Por Ernesto Edwards/Filósofo y periodista @FILOROCKER
“Novela”, su disco recién editado, permite resignificar su trayectoria
Fito Páez (Rosario, 1963), intelectualmente hablando, está en estado de gracia. Quizás en su mejor momento. Atento, lúcido, brillante, mientras sigue de gira mediática presentando “Novela”, su nuevo disco de 25 canciones y poco más de una hora de duración. Que es el tiempo que deberíamos dedicarle para escucharlo de corrido, según la recomendación más razonable que puede hacerse, algo que esta cultura frita de la fugacidad y la fragmentación se ha encargado de desalentar.
Hoy día Fito está despojado, incluso, como para hablar de su dentadura, de su panza y de sus limitaciones como cantante. Hoy, ya sin caretas, decidió mostrar sus supuestas precariedades sin guardarse nada, porque también son parte de su vida. Por ello su transparencia es superlativa. Es decir, está más allá del bien y del mal. Y de tanto que sabe y explica, adquirió categoría de maestro. Especialmente cuando desarrolla su ensayo verbal sobre la música contemporánea y apela a sus filósofos favoritos. O cuando devela los misterios del proceso generativo de cada una de sus canciones, este autor de un catálogo notable que sigue despertando el interés de varias generaciones.
No debería soslayarse que Fito es, o ha sido, uno de esos grandes compositores que provocan una notable ambivalencia a la hora de intentar justipreciarlo. Y ello sucede porque se incluye en la valoración sus contradictorias ideas personales y cambiantes definiciones y posturas ideológicas y políticas. Pero, que quede claro, hacer eso sería caer en un grave error. La política de la cancelación es un reduccionismo que no conduce a mejores abordajes. Fito Páez es un gran artista y se lo debe juzgar por su obra y no por cómo piensa o de qué manera comercializa su producción creativa. Que con más de cuatro décadas componiendo el saldo es casi óptimo. Su repertorio es un clásico de la música argentina, y un legado invalorable para la cultura. Y, además, es tan buen pianista…
Ya no está, o eso intenta, de ningún lado de la grieta. Después de todo, se sabe eso de que “sólo los imbéciles no cambian nunca de idea”. Y el rosarino lo confirma entre política, ideologías, fútbol y temas varios, con respuestas en las que sigue demostrando rebeldía pero ahora sin hacer enojar a casi nadie de los que antes provocaba.
Su faz creativa nunca estuvo desvinculada de su vida personal, de sino trágico. Fito nació, creció y se desarrolló en un océano personal de culpas irredimibles. Ya desde la temprana muerte de su madre, a meses de su propio nacimiento, hasta la de su padre, cuando ya estaba instalado en Buenos Aires tratando de hacerse ver y triunfar. Y a poco de ello, el cruento triple asesinato de las mujeres que lo criaron, entre ellas su abuela y su tía abuela. Y en el medio de todo, un infierno de adicciones y una oscuridad existencial que aun así nunca opacó su brillante creatividad.
Páez es un gran narrador, capaz de sintetizar en tres o cuatro minutos una historia completa, como si fuera un cuento corto, un género literario al que pocos tienen acceso exitosamente a la hora de crear una canción. Y también compone textos como “Al Lado Del Camino”, una especie de tratado filosófico sobre la Posmodernidad, y que así la describe: “En tiempos donde nadie escucha a nadie. En tiempos donde todos contra todos. En tiempos egoístas y mezquinos. En tiempos donde siempre estamos solos. Habrá que declararse incompetente en todas las materias del Mercado. Y habrá que declararse un inocente. Y habrá que ser abyecto y desalmado”.
Aclaremos algo. Ya sabemos que a lo largo de la historia del rock and roll, el significado de álbum conceptual y ópera – rock parecieron identificarse, fundiéndose en similares expresiones artísticas en las que un autor enhebra distintos temas en torno a diferentes enfoques sobre una misma problemática, sintetizados en un álbum, que como si fuera un libro, es un texto poseedor de una secuencia y un proceso que desembocarán en la conclusión prevista por la creatividad e inspiración de un rocker que pretendió enunciar su propio mensaje, siempre acorde con su perspectiva filosófica e ideológica. De todos modos, vale agregar que el matiz distintivo de una ópera-rock es que su historia principal tiene, además de un núcleo argumental determinado y un tratamiento temático, un comienzo, un desarrollo y un desenlace. “Novela” está innegablemente influenciado por “Quadrophenya”, esa obra maestra de Pete Townsend mientras lideraba The Who en los inaugurales años de la psicodelia sesentista.
La historia de “Novela” es simple y bella. Y puede apreciarse aún con el spoiler que agrega el mismo autor, avisando que tiene un final feliz. Presentando así un trabajo elaborado a lo largo de casi cuatro décadas. Hasta admitiendo que el “Vuelo de brujas” de Goya, como objeto cultural, inspirara “El Vuelo” de su nuevo disco conceptual. Y filtrando el hecho, incontrastable, de que “Argentina Es Una Trampa”.
Su núcleo argumental está ambientado en la “Universidad Prix”, una institución educativa dedicada a la brujería, instalada en un agujero negro. Allí habitan Maldivina y Turbialuz, dos díscolas hechiceras que para aprobar su examen final deben facilitar la concreción de un romance perfecto entre Loka, hija del dueño del Circo Beat -y huérfana de madre-, y Jimmy, un violero adolescente de Villa Constitución. En un disparatado y encantador realismo mágico, entre mundos paralelos, camellos fantásticos, pasillos increíbles, laboratorios inverosímiles, recuerdos subjetivos, verdades parciales y un circo como protagonista, lo que se juega es el amor, el tiempo y el sentido de la vida, entre pérdidas, culpas y redenciones.
Fito es claro en la introducción del álbum: “En un mundo que solo está ocupado en anular la imaginación, instalar el gen de la domesticación yenvenenar las vitaminas de la rebeldía, este es mi nuevo mensaje en una botella”. También, muchos creerán reconocer referencias musicales vinculadas con The Beatles, Prince, Spinetta y García, en este material que comenzó a cranearse allá por 1988, hasta su culminación hace pocos meses. De pensarlo así, no se equivocarán.
Es casi imposible no saber quién es Fito Páez. Por las dudas, para algún recién llegado al planeta Tierra, refresquemos algunos detalles y conceptos. No haríamos ningún descubrimiento si dijéramos que este artista rosarino es un inspirado músico y un notable letrista que fuera autor de memorables canciones ubicables en los inicios de lo que conociéramos como la Nueva Trova Rosarina, y en los orígenes discográficos de Juan Baglietto. También es cierto que siempre supo codearse con próceres del rock nacional como Nebbia, Spinetta, Soulé y García. Fito, ya solista (luego de ser tecladista de García), escribió y grabó inoxidables páginas del rock and pop local, hasta editar ese incomparable, tremendo y sincero disco rockero que fuera “Ciudad de pobres corazones”, el que con el tiempo permitió apreciar sus contradicciones e inestabilidades. Las que tenemos todos.
Lo vi sobre un escenario en 1992 en Rosario, una noche que Fito estaba presentando a estadio lleno “El Amor Después Del Amor”, ese del que dicen que fue el disco más vendido de la historia. Y esa presentación sucedió después de haberlo conocido unos años antes en la vieja Sala Lavardén. La oportunidad siguiente fue hablar un poco sobre Filosofía en el barrio porteño de San Telmo en ocasión de la presentación de “Enemigos Íntimos”, junto a Joaquín Sabina, en 1998. Y luego, nunca más. Pero ahora estoy pensando si no me llegaré hasta Madrid, Barcelona o Valencia en el próximo julio. Que será justo “Cuando el Circo Llega al Pueblo”. Para que me hable de Maldivina y Turbialuz. Y del amor. Que es lo que nos salvará, como tanto insistía Gabriel Marcel.