El bombardeo de Estados Unidos sobre tres instalaciones nucleares en Irán representó una operación aérea sin precedentes, que puso a prueba la resistencia de los pilotos y la precisión tecnológica.
En uno de los ataques más extensos y exigentes de la historia militar reciente, el país norteamericano recurrió a pilotos de bombarderos B-2 que enfrentaron los límites de la resistencia humana en una travesía de 37 horas.

Siete bombarderos furtivos, cada uno con dos tripulantes, partieron desde la Base Aérea Whiteman en Misuri, cruzaron medio mundo y regresaron, en lo que se considera uno de los ataques aéreos de mayor duración en la era moderna.
Para caer en la cuenta de la complejidad de la operación, cabe mencionar que la misma requirió la coordinación de más de 125 aeronaves, incluyendo cazas, aviones de reconocimiento y de reabastecimiento en vuelo, además de un despliegue de otros bombarderos B-2 que volaron en dirección opuesta como maniobra de distracción.




