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“Pluribus”, la felicidad y el rock

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Por Ernesto Edwards/Filósofo y periodista @FILOROCKER

Una nueva serie nos hace volver la mirada sobre la felicidad

Apple TV estrenó -como lo hace bastante seguido pero nunca inundando su grilla de excesiva cantidad de títulos-, una nueva serie llamada “Pluribus”, justo cuando acaba de finalizar la impactante quinta temporada de la siempre exitosa “Slow Horses” y estamos esperando para la semana próxima la season finale de la cuarta de la atrapante “The Morning Show”, con ambas ya aseguradas con continuidad por lo menos para dos años más cada una, y con esa decisión de la plataforma desde su mismo origen -como una buena estrategia de marketing-, de emitir las series semana a semana, y nunca subirlas completas en un mismo acto, quizás con la intención, además de buscar repercusión en redes sociales y medios especializados, de evitar las “maratones” a las que nos hemos ido acostumbrando, que se acentuara en plena pandemia. Y con ello no sucumbir a la tentación de los spoilers.

Apple TV se ha caracterizado por tener para ofrecer un catálogo no demasiado numeroso pero sí casi siempre de indiscutible calidad cuando se trata de realizaciones propias. Pensemos en “Severance”, “Servant”, “Ted Lasso”, “The Studio”, “Platonic”, “Terapia sin filtro”, “Silo”, “Lecciones de química”, “Physical”, “Careme”, “Materia oscura”, “Dickinson” y muchas más. Buenos guiones, elencos de prestigio, excelentes diseños de producción, gran aceptación de la crítica especializada, y cuando se trata de series, con una duración que no prolonga nunca innecesariamente las historias. Esta parecería ser también la idea con la aparición de “Pluribus”, de la que se hace necesario explicar algunos detalles.

Este programa televisivo se presenta como una serie dramática de ciencia ficción, con algunas pinceladas de humor negro, con una reconocida pareja profesional que en diferentes roles ha demostrado su capacidad para elaborar éxitos en la pantalla chica. Por un lado, la historia corre por cuenta de Vince Gilligan, el creador de dos tanques invencibles e intensos como “Breacking Bad” y su spin-off “Better call Saul”, de donde puede recordarse a Rhea Seehorn, actriz que se convierte ahora en la protagonista de la compleja y adictiva “Pluribus”, que ya tiene asegurado un segundo año, y de la que se han anunciado nueve capítulos de 45 minutos para esta primera temporada, de la que sólo hemos podido ver, hasta ahora, apenas dos, convirtiéndose rápidamente en la más vista en 80 países. Así que, cada viernes, a esperar el estreno de un nuevo episodio, que hará que se extienda hasta la última semana de este año.

La historia podrá parecer simple, y que se reduce a unas pocas ideas. Pero a poco que se preste atención, la complejidad y profundidad irán apareciendo. Es un entretenimiento, sí, pero que lleva a pensar, a reflexionar, a mirar alrededor y a nosotros mismos. Y ello siempre es bueno. Es que se trata, nada menos, de la historia personal de Carol Sturka, la única mujer en todo el mundo, que por motivos que aún ignoramos, no ha sido contagiada por un inexplicable virus que provoca felicidad instantánea. Claro que vale aclarar que Carol es, justamente, una mujer que se sabe infeliz, que nada le viene bien y que, pese a ser una afamada escritora vive enojada con todo. Justo ella, casi una persona miserable, parecerá la elegida y encargada de salvar al resto de la humanidad de un constante y artificial estado de optimismo y alegría que se le hace insoportable. 

Con algún lejano parentesco a la recomendable “The good place” y cierta reminiscencia a “The Leftovers”, este nuevo título de Apple TV hará que volvamos a preguntarnos qué es la felicidad (o qué podría ser), y cuál su costo para adquirirla. También, cuál es el valor de la verdad y de vivir la realidad, y si a fin de cuentas no es mejor vivir una mentira creyendo ser felices, o volver a la inmanejable cotidianeidad y ejercer nuestro derecho a elegir el rumbo de nuestras vidas, y con ello aceptar el riesgo de ser infelices y estar todo el tiempo contrariados. Sí, las cavilaciones éticas sobrevuelan sobre “Pluribus”.

Carol (Rhea Seehorn) está acompañada por Karolina Wydra (conocida por “True Blood”) para esta propuesta ambientada en Alburquerque, ciudad que parece ser la favorita de su creador. Y antes de seguir con cualquier desarrollo interpretativo corresponde aclarar el motivo del curioso título “Pluribus”, término en latín vinculado con un lema estadounidense –“E pluribus unum” (de muchos, uno)-, aunque nunca oficial, que aparece impreso tanto en el billete dólar como así también en el pasaporte de los ciudadanos norteamericanos, y que en el caso de la serie alude a una especie de mente colectiva.

Detengámonos un momento en uno de los puntos de abordaje más recurrentes en esta Columna. Algunos, a cierta edad, entramos en una etapa en la que, si le hemos dedicado tiempo a la formación académica, a la reflexión propia, a analizar e interpretar las experiencias que transitamos, y a estar atentos con lo que sucede a nuestro alrededor, y cómo nos afecta, de manera tal que cerca del final del recorrido podamos ver cuál ha sido el sentido de nuestras vidas, en ese período de una madurez que ya no puede tener retrocesos -ni queda tiempo para intentarlo-, podemos echar una mirada alrededor y tratar de establecer si en algún momento de nuestra vida pudimos ser felices, aunque más no sea por un instante. 

Félix Grande escribió “Donde fuiste feliz alguna vez no debieras volver jamás: el tiempo habrá hecho sus destrozos, levantando su muro fronterizo contra el que la ilusión chocará estupefacta”. Tanta razón tenía que Joaquín Sabinatambién proponía, en “Peces de ciudad”, que “Al lugar donde has sido feliz no debieras tratar de volver”. Quizás por ello tratamos de viajar tanto, para conocer lugares nuevos, sin historias propias, sin pasados personales, y sin expectativas incumplibles. Siempre querremos saber si existe algún lugar en el mundo en el que nos aseguren que allí sí podríamos ser felices. Se habla de Copenhagen, la capital de Dinamarca. Dicen que es la ciudad más feliz del mundo. Que sus habitantes tienen el mejor nivel de vida, el menor nivel de estrés, que el desempleo es bajísimo y la inseguridad, mínima. Cuesta creerlo. 

Aristóteles entendía que la felicidad no residía ni en las riquezas, ni en los honores ni tampoco en los placeres. Pues no eran fines en sí mismos, sino tan sólo medios. Consideraba que la felicidad residía en el prolongado ejercicio de aquella función más distintiva del ser humano: la razón, y su uso virtuoso. 

En “La camisa del hombre feliz”, León Tolstói muestra a un zar que, gravemente enfermo, le anuncian que si encontrara un hombre feliz y vistiera su camisa, podría sanar. Jorge Luis Borges, en “1964”, en el marco de su gran obra, confesaba: “Ya no seré feliz. Tal vez no importa. Hay tantas otras cosas en el mundo”.

En “El mito de Sísifo”, Albert Camus analiza al mismo como la metáfora del esfuerzo vano e incesante del ser humano, planteando que el único problema filosófico serio es el suicidio, como salida (o no) ante la percepción de nuestra insalvable insignificancia. Aunque apenas un efímero destello de felicidad puede salvarnos de la autoinmolación.

No es posible acceder a la felicidad sin la esperanza de poder hallarla. Como sea, no existe fórmula infalible para alcanzarla. Será una trabajosa tarea que hará que mientras se realiza se bordee una placidez espiritual, aunque efímera. Por el contrario, hacerse infeliz, o sentirse así, aún sin llegar al extremo de la anhedonia, parece un camino de fácil acceso y habitual recorrido, a la mano de cualquiera que se lo proponga.

La felicidad ha sido entendida de muchas maneras. No sólo por los filósofos, sino también por rockers que nunca la tuvieron ausente. Se destacan canciones o álbumes como “Happy” (Rolling Stones), “Light my fire” (The Doors), “Happyness rock” (Image Sounds), “If It Makes You Happy” (Sheryl Crow), “Happy Together” (The Turtles), “Shiny Happy People” (R. E. M.) y “I´m Happy” (Imagine Dragons). Y en español, “Divididos por la Felicidad” (Sumo), “Hablando a tu Corazón” (Charly García), “Ser Feliz” (Andrés Calamaro), “Shopping Disco Zen” (Redondos) y “Animal Feliz” (Memphis la Blusera). 

Ellos también, a su manera, la siguen buscando. Pero sólo de trata de un deseo por algo de lo que no se puede tener certidumbre. Como de nada en la vida. 

Y aunque no parezca tan profundo y elaborado, quizás la clave pueda encontrarse en “Limón y Sal”, una cancioncita de Julieta Venegas, cuando dice: “Tengo que confesarte ahora: nunca creí en la felicidad. A veces, algo se le parece, pero es pura casualidad”.

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