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Rock de los amaneceres

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Por Ernesto Edwards/Filósofo y periodista @FILOROCKER

Cuando termina la noche también es hora de rock

El amanecer puede representar el comienzo de algo. O un empezar de nuevo. Es el final de una noche. Es la alborada que deja aclarar la oscuridad. Aunque persistan el misterio y la inquietud por lo todavía desconocido. También implica el tiempo que se esperó la reiterada aparición del sol. Esa divinidad adorada desde la más remota antigüedad, cuando los eclipses se temían tanto y hacían sentirse abandonados.

El rock nacional argentino, al igual que numerosas disciplinas artísticas tanto como la filosofía y algunas religiones, le ha dedicado en sus letras palabras, conceptos, poemas y metáforas a los amaneceres. En ocasiones como un saludable empujón para despertarnos, o como testimonio de lo que pasó a la noche, o como relato de lo que se espera cuando despunta el día.

Al autor de esta nota le ha tocado conducir o participar como columnista de numerosos programas radiales en horarios de la primera mañana, cuando en invierno la noche aún era cerrada y se esperaba el sol, y a modo de conjuro que aventase malos presagios, ciertas canciones invitaban a recibir el día, con esos inconfundibles colores de la aurora.

Una de ellas era del malogrado Pity Álvarez, cuando en tiempos de Intoxicados, con “Está saliendo el Sol”, elevaba su propia plegaria: “Está saliendo el sol, que es sin duda mi Dios. Pero no estoy apto para aprender hoy de su sabiduría. Porque la luna apareció y me invitó a estar con ella hasta que vuelvas vos. Ya está saliendo el sol, que es sin duda mi Dios. Aunque no cierre el ojo en toda la semana, y tenga ganas de desmayarme en la cama. Voy a salir a recibir su bendición, oh Dios. Padre sol nuestro que estás en los cielos. Guíame si no está bien la vida que llevo. No dejes nunca de brillar, porque eso me pone bien cuando estoy un poco mal. La luz nuestra de cada día. Dánosle hoy que así sea, amén”.

También sonaba Pappo, con la siempre presente “Rock and Roll y Fiebre”, justa para musicalizar una road movie personal: “Ya va a amanecer, y escucho rock and roll en la radio. Apago el motor para escucharlo mejor. Mi articulación se presta para el movimiento. Mi mano en tu cintura empieza a sentir su sudor. Rock and roll y fiebre, van de la mano los dos”.

Los Gatos, la iniciática banda rosarina liderada por Litto Nebbia, grababa ”Rock de la Mujer Perdida”, con una breve, pasional y explícita letra: “Mujer, vas a entender que hoy, hoy más que ayer, necesito tenerte a mi lado hasta el amanecer. Mujer, vas a encontrar gente que te ame igual. Pero hoy necesito tenerte a mi lado otra vez”. 

”Al rey, a mí y a vos”, y el mensaje esperanzado de Ricardo Soulé: “Me gusta pensar que vivir es estar feliz. No vale la pena sufrir y querer morir. Es mejor que salga el sol, despertar con su calor al rey, a mí y a vos. Me gusta por la mañana echarme a andar, cruzando las hojas secas en algún lugar. Es mejor que salga el sol, despertar con su calor al rey, a mí y a vos”.

“El Comprador de Amaneceres”, la recordada canción urbana de La Joven Guardia, narraba: “Llueve en la ciudad al amanecer. En mi soledad vuelves a crecer. Esta eternidad de mi padecer. Llueve en la ciudad, lloro yo también. Comprador de amaneceres, soñador de mil placeres. Qué me importa de esta vida si no estás. Porque sabes que te quiero, porque sabes que te adoro, por ti me muero, por ti yo muero en la ciudad”.

“Mi cuarto” y la descripción de la soledad a cargo de Vivencia: “En mi cuarto se refugian las heridas que me han hecho los golpes de la vida. Allí nadie me molesta, ni critica ni protesta. Estoy solo en mi cuarto. En mi cuarto he vivido horas hermosas. En secreto, aventuras amorosas. …En mi cuarto ha trepado por mi cama un amigo que saltó por la ventana. Era el sol que acariciaba dulcemente mi frazada. No estoy solo. He descubierto la mañana”.

“En el Hospicio”, y el alienado despertar de una libertad en cautiverio, según Pastoral: “Quiero atrapar el sol en una pared desierta. Me siento tan libre que hasta me ahoga esa idea. Me hace mal la realidad de saber que el perro es perro y nada más. …Encierro real; claustro de barro. Sombras. Porque supe al despertar que mis sueños eran ciertos, y mi propia realidad superó la fantasía de ser vos la fuerza que de la nada hizo vida y me la dio”.

“Amanecer”, y Los Auténticos Decadentes: “Parece oscuro, pero se hizo de día. Ya están cerradas las puertas del lugar. El sol redondo rojo como tus ojos. …Amanecía otro verano fatal”. También Almafuerte, con Ricardo Iorio a la cabeza, tuvieron su “Amanecer en Open Door”, y una reflexión existencialista sobre la amistad. “Legal crucifixión del ser. Sin tener familiares que vengan a reclamarme. Sin visitas, dice el doctor. Es terminal. Alopidol. Sólo estoy viendo amanecer”.

En “Rock and roll hasta el amanecer” La 25 expresa, en clave de policial negro, que “Llegó el momento de vivir de recuerdos y descartar las historias que no pude contar. De salir corriendo con la ropa en la mano sin nada de nada ni nada de más. Me están buscando por un crimen que no he cometido. He recorrido ciudades escapando a la ley”.

Mención aparte para “Amanece en la ruta”, un clásico de la década del ´80 de Miguel Zavaleta en sus tiempos de Suéter, no siempre interpretada acertadamente, a veces como canción de amor, otras como la descripción de una agonía química, y también desde otro lugar como si hubiese sido una alegoría de la dictadura militar. Sin embargo era una canción de muerte y de responso, inspirada en situaciones de deadline, esas que clínicamente no muestran signos vitales, y que están viendo (o imaginando) su paso hacia otra dimensión. “Amanece en la ruta, no me importa dónde estoy. Me he dormido viajando y he soñado tan intenso. Y en ese sueño yo me veía en ese auto. Pero no. No era el mismo porque estaba roto en su interior. Ese paisaje es tan extraño, se parece al de un tren eléctrico. Esos árboles tienen contornos. Darme cuenta es tan hermoso. Y en ese sueño yo me veía en ese auto, pero no. No era el mismo porque tenía fuego en su interior…”

Como sea, siempre que nos despertemos al alba, los maitines -la hora más temprana de cada amanecer- nos encontrarán diciendo nuestras primeras oraciones, sea comunicándonos con alguna divinidad o hablándonos a nosotros mismos, en silencio,  en un cotidiano, necesario e íntimo monólogo. Celebrando por volver a empezar un nuevo día.

Sí, amanece, que no es poco.

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