Por Ernesto Edwards/Filósofo y periodista @FILOROCKER
Toda la historia de la cultura abordó la figura materna y el vínculo madre – hijo. También el rock
Este próximo domingo 20 se festeja en Argentina el Día de la Madre, en una fecha que no es fija, que cambia año a año. Y que tiene su origen en una antigua celebración cristiana con la Virgen María como referencia. Más allá de la cuestión comercialmente oportunista, siempre es una ocasión especial para demostrarles gratitud o para recordarlas.
El vínculo de las madres con sus hijos tiene su propia historia. Edipo fue un mítico rey de Tebas, que siendo hijo de Layo y de Yocasta, impulsado por el destino matará a su padre, sin saber que lo era, para terminar casándose con su propia madre. El Psicoanálisis retoma esta historia y sobre esa base elabora el “complejo de Edipo”, al que considera universal, y con el que refiere a la ambivalencia infantil de amor y hostilidad que mantienen los niños con sus progenitores. Más precisamente, es el deseo inconsciente de tener un incestuoso vínculo sexual con el padre de sexo opuesto, y de eliminar al otro. Incesto y parricidio en la misma fantasía. Vulgarmente, se califica de edípicos a aquellos que expresan de modo más visible su afectividad hacia su madre.
Esta cuestión ha sido siempre objeto de atención para toda la historia de la literatura, que se ha visto también expresada en diferentes disciplinas artísticas. Lo propio ha hecho la música. Y los rockers no serían menos a la hora de escribirle canciones a las madres, aunque ello pareciera una sensiblería inaceptable en un mundo en el que se cree que todo es rebeldía y transgresión. Y machismo.
También debe decirse que no todo es ternura en los rockers para abordar el tema. John Lennon era un niño cuando perdió a su madre, y dolorosamente la recordó en “Mother”: “Madre, tú me tenías, pero yo nunca te tuve. Yo te quería, y tú nunca me quisiste. Así que yo sólo tengo que decirte adiós…” También le dedicó “Julia”, tal como se llamaba: “La mitad de lo que digo no tiene sentido. Pero lo digo para llegar a Julia”.
No todo es amor y agradecimiento a la hora de recordar a la madre. Roger Waters, liderando Pink Floyd, en su disco conceptual “The Wall”, incluye “Mother”, para hacer su listado de reproches a una madre castradora, asfixiante, destructiva: “Cállate ahora, bebé, no llores. Mamá va a hacer todo por ti. Tus pesadillas se harán realidad. Mamá va a poner todos sus miedos dentro tuyo. Mamá te va a mantener justo aquí, debajo de su ala. Ella no te dejará volar. Puede ser que te deje cantar. Mamá mantendrá al bebé agradable y caliente. Por supuesto que mamá te va a ayudar a construir un muro…”
En cuanto a textos rockeros calificables de específicamente edípicos, se destacan “The end” (The Doors), con el famoso, escandaloso, censurado y extremo “Mother, I want to fuck you” del recitado de Jim Morrison. Lo propio la revulsiva “Edipo rey” de los ibéricos Def Con Dos: “Desde que trabajas en La Ballesta mi complejo de Edipo qué caro me cuesta. Recuerdo mi infancia en un patio andaluz, recuerdo mi barrio, recuerdo mi casa, recuerdo a mi madre tendiendo sus bragas. Recuerdo cuando el complejo de Edipo y el incesto eran gratuitos”.
Desde otro ángulo, entre místico y metafísico, Luis Alberto Spinetta compone “Post crucifixión” como si describiera la desgarradora escena de La Pietá de Miguel Ángel. Con esa madre, María, y su hijo, el Cristo: “Abrázame, madre del dolor. Nunca estuve tan lejos de mi cuerpo. Abrázame, que de la vida yo ya estoy repuesto. Abrázame madre, madre del dolor. Nunca estuve tan solo en este mundo. Abrázame… amanece, y hay resignación. Y en esta quietud que ronda a mi muerte siento presagios de lo que vendrá”.
“Madre, escúchame”, y la carta de un adolescente Litto Nebbia al momento de partir a vivir su propia vida: “Madre escúchame. Quiero decirte algo que quizás jamás comprenderás: Quiero andar rodando y rodando, sin volver quién sabe hasta cuándo. Pero, madre, de ti me acordaré. Madre escúchame. En cualquier momento tú sabes que a tus brazos volveré. Ya no importa cómo ni cuándo, si al lugar que yo vaya rodando, madre, de ti me acordaré. Ella me miró y me dijo así: ‘Hijo, eres igual que las olas, me besas y te vas’”.
“Era en Abril”, grabada por Baglietto y Silvina Garré, que aunque compuesta por Jorge Fandermole a los 15, y no narraba su propia experiencia, transmitía la inconmensurable tristeza de una madre ante la pérdida: “¿Sabes, hermano, lo triste que estoy? Se me ha hecho vuelo de trinos y sangre la voz. Se me ha hecho pedazos mi sueño mejor. Se ha muerto mi niño, mi niño, hermano”.
“Tumbas de la gloria”, en la que Fito Páez puede recordar no sólo a su madre, sino también a su padre y su abuela, todos muertos demasiado temprano como para aceptarlo como parte natural de la vida. Aunque el amor lo salve y redima.
“Zona de promesas”, y Gustavo Cerati buscando ser pequeño otra vez: “Mama sabe bien. Perdí una batalla. Quiero regresar sólo a besarla. No está mal ser mi dueño otra vez. Ni temer que el río sangre y calme al contarle mis plegarias”.
Infaltable “Mi vieja”, en clave barrial y con letra de Sebastián Borensztein, que Pappo popularizó: “Nadie se atreva a tocar a mi vieja. Porque mi vieja es lo más grande que hay”. Y La Beriso, a pura nostalgia de la propia infancia: “Si algo me gustaba era dormirme en tus brazos. Si algo me alejabas era los miedos al fracaso. Tus besos por las noches, tu sonrisa en las mañanas. Tu mirada tan linda, viéndonos crecer en casa. El tiempo sin quererlo, se fue comiendo tu cara. Pero tu amor, viejita, será eterno en mi alma…”
Muchos más escribieron canciones pensando en madres. “Decile a tu mamá” (Bersuit). “Ella” (León Gieco). “Mamma” (Rata Blanca). “Mamá me dijo que no viniera” (Catupecu). “Clara” (NTVG). “Vos sabés” (Cadillacs). “Madres” (Caballeros de la Quema). “Mama said” (Metallica). “Mother” (Danzig). Y “Live forever” (Oasis).
Pero “La flor más bella”, de Adrián Otero con Memphis La Blusera, es para destacar, con ese texto que parecía invitar a la fiesta y la alegría, pero que, una vez, al autor de esta nota le confió que en realidad la había compuesto inspirado por la reciente muerte de su madre: “Ella es la flor más bella. Vagando por las estrellas brilla más que el sol. Baila, y se dibuja en la luna. Cuando se pierde en la bruma parece flotar. Ella es de la tierra de mujeres divinas. Ella es argentina. Como ella no hay”.