Basada en la novela M. El hijo del siglo del escritor italiano Antonio Scurati, la miniserie dirigida por el británico Joe Wright propone una exploración visual y emocional del ascenso de Benito Mussolini, entre 1919 y 1925, desde una perspectiva tan estética como política. Con guion de Stefano Bises (Gomorra, Esterno notte) y música electrónica compuesta por Tom Rowlands, de The Chemical Brothers, la producción combina rigor histórico y experimentación formal, reflejando tanto el pasado como las resonancias inquietantes del presente.
Un retrato de poder y violencia
“Sus principios férreos, su ética inflexible… Yo, hijo de la pobreza, amo el poder y detesto la miseria”. Así se presenta el Mussolini de Luca Marinelli, quien ofrece una interpretación hipnótica y perturbadora del dictador. En ese monólogo frente a cámara —un recurso que se repite a lo largo de la serie— el líder fascista expone su desprecio por la debilidad y su culto a la fuerza, trazando la línea ideológica que recorrerá toda la historia.
Filmada en los legendarios estudios Cinecittà, fundados por el propio Mussolini, la serie abarca el período que va desde la creación de los Fasci italiani di combattimento hasta la consolidación del Partido Nacional Fascista. Wright, conocido por adaptaciones como Expiación y Orgullo y prejuicio, construye un relato visualmente exuberante, operístico y deliberadamente artificioso: hay retroproyecciones, rupturas de la cuarta pared y una banda sonora anacrónica que refuerza la sensación de que el fascismo —entonces y ahora— es también un espectáculo.
“Make Italy Great Again”
La frase, que el propio Mussolini pronuncia en complicidad con el público, funciona como un guiño directo a la actualidad. Wright propone un espejo entre el populismo totalitario del siglo XX y los discursos autoritarios contemporáneos. “El antifascismo se ha vuelto algo controvertido, y eso es alarmante”, confesó el director durante la presentación de la serie.
Para Marinelli, que debió transformarse físicamente para el papel, el desafío fue encarnar al dictador sin caer en la fascinación. “Tenemos una tendencia a olvidar —dijo—. Hoy vemos cómo los partidos de extrema derecha vuelven a crecer. Por eso este proyecto tiene un mensaje profundamente antifascista”.
El ascenso del poder absoluto
Mussolini: hijo del siglo describe con minuciosidad el proceso de conquista del poder: la manipulación política, las alianzas efímeras, la violencia callejera y el control mediático. La serie muestra al futuro dictador debatiendo con la Iglesia, enfrentando a la aristocracia, y eliminando a sus adversarios con un pragmatismo implacable.
El punto de inflexión llega con el célebre discurso del 3 de enero de 1925, en el que Mussolini asume la responsabilidad por los crímenes de los camicie nere y desafía al Parlamento a destituirlo. La respuesta —un silencio total— marca el inicio formal del régimen fascista.
Una ficción consciente de su artificio
Wright evita el naturalismo. Inspirado en el teatro de Bertolt Brecht, propone una puesta en escena que mantiene al espectador entre la seducción estética y la distancia crítica. “No queríamos que pareciera real, sino mostrar que la realidad misma puede ser manipulada”, explicó.
El resultado es una obra que combina la reconstrucción histórica con el lenguaje del videoclip y la performance teatral. Una narración que invita a reflexionar sobre la permanencia de los discursos de odio, la manipulación de masas y el magnetismo del poder.
Mussolini: hijo del siglo se puede ver por MUBI, de tan solo 8 episodios,confirma a Wright como uno de los pocos directores capaces de mirar el pasado sin nostalgia, para recordarnos que la historia, cuando se repite, siempre lo hace como advertencia.
SCortés