primero y “The Prisoner” luego, ambas protagonizadas por Patrick McGoohan.
No pasaría demasiado tiempo para que los Estados Unidos tuviera su propio show de tv. Sería “Misión: Imposible”, que a lo largo de siete temporadas y 171 episodios, desde 1966 hasta 1973, mostraría cómo un jefe de una célula de agentes marginales buscaría una cinta grabada en la que se les encomendaría alguna misión, de esas que los servicios de inteligencia normales nunca tendrían éxito, como contraespionaje, infiltración, robo o sabotajes varios. Inmediatamente después abría una carpeta con fotos de algunos integrantes entre los que seleccionaría quiénes participarían del nuevo encargo, desde expertos en tecnología, disfraces, guerra psicológica y hasta seducción. En 1988 la serie reapareció por tres temporadas más, hasta agotarse el interés del público. Y siempre con una música inoxidable que era una especie de protagonista más, de la autoría del talentoso compositor y director de orquesta argentino Lalo Schifrin (Buenos Aires, 1932).
Seis años después de desaparecida esta segunda versión de la serie televisiva, se estrenaría el primer filme basado en dicha idea original. Con Tom Cruise encarnando a Ethan Hunt, un agente de inteligencia especialista en disfraces que terminaría a cargo de la Fuerza de Misiones Imposibles (IMF). Esta franquicia es una de las más taquilleras de la historia, con una recaudación total que bordea los cuatro mil millones de dólares.
Más o menos cada cuatro o cinco años reaparecía “Misión: Imposible”, con nuevas tareas y aventuras, y siempre a puro vértigo. Siempre con un elenco de figuras que iban desde los ganadores del Oscar Jon Voight, Philip Seymour Hoffman y Kristin Scott Thomas, hasta los reconocidos Jeremy Renner, Alec Baldwin, Vanesa Kirby, Rebecca Ferguson, Michelle Monaghan, Emanuelle Beart, Vanessa Redgrave, Thandie Newton, Keri Russell, Angela Bassett, Henry Cavill, Lea Seydoux y Jonathan Rhys-Meyers. Sumado al atractivo de recorrer las principales ciudades turísticas europeas, como Londres, Budapest, París, Amsterdam, Sevilla, Viena, Berlín, Roma y Venecia. Y un Tom Cruise decidido a interpretar él mismo todas las escenas de riesgo, sin importarle que los años iban pasando.
No hace tanto, en 2023, se estrenaría “Misión Imposible: Sentencia Mortal”, la primera parte de lo que se anticipaba sería el final, ahora dos años después, de toda la saga. Y que por primera vez no tendría involucrado en ningún rol a J. J. Abrams. Su núcleo argumental giraba en torno a la búsqueda de las dos mitades de una llave que activa una IA de punta que cobrará vida propia, deviniendo en “La Entidad”, volviéndose inmanejable y extremadamente peligrosa para la seguridad mundial, a la par de poder manejar ilimitadamente las redes financieras internacionales. En el medio de la puja de las grandes potencias por acceder a esta llave, Ethan Hunt encabezará el grupo que se propone controlarla y destruirla. Mientras tanto, todo sucederá entre atractivas locaciones y peligrosas persecuciones a bordo de autos, motos, parapentes, trenes, aviones y avionetas, que serán la escenografía habitual de estos títulos.
Con Simon Pegg y Ving Rhames encarnando sus habituales laderos y Rebecca Ferguson como su nunca declarado objeto romántico, más Vanesa Kirby, Henry Czerny y Esai Morales, se completa un elenco efectivo a la hora de dar vida a sus personajes. La mayoría se repite en la segunda parte -y despedida de la marca-, con una duración récord de casi tres horas.
Si bien este capítulo final puede llegar a verse sin haber recorrido el catálogo completo, siempre es recomendable conocer qué es lo que pasó en estos treinta años de la marca. Aunque este epílogo se encarga de hacer su propia revisión, al comienzo del filme. La mayoría se puede apreciar en algunas plataformas, a la espera de completar a tiempo la octología de Misión Imposible, viéndola desde el comienzo, allá por finales del siglo 20, con sus diferentes directores, como Brian De Palma, John Woo y J. J. Abrams, y finalmente Christopher McQuarrie, con un contexto de final de Guerra Fría y con una tecnología inicial que atrasaba si la medimos hoy día con la Inteligencia Artificial.
La octava entrega de “Misión: Imposible” muestra a un mundo llegando al punto en el que nada que se diga en el ciberespacio es confiable ni creíble, con tantas deep fakes. Y el planeta tiembla: las nueve potencias nucleares están al límite del desborde. Y así, Estados Unidos, Reino Unido, Rusia, China, Francia, India, Pakistán, Corea del Norte e Israel estarán al borde del desastre y sin poder hacer demasiado.
Un dato a considerar en “Misión: Imposible” es que nunca estos agentes siguieron órdenes ni estuvieron obligados a obedecer directivas de nadie. La grabación con instrucciones y objetivos siempre está precedida por la siguiente frase: “La misión, si es que usted decide aceptarla…”
Y ante cada convocatoria para cada misión, se destacaría una necesaria advertencia: “Si usted o alguien de su grupo fuese detenido o muerto, el Secretario negará toda relación con el asunto”. En una especie de Caída heideggeriana, con la sensación de estar arrojados al mundo a nuestra propia suerte.
Después de tres décadas, cuesta creer que se terminó para siempre “Misión: Imposible”, y que Tom Cruise resignó su papel. El de un agente rebelde siempre dispuesto al sacrificio personal, a la inmolación, al resignar y postergar las propias necesidades. A la renuncia altruista. Y aceptando el extremo del dilema permanente.
Sobre el final, y sin contar nada sobre cómo termina realmente esta prolongada historia, nos quedarán algunos mensajes y algunas ideas. Por ejemplo, que una única decisión no define nuestras vidas, que no son otras cosa que la suma de todos nuestros actos y elecciones. Además, que generalmente nadie se salva solo y que la amistad es un valor. También, veremos una nueva vuelta de tuerca acerca de los peligros de una Inteligencia Artificial desbocada y sin control, y una ciencia sin ética.
“El final es en donde partí”, diría La Renga. Y eso sucede a lo largo de todo este filme – despedida. Que es nostálgico y también melancólico. Y como en el final de “Lost”, con una última e inolvidable reunión, quizás real, quizás imaginada, en Trafalgar Square -Londres-, no digamos entre quiénes.
Mientras, alguien nos avisará que “Este mensaje se autodestruirá en cinco segundos”.