Por Ernesto Edwards / Filósofo y periodista @FILOROCKER
“Alba”, la exitosa y atrapante miniserie española, facilita acceder a elementos de la moralidad kantiana
Mucho se dice que tanto en películas como en series televisivas los actores consagrados no quieren tener que rivalizar y competir por la preferencia del público ni con niños ni con mascotas. Saben que la historia demuestra que corren el riesgo de perder protagonismo y popularidad. Lo mismo podría pensarse, en ocasiones, con algunas locaciones determinadas, las que por su atractivo y belleza fotográfica muchas veces llegan a opacar las bondades actorales del elenco, e incluso a tener un impensado protagonismo.
Lo señalado ocurre con Villajoyosa, un pintoresco pueblo de poco más de 30.000 habitantes, en la provincia de Alicante, Comunidad Valenciana, en España, que bordea la turística Costa Blanca y cuyo barrio de pescadores ofrece como efectivo fondo escenográfico las “casas de colores” que serán mudos testigos de parte fundamental de la trama de “Alba”. Y aunque uno pueda preguntarse qué puede suceder de malo en una aparentemente plácida población que convive entre la arena y el mar Mediterráneo, los jóvenes y la marcha nocturna, y ese simple conocerse entre todos, será un falso paraíso que se convertirá rápidamente en un infierno existencial donde se revelará un protagonista más: la corrupción. Que aunque generalmente la vinculamos con el poder político e incluso judicial, también tiene su espacio como degradación moral personal, toda vez que se decide perjudicar a otro en beneficio propio a través de acciones inconfesables o cuanto menos cuestionables.
Desde que las series televisivas españolas abandonaron el formato tradicional de capítulos de hasta ochenta minutos de duración, las propuestas ganaron en agilidad y fluidez narrativa. Y eso es lo que ofrece “Alba”, a partir de la acertada adaptación de “Fatmagul”, una novela turca que se las trajo, y un casting que no decepciona nunca. Su versión española no careció de dificultades a la hora de grabarla, toda vez que se inició a comienzos del 2020, mientras primero sus técnicos y luego gran parte de su elenco iban sucumbiendo al Covid y provocando la suspensión del proyecto por un año. Finalmente se estrenaría por A3 en 2021, con gran aceptación, para que no hace tanto la subiera a su plataforma Netflix.
A través de 13 episodios de aproximadamente 50 minutos cada uno se irá desgranando la desgraciada historia de Alba Llorens, una atractiva joven de unos 25 años, quien habiéndose ido a vivir a Madrid con el objetivo de estudiar, se reencontrará con Bruno, un vecino de Villajoyosa a quien le dará la oportunidad de estrechar vínculos, hasta enamorarse y convertirse en pareja. Será así que llegado el verano deciden pasar la temporada en su lugar natal. Y casi sin dar respiro al espectador, la primera noche decidirán salir de recorrida, por separado, por pubs y discotecas a modo de festejo y reencuentro con viejas amistades. Será así, que por descuido e indolencia de Alba será engañada para ingerir una brutal cantidad de drogas que la dejará prácticamente inconsciente y sin capacidad de reacción.
Cuando Alba decide salir a la calle, casi arrastrándose, será abordada por tres muchachos que sin más la violarán salvajemente, entre humillaciones varias, mientras la graban con la camarita del móvil. En ese lapso, también habiendo consumido alucinógenos en cantidad, su novio Bruno parecerá unirse a la manada, compuesta inesperadamente por sus tres mejores amigos. Pero no todo será lo que parece. A la mañana siguiente, Alba despertará sola y desnuda en la playa, sin recordar casi nada y con claras evidencias de un intenso daño físico y emocional.
A partir de ese primer hecho traumático, comenzará el desfile de una numerosa galería de personajes, en la que costará encontrar aquellos totalmente confiables. Veremos cómo cada uno de los violadores tiene su propia familia. Dos de ellos son primos acostumbrados a una vida licenciosa de lujos y placeres, cuyos padres comparten la titularidad de una poderosa empresa constructora. Otro de los psicópatas es un joven alférez, hijo de un rígido coronel retirado. Bruno, huérfano de padres, fue criado por su tía Clara, uno de los pocos buenos ejemplos a nivel personal de toda la serie. A su vez, Alba tiene como sostén emocional a su hermano Toño, un grandulón tonto pero pura bondad y amor incondicional por su hermanita. También su amiga Begoña, su ex Tirso -que es el dealer del lugar-, y no mucho más. También rondarán a estos personajes Eloy, el abogado de los empresarios, y un policía de dudosa moralidad, de quien nos enteraremos que es padre de una niña gravemente enferma que requiere demasiado dinero para su tratamiento médico. Y de ahí a enfrentar un dilema moral sin solución a la vista.
Se dice en ciertos contextos psicologistas que a la base de una actividad sexual que involucra a un hombre compartiendo su pareja habitual con otros varones en realidad oculta la fantasía inconfesable de ser poseído sexualmente por ellos. También que quienes de adultos se convierten en violadores generalmente han padecido pasivamente de niños el mismo daño que provocan siendo grandes. Como sea, cuesta entender la inaceptable e intolerable psicopatía y perversión en grado extremo de verdaderos monstruos humanos que se excitan y disfrutan con el dolor ajeno. Especialmente con aquellos que en una situación determinada no pueden defenderse porque el otro, el abusador, el violador, no comprende o no le importa que le están diciendo que no.
“Alba” muestra a través de todos sus capítulos el largo proceso que atraviesan algunos, que van cambiando hasta incluso redimirse. Pero que otros, y así los especialistas en el tema lo confirman, los perversos de esta índole son un caso perdido: cada vez que tengan la oportunidad volverán a ejercer violencia del mismo tipo en cada ocasión que se les presente. No les importa que a nivel sexual nada es condenable siempre y cuando los encuentros de ese calibre sean consentidos de manera indudable y explícita.
Entre un clima tenso, una buena dosis de intriga y algún que otro giro inesperado, Alba buscará recuperar su vida, encontrar el horizonte personal extraviado, y que se haga justicia en un contexto todavía patriarcal y machista.
Es importante destacar que en algunos de los personajes de “Alba” prevalece la razón, mostrando sus luchas entreinclinaciones y deber. En la filosofía moral no hay nada en la experiencia que nos diga que algo debe ocurrir. En la naturaleza no hay libertad: adhiere a un modelo de física determinista. Pero el ser humano se presenta como un ciudadano de dos mundos, con reminiscencias platónicas. En calidad de tal tiene la posibilidad de adquirir un nuevo punto de vista, incluso trágico. Y algo será bueno porque lo debo hacer. Allí se ve el triunfo del “imperativo categórico” y el “deber moral” que prescribe Inmanuel Kant. Y aunque para estudiar su ética es inevitable leer sus textos, también se puede a través de las buenas realizaciones fílmicas o televisivas, como lo es el caso de “Alba”.
Sobre el final de la serie veremos que el “imperativo categórico” kantiano ha prevalecido, y algunos de sus protagonistas han actuado “por deber”, tal como prescribe Kant como el único comportamiento moralmente correcto, cumpliendo con su deber. Ese deber con el que se sienten obligados y que puede tener la característica del “apriori”kantiano: ejerciendo su libertad en la medida en la que se opone a la naturaleza humana atravesada por emociones, sentimientos y pasiones que los alejarían de lo correcto.
“Alba”, miniserie de una sola temporada, a pesar de todo lo sucedido deja sobre el final algún lugar para la esperanza.
FICHA TÉCNICA
“Alba” (por Netflix, España, 2021)
Con Elena Rivera, Eric Masip y Álvaro Rico
Género: drama – 13 capítulos de 50´
Calificación: muy buena